Se supone que del Pozo puede
revolucionar la educación en Cataluña basándose en la teoría educativa del
Profesor de Harvard, Howard Gardner, que lleva aplicando desde los años 90.
Esta monja ha declarado, por ejemplo,
que “una persona
competente debe ser capaz de hacerlo todo” (estudiar y divertirse
practicando deporte o tocando el piano, por ejemplo).
Vale, pero ¿cómo se logra ese
objetivo? Según ella, consiguiendo que el alumno sea proactivo en el proceso de
educarse: “se
trabaja el aprendizaje cooperativo, la inteligencia interpersonal y la
intrapersonal, la psicología del optimismo de Martin Seligman y lo racional-emotivo”.
Un día típico de un estudiante del
Colegio de Montserrat consiste en:
1. Tomar conciencia de que ha
comenzado el día.
2. Preparar el plan para el día, la
semana y, en su caso, el mes.
3. Desarrollar las clases como
proyectos.
El alumno debe ser autónomo, pero
debe rendir cuentas a sus compañeros y al profesor.
El estudiante no obtiene una buena
calificación logrando la nota adecuada en un examen, sino según el trabajo
desarrollado diariamente.
Supongo que han supuesto que soy
extraordinariamente escéptico sobre lo que se supone que este colegio puede
hacer por los estudiantes. No tengo dudas sobre que los chavales se lo pasen en
grande o que los padres estén contentísimos porque sus retoños van animadísimos
al colegio.
Sin embargo, me gustaría averiguar cuál
es su nivel de conocimientos en matemáticas, física, química o lengua, por
ejemplo. Tengo la inquietante sensación de que el aprendizaje cooperativo no
constituye una técnica particularmente adecuada para aprender integrales. O que
la inteligencia interpersonal permita comprender la tabla periódica, aunque
pueda ayudar a redimensionar el cosmos conocido. O que la psicología del
optimismo estimule la identificación del predicado de una oración.
Cuando, hace algunos años, impartía
clases en una asignatura optativa sobre la inteligencia humana (si, ese rasgo
psicológico que se ha convertido en un paria en el mundo de la educación
universitaria), solía recomendarles lo siguiente a los estudiantes que deseaban
amasar un sustancioso capital a resultas de su trabajo como psicólogos
educativos una vez concluida su formación:
1. Únete a otros psicólogos que
confíen en ti (no en vano fuiste alumno de la UAM).
2. Busca y encuentra algún socio capitalista
que sea, además, inteligente.
3. Funda un colegio en una zona cool de Madrid, Barcelona, Salamanca o
Córdoba.
4. Ponle un nombre inglés. Huye de nombres
como ‘Colegio Gallardón’ o ‘Colegio Pujol’.
5. Despliega una agresiva campaña
publicitaria en la que se diga lo siguiente (así, en plan El Corte Inglés).
Matricule
a su hijo en nuestro colegio (‘Speed-Human’ mola como posible nombre para el
centro) y le garantizamos que aprobará, con nota, todas y cada una de las
asignaturas.
No
solo eso, sino que además superará sin ningún problema cualquier proceso de
selección para ingresar en la Universidad.
Estamos
tan seguros de la calidad de nuestro producto que, si fracasamos (y eso no
sucederá) le devolveremos su dinero.
Ignoro si alguien me hizo caso,
aunque seguro que puedo dar por hecho que no.
Y ello a pesar de que, generosamente,
les hice depositarios del secreto para triunfar: los alumnos de nuevo ingreso
serían cuidadosamente seleccionados según su CI. El centro se reservaría el
derecho de rechazar a quien considerase oportuno. O sea, el derecho de admisión.
Con ese pool de alumnos seleccionados según su nivel intelectual, el éxito
estaría garantizado. Serían, como declara del Pozo, estudiantes competentes.
Hasta las peregrinas propuestas de
Gardner servirían en tales circunstancias.
¡Que desfasado lo veo, don Roberto! ¿Es que aún no se ha enterados de que los conocimientos ya no son importantes?
ResponderEliminarEs lo que tiene ser un T-Rex intelectual.
ResponderEliminarSuerte tienen todos proyectos educativos bienintencionados de que la garantía de su éxito la pone el "material" humano que les llega. Las capacidades y disposiciones que los estudiantes aportan a las escuelas, colegios e institutos, a poco que les ofrezcan oportunidades de desarrollo personal, hacen que "parezca" que el modo y manera como les educan es el "todo" del resultado. Cualquier proyecto educativo es bueno mientas sirva de amparo a las demandas del desarrollo y crecimiento de los niños y adolescentes en crecimiento.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo Antonio, siempre que el proyecto educativo no les haga daño, algo que denunció con asertividad Murray en su estimulante libro sobre educación (Real education). El mundo está lleno de buenas intenciones.
ResponderEliminarA propósito de Murray; en su libro Real Education también subraya que en caso de existir las 7, 8, o x inteligencias múltiples de la teoría de Gardner, apenas 4 son verdaderamente relevantes para la vida adulta en casi cualquier campo: la lógica-matemática, la verbal o lingüística, la intrapersonal y la interpersonal.
ResponderEliminarEn cuanto a la señorita Montserrat Pozo, es obvio que está poseída por el romanticismo educativo. Éste, si bien está en cada uno de nosotros interesados en mejorar la educación para, así, procurar mejorar a las personas por su bien y por el de los demás, también puede ser en ocasiones tan intenso que llegue a cegarnos impidiendo que veamos la realidad. Y todo educador, como todo profesional, ha de conocer la realidad con la que trabaja, no sólo desear su mejora, sino hacerlo a sabiendas de las condiciones y límites que la naturaleza impone más allá de nuestros anhelos.