Estuve de excursión por Euskadi este
verano de 2015.
Recorrí la escarpada y bella Costa de
Vizcaya y Guipúzcoa, parando en Zarauz y Guetaria, por ejemplo.
En la Plaza del Pueblo de Zarauz se desplegaba
un enorme cartel en el que se podía leer, en inglés, el siguiente mensaje:
“Welcome.
Tourist
remember: this is neither Spain, nor France.
You
are in the BASQUE COUNTRY”.
Ignoro por qué se usaban caracteres
en azul
y negro para las distintas partes
del escrito.
Me pregunto por qué no se usaba ese
idioma rico y universal que es el Euskera.
Si se está en el país vasco debe notarse, ¿no?
Si se está en el país vasco debe notarse, ¿no?
Durante un rato estuve dándole
vueltas a si debía considerarme un turista, pero la duda no duró demasiado.
En no pocos balcones colgaban
mensajes en los que se reclamaba la liberación de presos etarras, es decir, de
individuos que habían asesinado ciudadanos españoles para extorsionar a los
gobernantes legítimamente elegidos para que ‘negociasen’ la independencia de
Euskadi.
Los carteles exigían la liberación de
quienes habían extorsionado a sus compatriotas adinerados para que
contribuyesen con sus fondos a la compra de armas que pondrían en la sien de
jóvenes, de representantes elegidos por sus semejantes, en lugares como Ermua (lugar que también crucé, sin parar).
Dinero con el que poder comprar bombas que colocarían en coches que
estacionarían en los aparcamientos de centros comerciales, a los que inocentes
familias acudían para hacer sus compras y pasar una agradable tarde, pero que,
por caprichos de un destino cruel cuidadosamente planificado, terminarían
calcinados.
También pude visualizar Herriko
Tabernas en las que había carteles, nada sutiles, en la puerta de entrada, con
una bandera combinada de Euskadi y Cataluña que incluía el siguiente texto en
español (si, ahora se usaba el español, con ñ):
“Catalunya no camina sola”.
No hacía falta concretar hacia dónde.
En suma, me sentí en tierra hostil.
Observé que un puñado de ciudadanos
vascos habían decidido expresar sus tendencias espontáneamente mediante
carteles bastante explícitos, mientras otro puñado huía a la comunidad autónoma
vecina. También vi que organismos oficiales se manifestaban (en inglés, eso si)
en pro de unas tendencias claramente centrífugas, saltándose los canales
oficiales, legítimos, para expresarse.
Quienes visitan ese lugar de la
península ibérica volverán a sus hogares con la sensación de que en España hay
un problema gordo, muy gordo. Un país, o nación, en el que una parte
significativa de los ciudadanos desean algo que el Estado se niega a
concederles. Un Estado que, por lo que parece, les oprime y les impide ejercer
su libertad de elección como pueblo.
Existe una presión ambiental poderosa
que intimida a quienes puedan discrepar. Quizá sean quienes sazonan con sus
cuerpos serranos las deliciosas playas de Cantabria. Ahora no se les amenaza de
muerte, pero los mecanismos de condicionamiento reforzados en el pasado no se
desvanecen así como así. Los fantasmas influyen en la realidad cotidiana de
modos difíciles de cuantificar.
En este tribal contexto,
recientemente leí una entrevista al actor gallego (de Vigo, en concreto) Manuel Manquiña, en el que se expresaba
en unos términos que me resultan bastante oportunos.
La entrevista se publicó en el diario
nacionalista gallego ‘Praza Publica’.
Entre otras cosas, Manquiña dijo:
“Yo creo en la libertad de la
gente por encima de la libertad de los lugares
y de las patrias.
Para
mi no existen las culturas colectivas, no existe el pueblo.
Un
pueblo no es superior al individuo.
Creo
en la potencia del individuo.
Cuando
se pretende unificar el comportamiento, ¡buf!
Eso
es un problema muy grave en un país.
Un
grupo de zumbaos emplean un poder de presión para decirle a la gente lo que
tiene que hacer.
Yo
creo en la libertad del individuo, no en el
bilingüismo, ni el trilingüismo.
Lo
primero que hacen todos los nacionalismos es luchar contra la libertad del
individuo y homogeneizar el comportamiento de la gente.
Por
eso los nacionalismos son
enemigos absolutos de la libertad.
Ellos
hablan de la libertad de un pueblo y de un territorio.
Para
mi el territorio y el pueblo no son nada.
Lo
que importa es el individuo.
El
respeto a los individuos es lo que debe prevalecer.
El
territorio no opina ni cotiza.
Pago
yo”.
Pagamos muchos el precio de los
deseos de quienes quieren imponerse mediante la extorsión y el terror,
auto-adjudicándose una representatividad que no son capaces de ganar
legítimamente.
