viernes, 25 de septiembre de 2015

Primogénitos, segundogénitos y demás ralea

En 1996, Frank Sulloway publicó un best-seller (Born to Rebel) en el que sostuvo que los segundogénitos eran la caña. Pero la cosa se puso en duda. Las evidencias disponibles eran contradictorias, menos contundentes de lo que al autor del superventas le hubiese gustado. J. R. Harris, por ejemplo, sometió (en su obra ‘No Hay Dos Iguales’) la tesis de Sulloway a un duro escrutinio que les recomiendo revisar para sanear sus creencias al respecto.

Se publica ahora un artículo alrededor de la pregunta de si el orden de nacimiento posee alguna relación con las capacidades intelectuales y con los rasgos de personalidad. Se parte de una muestra de casi cuatrocientos mil estudiantes de secundaria extraída del ‘Project Talent’, aunque finalmente se consideran 263.712 individuos. Es decir, más de un cuarto de millón de personas con un nivel más que aceptable de representatividad.

El resultado principal se puede resumir así:

1.- La correlación entre el orden de nacimiento y la inteligencia es 0.04
2.- La correlación entre el orden de nacimiento y la personalidad es 0.02

Por tanto, nada de nada: el orden de nacimiento es un factor irrelevante.

La historia sobre el interés de esta cuestión es larga, pero quizá la más interesante posee un tinte evolucionista: los hermanos compiten por unos recursos limitados, de modo que desarrollan estrategias diferenciales para capturar la atención de los progenitores y acaparar esos recursos.

El primogénito intentaría, por ejemplo, agradar a los padres, y, por tanto, sería un individuo Responsable, que destacaría en las facetas más cognitivas de la Apertura a la Experiencia, sería dominante (Extraversión) y Neurótico. Quizá se tendría que explicar por qué ser más neurótico o dominante contribuye a agradar a los progenitores.

Los segundogénitos serían más originales y sociables, y, por tanto, destacarían en las facetas menos convencionales de la Apertura a la Experiencia, serían Cordiales y Extravertidos. Tampoco queda claro por qué ser más sociable o cordial les ayuda a competir con el primero en llegar a la familia.

En cuanto a la inteligencia, se ha supuesto que los primogénitos serían más capaces. Francis Galton, por ejemplo, observó una alta proporción de primogénitos entre los científicos ingleses más destacados. Su explicación fue (seguramente para sorpresa de muchos indocumentados) ambiental: los primeros en llegar a la familia atraen hacia sí más recursos.

Otra explicación sobre la mayor capacidad intelectual de los primogénitos proviene del famoso modelo de la confluencia: la cantidad de estimulación disponible en la familia depende del número de miembros, y, por tanto, los primeros tienen una ventaja: cuantos más adultos y menos niños, más rico es el ambiente intelectual.

También se ha sugerido, finalmente, que el ambiente prenatal se degrada con sucesivos embarazos perjudicando, de este modo, el desarrollo cerebral de los segundogénitos, etc.

Los autores de este informe discuten dos tipos de variables que han contribuido a que la evidencia resultase contradictoria. Por un lado, factores de confusión tales como el tamaño de la familia, el nivel socioeconómico de la familia, la estructura familiar, la edad y el sexo. Por otro, el uso de diseños inter-familiares (comparar niños de distintos familias) o intra-familiares (comparar niños de una misma familia).

Así, por ejemplo, si se observase una mayor inteligencia en los primogénitos, sin controlar por el tamaño de la familia, el efecto podría derivarse simplemente del hecho de que la inteligencia es heredable (los padres más inteligentes suelen tener menos niños). Además, suelen encontrarse más primogénitos en familias con mayor nivel socioeconómico porque, también en este caso, suelen tener menos niños. En otro orden de cosas, la edad es importante porque cualquier efecto visible en la infancia y la adolescencia puede desvanecerse con el paso de los años. De hecho, ese efecto es muy probable por lo que sabemos sobre la investigación en genética cuantitativa.

Cuando se compara a niños de distintas familias (diseños inter-familiares) se evalúan los factores psicológicos en personas sin relación de parentesco. Es decir, se compara las puntuaciones de los primogénitos y segundogénitos de distintas familias. Sin embargo, los intra-familiares evalúan hermanos de la misma familia, quienes, por tanto, presentan parentesco genético. Ninguno de los diseños es ideal. El segundo, por ejemplo, evalúa a los hermanos en el mismo momento, y, por tanto, es inevitable que el primogénito sea mayor.

Un modo de usar provechosamente el diseño inter-familiar es estudiar muestras de gran tamaño que, además, sean representativas de la población para poder controlar las variables que pueden ensuciar los resultados. Además, se puede comparar a primogénitos y segundogénitos de la misma edad.


En resumidas cuentas, los autores de este informe parten de las siguientes predicciones:

1.- Los hermanos mayores serán más inteligentes que los menores, según el modelo de la confluencia.
2.- Los hermanos mayores puntuarán más en Responsabilidad, Neuroticismo y las facetas de dominancia de la Extraversión, mientras que los menores puntuarán más en Cordialidad y las facetas de sociabilidad de la Extraversión, según el modelo de Sulloway.

Como se comentó anteriormente, los resultados rechazan las tendencias predichas.

Aún así, los autores se animan a realizar una comparación ideal en la que ambos padres crían a tres niños.

Ideal porque a) se controla el tamaño y background familiar, b) permite contrastar asociaciones sobre los rangos específicos del orden y c) evita diluir las correlaciones parciales al combinar el segundo con el tercer hermano.

Sin embargo, los valores apenas se movieron: en el caso de la inteligencia la correlación con el orden de nacimiento fue de 0.05 y para la personalidad fue de 0.03.

La conclusión es clara:

El orden de nacimiento es irrelevante para comprender el desarrollo de la inteligencia y el desarrollo de la personalidad”.

Con todo, confiesan que el estudio realmente ideal está por hacer.

¿Cómo sería ese estudio perfecto?

Sería un estudio longitudinal en el que los hermanos de una misma familia (diseño intra-familiar) son evaluados cuando tienen la misma edad mediante auto-informes, informes de los padres, informes de los amigos y tests de CI. Además, las familias deberían variar en nivel socioeconómico, edad de los padres, nivel educativo de los padres, estructura familiar, tamaño familiar, distancia en años que separa a los hermanos y tipo de parentesco (hermanos, hermanastros).

Dudo que este diseño ideal produzca resultados sorprendentes, pero siempre conviene dejar una puerta abierta al futuro descubrimiento. Por ahora, la conclusión es clara: olvídense de que el orden de nacimiento posee algún efecto sobre factores psicológicos tan relevantes como la capacidad intelectual o los rasgos esenciales de la personalidad humana.


2 comentarios:

  1. Claro y contundente...¿porque siempre vuelven los mismos temas a la palestra pública? Hace unas semanas un anuncio del efecto Rosenthal... Definitivamente a la Psicologia le cuesta avanzar y trasmitir sus avances a la Sociedad.

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  2. Gracias Antonio. Hay que dar esas batallas por perdidas, pero no la guerra. Saludos, R

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