En 1996, Frank Sulloway publicó un best-seller
(Born
to Rebel) en el que sostuvo que los segundogénitos eran la caña. Pero la
cosa se puso en duda. Las evidencias disponibles eran contradictorias, menos
contundentes de lo que al autor del superventas le hubiese gustado. J. R. Harris, por ejemplo, sometió (en
su obra ‘No Hay Dos Iguales’) la
tesis de Sulloway a un duro escrutinio que les recomiendo revisar para sanear
sus creencias al respecto.
Se publica ahora un
artículo alrededor de la pregunta de si el orden de nacimiento posee alguna
relación con las capacidades intelectuales y con los rasgos de personalidad. Se
parte de una muestra de casi cuatrocientos mil estudiantes de secundaria
extraída del ‘Project Talent’, aunque
finalmente se consideran 263.712 individuos. Es decir, más de un cuarto de
millón de personas con un nivel más que aceptable de representatividad.
El resultado principal se puede
resumir así:
1.- La correlación entre el orden de
nacimiento y la inteligencia es 0.04
2.- La correlación entre el orden de
nacimiento y la personalidad es 0.02
Por tanto, nada
de nada: el orden de nacimiento
es un factor irrelevante.
La historia sobre el interés de esta
cuestión es larga, pero quizá la más interesante posee un tinte evolucionista:
los hermanos compiten por unos recursos limitados, de modo que desarrollan
estrategias diferenciales para capturar la atención de los progenitores y
acaparar esos recursos.
El primogénito intentaría, por
ejemplo, agradar a los padres, y, por tanto, sería un individuo Responsable, que
destacaría en las facetas más cognitivas de la Apertura a la Experiencia, sería
dominante (Extraversión) y Neurótico. Quizá se tendría que explicar por qué ser
más neurótico o dominante contribuye a agradar a los progenitores.
Los segundogénitos serían más
originales y sociables, y, por tanto, destacarían en las facetas menos
convencionales de la Apertura a la Experiencia, serían Cordiales y Extravertidos.
Tampoco queda claro por qué ser más sociable o cordial les ayuda a competir con
el primero en llegar a la familia.
En cuanto a la inteligencia, se ha
supuesto que los primogénitos serían más capaces. Francis Galton, por ejemplo, observó una alta proporción de
primogénitos entre los científicos ingleses más destacados. Su explicación fue (seguramente
para sorpresa de muchos indocumentados) ambiental: los primeros en llegar a la
familia atraen hacia sí más recursos.
Otra explicación sobre la mayor
capacidad intelectual de los primogénitos proviene del famoso modelo de la confluencia: la cantidad
de estimulación disponible en la familia depende del número de miembros, y, por
tanto, los primeros tienen una ventaja: cuantos más adultos y menos niños, más
rico es el ambiente intelectual.
También se ha sugerido, finalmente,
que el ambiente prenatal se degrada con sucesivos embarazos perjudicando, de
este modo, el desarrollo cerebral de los segundogénitos, etc.
Los autores de este informe discuten
dos tipos de variables que han contribuido a que la evidencia resultase contradictoria.
Por un lado, factores de confusión tales como el tamaño de la familia, el nivel
socioeconómico de la familia, la estructura familiar, la edad y el sexo. Por
otro, el uso de diseños inter-familiares (comparar niños de distintos familias)
o intra-familiares (comparar niños de una misma familia).
Así, por ejemplo, si se observase una
mayor inteligencia en los primogénitos, sin controlar por el tamaño de la
familia, el efecto podría derivarse simplemente del hecho de que la
inteligencia es heredable (los padres más inteligentes suelen tener menos
niños). Además, suelen encontrarse más primogénitos en familias con mayor nivel
socioeconómico porque, también en este caso, suelen tener menos niños. En otro
orden de cosas, la edad es importante porque cualquier efecto visible en la
infancia y la adolescencia puede desvanecerse con el paso de los años. De hecho,
ese efecto es muy probable por lo que sabemos sobre la investigación en
genética cuantitativa.
Cuando se compara a niños de
distintas familias (diseños inter-familiares) se evalúan los factores
psicológicos en personas sin relación de parentesco. Es decir, se compara las
puntuaciones de los primogénitos y segundogénitos de distintas familias. Sin
embargo, los intra-familiares evalúan hermanos de la misma familia, quienes,
por tanto, presentan parentesco genético. Ninguno de los diseños es ideal. El
segundo, por ejemplo, evalúa a los hermanos en el mismo momento, y, por tanto,
es inevitable que el primogénito sea mayor.
Un modo de usar provechosamente el
diseño inter-familiar es estudiar muestras de gran tamaño que, además, sean
representativas de la población para poder controlar las variables que pueden
ensuciar los resultados. Además, se puede comparar a primogénitos y
segundogénitos de la misma edad.
En resumidas cuentas, los autores de
este informe parten de las siguientes predicciones:
1.- Los hermanos mayores serán más
inteligentes que los menores, según el modelo de la confluencia.
2.- Los hermanos mayores puntuarán
más en Responsabilidad, Neuroticismo y las facetas de dominancia de la
Extraversión, mientras que los menores puntuarán más en Cordialidad y las
facetas de sociabilidad de la Extraversión, según el modelo de Sulloway.
Como se comentó anteriormente, los
resultados rechazan las tendencias predichas.
Aún así, los autores se animan a
realizar una comparación ideal en la que ambos padres crían a tres niños.
Ideal porque a) se controla el tamaño
y background familiar, b) permite
contrastar asociaciones sobre los rangos específicos del orden y c) evita diluir
las correlaciones parciales al combinar el segundo con el tercer hermano.
Sin embargo, los valores apenas se
movieron: en el caso de la inteligencia la correlación con el orden de
nacimiento fue de 0.05 y para la personalidad fue de 0.03.
La conclusión es clara:
“El orden de nacimiento es irrelevante para comprender el
desarrollo de la inteligencia y el desarrollo de la personalidad”.
Con todo, confiesan que el estudio
realmente ideal está por hacer.
¿Cómo sería ese estudio perfecto?
Sería un estudio longitudinal en el
que los hermanos de una misma familia (diseño intra-familiar) son evaluados
cuando tienen la misma edad mediante auto-informes, informes de los padres,
informes de los amigos y tests de CI. Además, las familias deberían variar en
nivel socioeconómico, edad de los padres, nivel educativo de los padres,
estructura familiar, tamaño familiar, distancia en años que separa a los
hermanos y tipo de parentesco (hermanos, hermanastros).
Dudo que este diseño ideal produzca
resultados sorprendentes, pero siempre conviene dejar una puerta abierta al
futuro descubrimiento. Por ahora, la conclusión es clara: olvídense de que el
orden de nacimiento posee algún efecto sobre factores psicológicos tan
relevantes como la capacidad intelectual o los rasgos esenciales de la
personalidad humana.
Claro y contundente...¿porque siempre vuelven los mismos temas a la palestra pública? Hace unas semanas un anuncio del efecto Rosenthal... Definitivamente a la Psicologia le cuesta avanzar y trasmitir sus avances a la Sociedad.
ResponderEliminarGracias Antonio. Hay que dar esas batallas por perdidas, pero no la guerra. Saludos, R
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