Tuve la oportunidad de ver a Alice Dreger en acción en el último
encuentro anual de la International
Society for Intelligence Research (ISIR).
Ahí me entraron unas ganas enormes de leer el ensayo que hoy comentaremos
(dedicado, por cierto, a Johannes Kepler).
La obra gira alrededor de las
tormentosas relaciones entre activistas (sociales) y científicos en relación a
la identidad humana (Alice se sitúa en medio de los rayos y truenos):
“Science and social justice require each other to be healthy,
and both are critically important to human freedom”
La autora confiesa que el imperativo
moral más urgente en la sociedad actual es la búsqueda de evidencia. Y las
autoridades que legislan son pésimas en esta tarea. Fue la revolución
científica la que hizo posible la llegada de la democracia:
“Galileo ultimately made our democracy posible”
La identidad sexual es el primer tema
que explora Dreger (“human sex is practically fractal”). En su
recorrido (Alice in Genderland) informa
al lector de que es raro que los activistas acrediten la evidencia cuando se
opone a sus objetivos políticos. Contrasta cómo los cirujanos han tratado a los
individuos intersexuales (personas nacidas con genitales ambiguos) y la
experiencia personal de estos seres humanos:
“All of these people were simply asking to be given basic
rights that were automatically accorded to all other humans”
Un personaje relevante es Michael Bailey, autor de ‘The Man Who Would Be Queen: The Science of
Gender-Bending and Transsexualism’ (2003) y para quien la idea de ‘cerebro de mujer encerrado en un cuerpo de
hombre’ debía ser eliminada por anticientífica. La identidad de género no
sería, para Bailey, categorial sino, imagino, dimensional. Las acusaciones
dirigidas hacia él producirían palidez en un piel roja.
Varias son las ‘sucias’ historias que
narra Dreger alrededor de la obra de Bailey:
“Most
people didn’t read the book; they read only the reports of Bailey’s alleged
abuse”
Ninguna novedad para quienes nos
dedicamos al estudio de la inteligencia humana. Las mismas truculentas historias se repiten
revistiéndose de distintos mantos, pero la esencia permanece.
Se subraya que la gente desea
escuchar historias simples sobre hombres y mujeres, naturaleza y crianza, bueno
y malo. Y existen quienes satisfacen ese deseo si eso contribuye a obtener alguna
ventaja personal. La red de redes ha destrozado el ‘Cuarto Estado’ y los gobiernos
incluyen humanos decepcionantes. Ahora más que nunca, las democracias deben
proteger, incluso agresivamente, la investigación científica.
Otro de los temas tratados es el escándalo
suscitado por el meta-análisis publicado en 1998 por Rind, Tromovitch &
Bauserman en el que se concluía que el efecto del abuso sexual en la
infancia era, a la larga, bastante menos devastador de lo que se pensaba. La
cosa llegó hasta el congreso de los Estados Unidos, con el beneplácito de la American Psychological Association y su
Presidente en aquel entonces (Raymond
Fowler):
“The APA might have done more to correct the public mischaracterization
of the Rind paper
(...)
what if, in order to prove how important truth seeking is, we made a point of
studying the most dangerous ideas imaginable?
What
if we even really studied race and IQ
(…)
what if we came together in the ivory towers, barricated the doors, and looked
at the skies?”
El ciudadano debe aprender a exigir
que se le demuestre lo que se dice, en lugar de confiar en la narrativa de
algunas seductoras personalidades. Primero debe ir la evidencia y después la
justicia social, aunque nos obligue a mirar lo que no desearíamos ver. La
libertad para preguntarse, pensar libremente, hablar abiertamente e investigar
es absolutamente esencial para nuestro mundo democrático. Olvidar esa consigna
destruirá nuestra sociedad y la convertirá en totalitaria.
La historia de la American Anthropological Association
(AAA) –orientada por Patrick Tierny—contra
Napoleon Chagnon (amigo de Edward O Wilson) es paradigmática de la
dominancia de la política sobre la evidencia:
“A story of what happens when liberal hearts bleed so much
that brains stop getting enough oxygen”
En su acoso, basado en los presuntos
abusos de Chagnon durante sus estudios de campo con los Yanomamo, la AAA ni se
molestó en contactar con el principal interesado para que pudiera defenderse de
los cargos:
“make it so unbelievable that people have to believe it” (the
number-one rule in making shit up)
Dreger recomienda que los científicos
acosados sean más ofensivos que defensivos, pero, eso si, cuidando su lenguaje.
Además, deberían apoyarse mutuamente cuando se eleven cargos infundados, en
lugar de suponer, gratuitamente, que si hay humo debe haber fuego:
“They had to stand up, for themselves, but especially for
each other and for the facts
(…)
they had to call on the Susan Lindees and Alice Dregers as neccesary to see
that science was not abused in the service of identity politics (and personal
vendettas) run wild”
Hay otros casos que la autora revisa
brevemente, como el de E. O. Wilson
(y su episodio de la socio-biología) o el de la psicóloga Elizabeth Loftus (acosada por demostrar que hay personas que se
inventan sus recuerdos, incluyendo los relacionados con supuestos abusos en la
infancia).
Desgraciadamente, el verdadero periodismo
de investigación languidece. Y aunque Internet ha facilitado organizarse para
agitar el árbol, también alimenta las distracciones y un falso sentido del
éxito:
“The people in power just wait it out, knowing that the
attention deficit caused by the Internet overload will mean the mob will move
on to the next house tomorrow, sure as the sun comes up in the morning”
Los académicos se encuentran
seriamente amenazados porque aumenta el número de contratos temporales. Además,
se les amenaza con el despido si no capturan fondos más allá de las puertas de
la universidad. Su utilidad no se valora por la producción de conocimiento de
alta calidad, sino por la cantidad de proyectos capaces de sumar a la
maquinaria económica de la universidad. La competición (publicar mucho y pronto
en revistas de alto impacto) prima sobre la obtención de un conocimiento
fiable.
El activismo social sin una base
sólida de conocimiento solo puede conducir a un desperdicio de recursos. Y
quienes están preparados para obtener ese conocimiento, es decir, los
científicos, se encuentran permanentemente amenazados desde distintos frentes. Pero
conviene recordar:
“Freedom of thought and freedom of person must be erected
together
(…)
justice and morality require the empirical pursuit”
Hay que empeñarse en que el ciudadano
consiga información fiable:
“Evidence really is an ethical issue, the most important
ethical issue in a modern democracy.
If
you want justice, you must work for truth.
And
if you want to work for truth, you must do a little more than wish for justice
(…)
people don’t really get that good intentions can’t safe you from hell
(…)
we need people pushing for truth and for justice if we’re going to get both
right”
Amen.
Luchen contra la tentadora
hiperactividad y fugacidad a las que nos invitan las redes (sociales o antisociales)
y dediquen una parte de su tiempo a leer este excelente ensayo de Alice Dreger.
Seguro que les aprovecha.
Este libro... lo dejamos en cola de lectura o le damos prioridad!!!!
ResponderEliminarQuerido Antonio: ya sabemos lo que puede pasar con las colas de lectura. Póntelo en la lista para Semana Santa. Pienso que lo disfrutarás, pero me consideraré inocente si no es el caso ;-)
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