viernes, 20 de mayo de 2016

El solapamiento de las redes cerebrales subyace al de las capacidades cognitivas

Hace tiempo discutimos aquí un estudio en el que se suscribía la tesis de que el factor general de inteligencia (g) se podía explicar por el nivel de activación de redes cerebrales independientes. Es decir, se suponía que la correlación observada entre el rendimiento en distintos test de inteligencia no poseía un reflejo en el cerebro humano: la relación psicológica no conlleva una relación biológica. Un modelo mutualista de libro en el que redes cerebrales independientes interactúan para promover la emergencia de una ‘ilusión’ llamada ‘g’. No hay nada general en el cerebro paralelo al factor general de inteligencia.

Como demostramos, ese estudio era tendencioso porque, entre otras cosas, analizaba los datos de un modo sesgado para confirmar el poderoso prejuicio de los investigadores. Además de las cuestionables decisiones metodológicas y la selectiva revisión de los resultados de la investigación previa, se puso en cuestión el proceso a través del que el informe vio la luz en una revista de reconocido prestigio. Publicamos un comentario crítico en la revista ‘Intelligence’.

Se publica ahora un informe que se hace eco de ese comentario crítico y que aplica un método adecuado para encontrar una respuesta a la pregunta de interés:

¿poseen un sustrato neurológico común las tareas cognitivas que correlacionan?

Es decir, ¿poseen las capacidades cognitivas latentes una base biológica compartida?


Se analiza el nivel de activación, medido con fMRI, cuando 106 individuos resuelven seis tareas cognitivas que valoran dos capacidades mentales: inteligencia fluida y velocidad mental. Teniendo en cuenta la correlación conductual entre esas dos capacidades, se predice que existirá una correlación topográfica entre los mapas de activación de las tareas correspondientes a esas capacidades. La similitud entre las áreas activas al resolver cada una de las tareas se cuantifica mediante la correlación espacial de la composición topográfica de los patrones de activación promedio en cada una de esas tareas.

Las tareas que activan regiones cerebrales similares en los distintos individuos deben presentar también una mayor correlación conductual (y al revés). La siguiente figura demuestra que la semejanza topográfica promedio de los patrones de activación a través las tareas se corresponde intensamente con su correlación conductual (r = 0.83):

La similitud topográfica del sustrato neuronal que subyace a dos tareas se relaciona con la similitud del rendimiento en esas dos tareas.
Esta observación conecta directamente la comunalidad del rendimiento cognitivo con la comunalidad neuronal.
Se demuestra empíricamente que las variables latentes, no observables, pueden manifestarse a nivel neuronal y conductual”.

Otro de los resultados observados en esta investigación es que la edad de los participantes no altera la conclusión general. A pesar de que la edad posee un efecto en el declive cognitivo, la estructura de relaciones conductuales y neuronales no se ve influida por esa variable.

En resumen, este breve y elegante estudio demuestra que cuando dos capacidades se relacionan conductualmente, es decir, cuando observamos que las diferencias de rendimiento intelectual en una tarea cognitiva se asocian a las diferencias de rendimiento intelectual en otra tarea cognitiva, entonces es altamente probable que la relación pueda explicarse por un solapamiento en los niveles de activación cerebral evocados por ambas.

Como es habitual, la relación no es perfecta a nivel conductual. Existe un determinado nivel de especificidad asociado a cada tarea cognitiva y eso también posee un reflejo a nivel neuronal: hay un nivel de actividad que es también específico a las distintas tareas cognitivas (véase la siguiente figura). Una excelente confirmación neurobiológica de lo que se sabe a nivel psicométrico desde hace décadas.


El factor general de inteligencia (g) puede resultar, por tanto, de los niveles de activación comunes a las exigencias impuestas por distintas tareas con contenido cognitivo. Ese hecho no contradice, naturalmente, que cada una de esas tareas también posee sus peculiaridades. Pero hay algo compartido por todas ellas y es ese algo el que apoya empíricamente y sustancia biológicamente la relevancia de g.


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