Estuve unos días circulando por el
camino que conduce desde Oviedo hasta Santiago de Compostela, conocido con el
nombre de ‘primitivo’. En 13 etapas se puede cubrir el trayecto a píe, sin
demasiados problemas, pero decliné del intento al llegar a Pola de Allande. A
mi pesar, explicaré por qué en este post.
Conozco bastante bien el camino
francés. También estuve en el camino portugués. Me animé a explorar el
primitivo porque me atrae eso de caminar largos recorridos por etapas. Se
suponía que esa ruta antigua estaba muy cuidada y adecuadamente señalizada.
Además, los comentarios a los que tuve acceso referían maravillas
paisajísticas.
Sin embargo, la experiencia no me ha
resultado digna de reseñar (positivamente). Tuve oportunidad de comentar mi evaluación con
personas de la zona y, a veces a regañadientes, generalmente estuvieron de
acuerdo.
Voy a dejar a un lado la hostilidad
climática característica del Norte de España. Ya se cuenta con ello cuando se
decide comenzar la aventura. Llueve, llueve bastante, y eso convierte numerosos
tramos en una absurda carrera de obstáculos. El barro invade tus botas y cada
kilómetro resulta literalmente más pesado. Te ves obligado a desplegar un
paraguas para protegerte a ti mismo y a tu mochila, lo que añade dificultad al
movimiento. Has de concentrarte en el deslizante piso para mantener tus huesos
lejos del peligro.
Peligro que aumenta cuando te ves
obligado a abandonar las pistas campestres para transitar por carreteras en las
que el arcén brilla por su ausencia. Rezas al apóstol para que tenga a bien
protegerte de una probable agresión perpetrada por vehículos a motor que llevan
prisa en cerradas y deslizantes curvas. Rezas mogollón a pesar de tu falta de
fe.
A diferencia del camino francés, aquí
es difícil encontrar algún lugar en el que sacarte la mochila de cuando en
cuando para descansar y llevarte algo al coleto. Los servicios habilitados para
el peregrino son escasísimos, y, por tanto, se debe ser muy previsor para no
morir de inanición durante la etapa. En esta época la temperatura es agradable
y apenas pierdes líquidos corporales, pero imagino que en Julio y Agosto la cosa
debe ponerse bastante fea.
Añádase a esto que es literalmente
imposible saber dónde te encuentras. Mientras que en el camino francés tienen
el bonito detalle de anunciarte el nombre de cada una de las aldeas y pueblos
por los que transitas, así como las distancias recorridas y que aún restan
hasta el siguiente punto de interés, aquí debes usar tu imaginación y tu
supuesto GPS biológico. Es absurdamente desasosegante. Sería fácil arreglar la
cosa haciendo una pequeña inversión y poniendo un poco de cariño. El caminante quedaría
extraordinariamente agradecido.
Y olvídense del mantra de que en el
norte se come fenomenal. Los menús que se ofrecen al peregrino, cuando se
encuentran, son bastante pobres, incluso extraños. A un potaje de garbanzos
puede seguir una triste tortilla francesa. Se tiene poca consideración para
alguien que ha recorrido 30 kilómetros a píe con un gasto de energía
apreciable.
Regresando a la capital del
Principado conversé con el conductor del minibús sobre mi percepción del tramo
recorrido. No solamente estuvo de acuerdo, sino que se animó
a comentarme su estupor ante la pasividad de las autoridades (que él calificaba
de ‘cabezas pensantes’). Según sus
palabras, Asturias estaba acabada. Su industria se había ido a hacer puñetas y
su única salvación era el turismo –que en esa región se basaba en el
peregrinaje. No alcanzaba a comprender la falta de cuidado, el desprecio por
los detalles que estuvimos comentando, a los que añadió el escaso tacto de
quiénes vivían de los peregrinos que venían, desde todos los rincones del
planeta, a hollar la ruta del apóstol.
En suma, me temo que no puedo recomendar esta ruta en tanto no se ponga remedio a
los problemas detectados. Y, desgraciadamente, no parece que las
autoridades se encuentren en la disposición adecuada para ello. Si no aumentan
los servicios, se evitan los peligrosísimos tramos de carretera buscando
alternativas, se señalizan adecuadamente los lugares por los que se pasa y se
informa de distancias recorridas y por recorrer, la experiencia no será nada
cordial para el caminante.
Ni siquiera es necesario que hagan
alarde de una exuberante creatividad. Bastaría con que se imitara el modelo del
camino francés, que tan excelentes resultados ha dado. Si no cambia la
situación será imposible que puedan competir en igualdad de condiciones. Tarde
o temprano la gente dejará de acudir a la cita. En mi caso han logrado que no
tenga el mínimo interés por completar la tarea. Lo lamento, pero así es.
Eres un auténtico explorador... no se si te dirige tu DRD4 o tu curiosidad. Seguro que fue una buena aventura...
ResponderEliminarGracias por tus amables palabras, Antonio. Los científicos estamos demasiado tiempo sentados por obligación, así que no es mala idea caminar un buen rato para compensar. Nuestros ancestros no paraban y seguimos teniendo sus genes ;-) Abrazo, R
ResponderEliminarEs lo que tiene el campo... ¡tiene barro!
ResponderEliminarSiento no estar de acuerdo con usted (bueno si es cierto que se podria buscar alternativa a algunos tramos de carretera), creo que no ha recogido el alma del camino primitivo y porque enamora. Ojala jamas llegue a parecerse al frances
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