lunes, 19 de enero de 2015

Study of the Latin-American Intelligence (SLATINT)

Un equipo de científicos de Latino-América, coordinados por la Dra. Carmen Flores-Mendoza (infatigable trabajadora), acaba de publicar un interesantísimo artículo en la revista ‘Intelligence’.

Tuve el privilegio de participar en las discusiones de las primeras fases (hace casi una década) en las que el equipo se planteó materializar el ingente esfuerzo que supondría alcanzar el objetivo de evaluar, usando los mismos instrumentos, individuos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y España.

El informe que estamos comentando ahora considera los conocimientos escolares, la capacidad intelectual y el nivel socioeconómico. Se estudia a casi cuatro mil escolares de 66 colegios con edades comprendidas entre los 14 y los 15 años. La inteligencia se mide a través del test de Raven y el conocimiento escolar con una versión de los tests PISA.

Hay una enorme cantidad de resultados en ese informe y su lectura directa es tan recomendable como necesaria. Pero daremos aquí algunas pinceladas para provocar un acercamiento.

Se aprecia una relación entre el rendimiento en el Raven y en PISA de 0.6 a nivel individual, aunque a nivel de país la relación es de 0.9. Además, existe una significativa influencia de las diferencias de nivel socioeconómico (SES) que separan a las escuelas sobre PISA (35%) y levemente sobre el nivel intelectual valorado con el Raven (6%). Por tanto, las diferencias de SES contribuyen seis veces más a explicar las diferencias de conocimientos escolares que de inteligencia.

Este equipo de científicos está interesado en responder a la pregunta de si los países considerados poseen el capital humano necesario para satisfacer las exigencias del siglo XXI:

las evaluaciones internacionales deben ser una medida válida para valorar si un país está preparado para enfrentarse a los retos de esta nueva era”.

Desde esta perspectiva, PISA ha venido revelando un bajo nivel en los países Latino-Americanos. Pero, además, en esos países se ha observado un notable efecto de las diferencias socioeconómicas que separan a las distintas escuelas (SES-School), en contra de lo que sucede en, por ejemplo, Europa o América del Norte.

Una de las características de esta investigación, que la convierten en única, es que se considera y valora expresamente el nivel intelectual de cada uno de los participantes, además de su nivel de conocimientos escolares y del SES, tanto individual como escolar:

son necesarios estudios que consideren las variables esenciales en educación (inteligencia, rendimiento escolar y SES)
(…) la variabilidad presente en cada país se pierde cuando se agregan los datos
(…) no existen estudios en los que se pueda observar los resultados cognitivos directos de distintos países”.


Esta investigación aprecia que las diferencias de SES influyen bastante más sobre el nivel de conocimientos escolares que sobre el nivel intelectual de los estudiantes. Además, las diferencias que separan a los países en PISA son menores que las que les separan en nivel intelectual. Sin embargo, como señalan los autores, las variables consideradas interactúan de modos complejos, por lo que un análisis multivariado resulta esencial.

Uno de los principales resultados de esa clase de análisis es que la variable más ignorada en las comparaciones internacionales sobre conocimientos escolares, es decir, la capacidad intelectual, resulta ser una poderosa influencia sobre el desempeño académico.

Además, la evidencia apoya la idea de que lo que se aprende en la escuela está más sujeto a las contingencias ambientales que lo que valora un test de inteligencia. Por tanto, concluyen los autores, existe un considerable margen de acción sobre lo que puede aprenderse en el colegio. Esto resulta particularmente pertinente para países en desarrollo en los que persisten sustanciales diferencias socioeconómicas.

Ojalá esta investigación se convierta en un referente para los futuros estudios en los que organizaciones como la OCDE se pregunten por el capital humano de las naciones. Es absurdo estudiar las variaciones en conocimientos escolares ignorando el nivel intelectual de quienes son evaluados. El extenso informe publicado por este grupo de científicos latinoamericanos es un magnífico ejemplo de lo que debería hacerse, de lo que no debería estar permitido ignorar.

Si se me permite, terminaré este breve post con un comentario crítico menor. El informe destila la sensación de que la inteligencia fluida no puede ser modificada, y, por tanto, se deben dirigir los esfuerzos hacia la mejora en el nivel de conocimientos escolares (y, quizá, de la inteligencia cristalizada), dejando a un lado esa capacidad de carácter más abstracto y supuestamente intratable.


Dudo de que sea esa la estrategia más eficiente. La propia Flores-Mendoza ha estudiado las ganancias generacionales de inteligencia en Brasil, en otra investigación que también puede considerarse única y que logró capturar la atención de James Flynn:

El hecho de que las diferencias entre nuestras mentes y las de nuestros antepasados sean sutiles solamente nos pone las cosas algo más complicadas.
Sería estupendo disponer de una máquina del tiempo para estudiar a nuestros antepasados directamente.
[El artículo de Flores-Mendoza] nos da pistas, no obstante, porque ha estudiado a un grupo de personas que presenta el mismo perfil de CI que nuestros ancestros y cuyas condiciones sociales son similares
(What is intelligence? Beyond the Flynn effect. Cambridge University Press).

La mejora generacional en el test de Raven en Brasil abre la puerta a la posibilidad de incrementar el nivel de inteligencia fluida, la capacidad para razonar sobre la marcha sin necesidad de recurrir a conocimientos previos.

A mi juicio, necesitamos estrategias de actuación multivariadas. La inteligencia fluida se encuentra fuertemente correlacionada con la cristalizada. Aunque sea tentador centrarse en la segunda ignorando la primera, opino que deberíamos ‘atacar’ tanto a la inteligencia como proceso (fluida) como a la inteligencia como conocimiento (cristalizada). El conocimiento es insuficiente. Lo que produce la diferencia es el uso inteligente que se haga de ese conocimiento.


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