La revista ‘Nature Neuroscience’ está sirviendo de escaparate a algunos
resultados derivados del Human
Connectome Project.
La semana pasada expusimos
una investigación sobre la identidad individual que revela el conectoma.
En el caso que comentaremos hoy, se
estudió la relación del conectoma funcional (observado según un registro de
resonancia en estado de reposo) de más de 450 individuos con una
extensa serie de 280 medidas criterio de carácter demográfico (edad, sexo,
ingresos, nivel educativo, uso de sustancias, etc.), sobre estilo de vida
(violación de las convenciones sociales, etc.) y psicométricas (CI –capacidad
intelectual, lenguaje, etc.).
El resultado principal es demoledor: las regiones del cerebro
humano se coordinan para producir un modo general de funcionamiento positivo.
Es decir, el celebrado ‘positive manifold’ descubierto por Charles Spearman a comienzos del siglo pasado y que los psicólogos
diferenciales llevamos investigando desde entonces.
En palabras de los autores de este
informe:
“Esta covariación poblacional se parece a las descripciones
del factor general de inteligencia (g), aunque también incluye aspectos del
funcionamiento cotidiano, tales como la educación, los ingresos y la
satisfacción con la vida”.
Va a ser verdad eso de que (según Linda Gottfredson) la vida
es un enorme y larguísimo test de inteligencia.
Obsérvese que esa covariación ayudaría
a explicar por qué las medidas estandarizadas de capacidad intelectual predicen
un elevado número de fenómenos.
El caso es que el HCP se dirige a
comprender cómo las redes cerebrales integran información mediante un complejo
patrón de conexiones neuronales.
En esta investigación se consideran
200 regiones cerebrales para calcular sus conexiones. Las matrices de 200x200
para cada individuo se combinan en una super-matriz que incluye las matrices
individuales.
Seguidamente se aplican análisis de
correlación canónica (CCA) para estimar pares de variables canónicas
correspondientes a las medidas cerebrales de conectividad y a las medidas
criterio.
El resultado es un único y poderoso
componente CCA que relaciona ambas medidas.
El valor promedio es
extraordinariamente alto (r = 0.87).
Tal y como se muestra en la siguiente
figura, los individuos con altas puntuaciones en ese componente presentan
valores elevados en las variables criterio de carácter positivo (nivel de
vocabulario, inteligencia fluida, nivel educativo, satisfacción con la vida,
memoria operativa, comprensión lectora, control atencional, memoria, abandono
del hábito de fumar, ingresos, agudeza visual, ausencia de trastornos
psiquiátricos y neurológicos, velocidad
mental) y valores pequeños en las variables criterio de carácter negativo (uso
de sustancias, consumo de tabaco, problemas con el alcohol, problemas con el
sueño, agresividad, violación de las normas, estrés percibido, desórdenes de
pensamiento).
En los individuos con puntuaciones
bajas el patrón es inverso: valores altos en las variables criterio de carácter
negativo y valores bajos en las variables criterio de carácter positivo.
Además, quienes presentan altas
puntuaciones en ese componente general, poseen también una conectividad global
más fuerte que los que tienen bajas puntuaciones.
Las conexiones más relevantes se
sitúan en la corteza frontal medial, la corteza parietal, la unión (junction)
temporo-parietal, la insula anterior y el frontal operculum. Es decir,
conexiones habitualmente asociadas a la red por defecto (default mode network). Por cierto, la corteza dorsolateral
prefrontal no posee un protagonismo relevante.
En suma, el debate sobre el carácter
unitario de g (algo de lo que
hablaremos aquí en breve), puede ser historia: las diferencias individuales en ese
g unitario se sustentarían, según
esta investigación, en un mayor nivel de conectividad general entre regiones
clave del cerebro humano.
Los individuos que poseen un cerebro
mejor conectado son más inteligentes, pero también presentan un elevado número
de características socialmente positivas. Las diferencias de rendimiento en un
test estandarizado de inteligencia predicen muchas de esas características
simplemente porque tanto la primera como las segundas se apoyan en un mecanismo
general compartido.
Un mecanismo que reside entre
las cuatro paredes de nuestros cráneos.
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