viernes, 16 de enero de 2015

Libertad y privacidad –por Luís Martínez Gálvez

De un tiempo a esta parte, nuestra sociedad contempla, impávidamente, cómo se atacan y recortan nuestras libertades bajo cualquier pretexto.

Por ejemplo, tras el atentado de Paris, el Primer Ministro de Reino Unido ha declarado a The Independent:

"En nuestro país, ¿queremos permitir medios de comunicación entre personas que incluso en situaciones extremas, con la firma y la garantía del Secretario de Estado, no podemos leer?"

Su respuesta ha sido un tajante:

"No podemos permitirlo".

Todo para obtener una falsa sensación de seguridad o Dios sabe qué otros intereses.

Conseguir un respeto a nuestra libertad de comunicación nos ha costado muchos años y otras tantas luchas. Sigue incompleta, pero, ahora parece que se quiere volver atrás usando un atentado como excusa.

¿Y luego qué?

La extrema derecha francesa quiere cerrar las fronteras y eliminar el tratado de Schengen.

La Unión Europea se forjó a través de un conjunto de valores comunes y universales que deben ser protegidos. Los políticos europeos deberían de ser más prudentes en respuesta a un atentado, sin olvidarse de esos valores y evitando declaraciones que contradicen los motivos por los que se creó la UE.

Además, las acciones que parecen querer materializarse en la UE ya se pusieron en práctica después del 11 de Septiembre. Saltándose las leyes vigentes, la NSA tuvo acceso a todas las comunicaciones del planeta poniendo bajo vigilancia a millones de ciudadanos a cambio de nada.

En España, el gobierno acaba de aprobar la nueva ley de propiedad intelectual. Con el fin de favorecer al lobby de AEDE, ha llevado, entre otras cosas, a que Google cerrase su servicio de noticias (“Google News”) al negarse a pagar por indexar noticias de esos medios. Conviene saber que era un servicio (a) por el que Google no obtenía beneficio alguno, puesto que no lo monetizaba con publicidad y (b) presente en más de setenta países y 35 idiomas.

El gobierno saca una ley al antojo de un lobby a cambio de que la línea editorial de estos se condicione a la financiación gubernamental y con una contraprestación económica vía Canon para ellos y un claro recorte de la libertad de expresión.

Otro caso es la Ley de Servicios de la Sociedad de información y de Comercio Electrónico (LSSI) que regula las comunicaciones electrónicas.

¡Que avanzados somos!

Podemos mandar libremente una carta postal, sin ninguna restricción: hacemos un listado de nuestros posibles clientes, imprimimos nuestras etiquetas y franqueamos nuestras cartas.

Pero si queremos hacer eso mismo de forma electrónica (donde no usamos ninguna empresa estatal, como correos), es decir, usando el email, entonces se necesita pedir un consentimiento previo al potencial cliente.

El mismo contenido que pude enviar por carta, no puedo hacerlo vía email, porque el estado ha decidido proteger de posibles abusos a los ciudadanos. Podemos llenarle el buzón físico de cartas, pero la bandeja de entrada de su correo electrónico queda protegida por esta Ley.

En la práctica, esto supone una importante traba para cualquier pequeña empresa que quiera comercializar sus productos en España. Se da la circunstancia de que recibimos diariamente multitud de correos SPAM (normalmente de direcciones internacionales), sin nadie que nos proteja. Pero poco se puede hacer si una empresa española quiere hacer una campaña de marketing de 1.000 envíos a clientes realmente potenciales del servicio ofertado. Legalmente, tendría que ponerse en contacto con esos 1.000 clientes para pedirles autorización y hacerlo de forma que quede grabado, por si la AEPD (Agencia Española de Protección de Datos) reclama esa información.

Cualquier campaña se hace así inviable para una empresa pequeña, lo que beneficia claramente a las grandes empresas. Gracias a su estructura, sus departamentos comerciales y sus departamentos de telemarketing, el inconveniente de la ley es insignificante para el pez grande.

Es este otro caso en el que, en aras de la privacidad, se está perjudicando a los más débiles con un trasfondo claramente económico.

En fin, esta clase de coyunturas me produce la sensación de que quieren coartar nuestras libertades con cualquier excusa. Nuestra privacidad es una moneda de cambio de los intereses económicos con los que se trafica.


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