Un equipo de científicos de Latino-América,
coordinados por la Dra. Carmen Flores-Mendoza (infatigable trabajadora), acaba
de publicar un
interesantísimo artículo en la revista ‘Intelligence’.
Tuve el privilegio de participar en
las discusiones de las primeras fases (hace casi una década) en las que el
equipo se planteó materializar el ingente esfuerzo que supondría alcanzar el
objetivo de evaluar, usando los mismos instrumentos, individuos de Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y España.
El informe que estamos comentando
ahora considera los conocimientos escolares, la capacidad intelectual y el
nivel socioeconómico. Se estudia a casi cuatro mil escolares de 66 colegios con
edades comprendidas entre los 14 y los 15 años. La inteligencia se mide a
través del test de Raven y el conocimiento escolar con una versión de los tests
PISA.
Hay una enorme cantidad de resultados
en ese informe y su lectura directa es tan recomendable como necesaria. Pero
daremos aquí algunas pinceladas para provocar un acercamiento.
Se aprecia una relación entre el
rendimiento en el Raven y en PISA de 0.6 a nivel individual, aunque a nivel de
país la relación es de 0.9. Además, existe una significativa influencia de las
diferencias de nivel socioeconómico (SES) que separan a las escuelas sobre PISA
(35%) y levemente sobre el nivel intelectual valorado con el Raven (6%). Por
tanto, las diferencias de SES contribuyen seis veces más a explicar las
diferencias de conocimientos escolares que de inteligencia.
Este equipo de científicos está
interesado en responder a la pregunta de si los países considerados poseen el
capital humano necesario para satisfacer las exigencias del siglo XXI:
“las evaluaciones internacionales deben ser una medida válida
para valorar si un país está preparado para enfrentarse a los retos de esta
nueva era”.
Desde esta perspectiva, PISA ha
venido revelando un bajo nivel en los países Latino-Americanos. Pero, además,
en esos países se ha observado un notable efecto de las diferencias
socioeconómicas que separan a las distintas escuelas (SES-School), en contra de
lo que sucede en, por ejemplo, Europa o América del Norte.
Una de las características de esta
investigación, que la convierten en única, es que se considera y valora
expresamente el nivel intelectual de cada uno de los participantes, además de
su nivel de conocimientos escolares y del SES, tanto individual como escolar:
“son necesarios estudios que consideren las variables
esenciales en educación (inteligencia, rendimiento escolar y SES)
(…)
la variabilidad presente en cada país se pierde cuando se agregan los datos
(…)
no existen estudios en los que se pueda observar los resultados cognitivos
directos de distintos países”.
Esta investigación aprecia que las
diferencias de SES influyen bastante más sobre el nivel de conocimientos
escolares que sobre el nivel intelectual de los estudiantes. Además, las
diferencias que separan a los países en PISA son menores que las que les
separan en nivel intelectual. Sin embargo, como señalan los autores, las
variables consideradas interactúan de modos complejos, por lo que un análisis
multivariado resulta esencial.
Uno de los principales resultados de
esa clase de análisis es que la variable más ignorada en las comparaciones
internacionales sobre conocimientos escolares, es decir, la capacidad
intelectual, resulta ser una poderosa influencia sobre el desempeño académico.
Además, la evidencia apoya la idea de
que lo que se aprende en la escuela está más sujeto a las contingencias ambientales
que lo que valora un test de inteligencia. Por tanto, concluyen los autores,
existe un considerable margen de acción sobre lo que puede aprenderse en el
colegio. Esto resulta particularmente pertinente para países en desarrollo en
los que persisten sustanciales diferencias socioeconómicas.
Ojalá esta investigación se convierta
en un referente para los futuros estudios en los que organizaciones como la
OCDE se pregunten por el capital humano de las naciones. Es absurdo estudiar
las variaciones en conocimientos escolares ignorando el nivel intelectual de
quienes son evaluados. El extenso informe publicado por este grupo de
científicos latinoamericanos es un magnífico ejemplo de lo que debería hacerse,
de lo que no debería estar permitido ignorar.
Si se me permite, terminaré este
breve post con un comentario crítico
menor. El informe destila la sensación de que la inteligencia fluida no puede ser
modificada, y, por tanto, se deben dirigir los esfuerzos hacia la mejora en el
nivel de conocimientos escolares (y, quizá, de la inteligencia cristalizada),
dejando a un lado esa capacidad de carácter más abstracto y supuestamente
intratable.
Dudo de que sea esa la estrategia más
eficiente. La propia Flores-Mendoza ha estudiado las
ganancias generacionales de inteligencia en Brasil, en otra investigación
que también puede considerarse única y que logró capturar la atención de James
Flynn:
“El hecho de que las diferencias entre nuestras mentes y las
de nuestros antepasados sean sutiles solamente nos pone las cosas algo más
complicadas.
Sería
estupendo disponer de una máquina del tiempo para estudiar a nuestros
antepasados directamente.
[El
artículo de Flores-Mendoza] nos da pistas, no obstante, porque ha estudiado a
un grupo de personas que presenta el mismo perfil de CI que nuestros ancestros
y cuyas condiciones sociales son similares”
(What is intelligence? Beyond the
Flynn effect. Cambridge University Press).
La mejora generacional en el test de
Raven en Brasil abre la puerta a la posibilidad de incrementar el nivel de
inteligencia fluida, la capacidad para razonar sobre la marcha sin necesidad de
recurrir a conocimientos previos.
A mi juicio, necesitamos estrategias
de actuación multivariadas. La inteligencia fluida se encuentra fuertemente
correlacionada con la cristalizada. Aunque sea tentador centrarse en la segunda
ignorando la primera, opino que deberíamos ‘atacar’ tanto a la inteligencia
como proceso (fluida) como a la inteligencia como conocimiento (cristalizada).
El conocimiento es insuficiente. Lo que produce la diferencia es el uso
inteligente que se haga de ese conocimiento.
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