Muy mal asunto con peor solución.
Pero tendremos que encontrarla, aunque haya que seguir pagando.
Debilidad de los sucesivos gobiernos
ResponderEliminarUna debilidad negligente y bárbara.
ResponderEliminarMuy bien expresado y sintetizado, Manquiño. Gracias por darle difusión,
ResponderEliminarComo diría Chesterton, cualquiera que leyera esto podría pensar que estamos, si no en el infierno, al menos en el limbo. Y, sin embargo, nada más alejado de la realidad. Precisamente este verano ha sido extraordinario desde el punto de vista turístico y de tranquilidad social, lo que pueden atestiguar tanto los nativos como los foráneos –sean de la península como los extranjeros-, en particular en los pueblos que se citan. Este es un claro ejemplo de cómo la inteligencia puede aliarse con el prejuicio y de que el viajar por si mismo –al contrario de lo que suele afirmarse- no cura el integrismo, salvo que el sr.Colom no haya estado efectivamente allí y se haya servido de comentarios de terceros –que todo puede ser-.Una recomendación: cuando viaje trate de ser honesto con la realidad de los hechos que presencia, sin caer en generalizaciones fáciles –como buen científico que se precie-;aunque me hago cargo de que para ud. conducirse de esa manera debe resultar bastante costoso, ya que manifestarse en contra de ciertas posiciones en Euskadi todavía otorgan mucho rédito personal en ciertas esferas de influencia y poder -fácilmente deducibles-.
ResponderEliminarMe limito a expresar la desagradable sensación vivida al visitar personalmente esos lugares. Una sensación naturalmente subjetiva, pero no por ello irreal. No veo dónde está el prejuicio. Lo que hago es un juicio. Tampoco percibo integrismo en el documento. El integrismo está en el nacionalismo “enemigo absoluto de la libertad individual”, como subraya asertivamente Manquiña. Una recomendación: cuando lea, trate de no ignorar la esencia del texto o de hacer atribuciones gratuitas y fantasiosas.
ResponderEliminarPara Anónimo: no se ancle en el anonimato y ponga su nombre, sea valiente.
ResponderEliminarEs precisamente la elección de los ejemplos citados -con nombres y apellidos- en el contexto socio-temporal de este verano y la consiguiente interpretación que ud. hace de los mismos en el sentido “de que existe una presión ambiental poderosa que intimida a quienes puedan discrepar” lo que ha motivado la iniciativa de mis comentarios. Zarauz y Guetaria son poblaciones eminentemente turísticas, que durante los veranos reciben la afluencia de gran cantidad de turistas, particularmente de Madrid, Cataluña y el resto de España, amén de numerosos extranjeros –bien franceses como anglosajones-.Por cierto, turistas que suelen volver en gran número año a año. El hábito de colocar la bandera de “Basque country” no nace ahora, sino que tiene una historia de al menos 15 a 20 años, para dar a conocer una determinada visión política –con la que se puede o no estar de acuerdo, según cada cual-.Otra costumbre habitual es la de colocar carteles o exhibir mensajes solicitando el acercamiento de presos a cárceles de Euskadi –que no la liberación de presos como se dice, salvo algún puntual por motivos sanitarios-.En cualquier caso, modos de expresión que no afectan para nada al libre transcurrir de los ciudadanos que nos visitan en verano, particularmente este último. Y no es una mera apreciación subjetiva: no tiene más preguntar a los –supongo fiables- numerosos visitantes madrileños que nos visitan, que repiten años tras año. Respecto a lo que ocurre en el otro extremo, los límites de Vizcaya y Cantabria –a los que parece aludir- sé lo suficiente para saber que el tránsito de vizcaínos hacia la otra comunidad se debe sobre todo a razones económicas de carestía de la vivienda en este lado, como asimismo ocurría con el tránsito de guipuzcoanos hacia Hendaya, más que a razones que ud. parece dejar caer.No seré yo quien justifique los desmanes de Eta, pero basar sus comentarios en ejemplos de tan escaso rigor e ironía, no es propio de una mente científica como la suya y, como no le creo tan ingenuo, es lo que me lleva a pensar que ha visitado estas zonas con ciertos “clichés” –propios de otra época-Yo a eso no lo llamo juicio sino prejuicio, cuando se contrasta con la opinión de la mayoría que puede tener conocimiento al respecto.
ResponderEliminarPara la señora Angeles Quiroga: recordarle que ser valiente en este país no ha sido nada fácil, ya que algunos parecen olvidar que han actuado ambos extremos, no sólo Eta. Para su interés le diré que soy policía en activo, psicólogo, que vivo cerca de las localidades arriba referidas y que en verano alterno con muchos ciudadanos procedentes de otras comunidades. Que no tengo por costumbre hablar de oídas ni al dictado de nadie.