Hace una década, Félix García Moriyón
me hizo una extensa entrevista sobre la psicología de las emociones para la
revista ‘Diálogo Filosófico’. No
estoy seguro de haber cumplido sus expectativas, aunque pueden valorarlo
ustedes mismos descargando el siguiente archivo.
Fueron varios los temas considerados
a lo largo del intercambio de preguntas y respuestas. En esencia mantuve que:
1. Las emociones se resisten a
nuestro control racional.
2. La pretensión de moldear las
emociones es sospechosa.
3. La sociedad es la suma de sus
partes.
4. Goleman reaccionó al mensaje de ‘The Bell Curve’ de Herrnstein & Murray
a través de la desgraciadamente famosa inteligencia emocional.
5. Las emociones son ingobernables.
6. Las emociones no se eligen, sino
que se contraen, como la gripe.
7. Las diferencias (emocionales) que
separan a una mujer de otra mujer tomada al azar de la población, son
sustancialmente mayores que la diferencia promedio entre ellos y ellas.
8. El hombre no es bueno o malo por
naturaleza porque ese hombre no existe.
9. Matizando a Ortega, ‘mis circunstancias
dependen bastante de mi yo’.
10. ¿Sería legítimo manipular nuestra
naturaleza?
2015 podría ser un bueno año para esforzarse
por cerrar el capítulo sobre las emociones humanas.
Ahora que ya hemos deglutido un 15% de
siglo XXI, permítanme invitarles a que aceptemos, sin reservas, nuestra
inutilidad para gestionar de una manera sensata (racional) las emociones.
Una vez admitido el hecho, dejemos
que entes carentes de toda emoción humana nos gobiernen. Un sistema inteligente
sin rastro emocional mejoraría nuestra breve estancia sobre el planeta Tierra
de modos difíciles de calcular.
Aquí
tienen un listado más o menos arbitrario de esas emociones que tanto se valoran,
habitual y románticamente, por doquier: alegría,
amor, angustia, asco, celos, compasión, culpa, depresión, desánimo, desesperación, desconfianza, entusiasmo, envidia,
esperanza, hastío,
hostilidad, indiferencia,
insatisfacción, inseguridad,
fastidio, frustración,
ira, irritación, miedo, negación, odio, ofensa, ofuscación, optimismo, orgullo, paciencia, pánico, preocupación, pesimismo,
rebeldía, rencor,
repugnancia, resignación,
satisfacción, serenidad,
soberbia, sorpresa,
temor, ternura, tranquilidad, tristeza,
vergüenza.
Me cuesta encontrar argumentos convincentes sobre la
relevancia positiva de estas emociones.
Imaginen un mundo sin angustia, asco, celos, culpa,
depresión, desánimo, desesperación,
desconfianza, envidia, hastío, hostilidad, indiferencia, insatisfacción, inseguridad,
fastidio, frustración, ira, irritación, miedo, negación, odio, ofensa, ofuscación, orgullo,
pánico, preocupación, pesimismo, rebeldía, rencor, repugnancia,
resignación, soberbia, temor, tristeza o vergüenza.
Nuestro neocortex es una potente máquina de razonar, pero
luce cuando logramos que nuestras emociones no interfieran con el proceso de
pensamiento. Todo aquello que nos hace sufrir proviene de nuestro fracaso para
mantener a raya las emociones.
Aunque sepamos cuál es la acción correcta, optamos por
vías diferentes, altamente cuestionables desde una perspectiva moral, para
satisfacer nuestros celos, nuestra envidia, nuestra hostilidad, nuestra ira,
nuestro miedo, nuestro odio, nuestro orgullo, nuestro rencor o nuestro temor.
Desgraciadamente no podemos extirparnos el paleo-cortex,
así que, tristemente, las emociones seguirán acompañados durante bastante
tiempo todavía. Por tanto, ¿cómo lograr combatir esa epidemia que nos viene
acompañando desde hace miles de años?
Ahora tenemos la solución a nuestro alcance.
Basta con programar una máquina a la que nombremos
Presidente del Gobierno. Mariano, Pedro o Pablo están obsoletos.
Usando unas cuantas líneas de código, la máquina inteligente
será capaz de adoptar las mejores decisiones. España ya no tendrá problemas
para entenderse con Francia. Los Estados Unidos, Rusia y China colaborarán
sinérgicamente para paliar la absurda situación actual que hace sufrir a una
gran parte de la humanidad. Y eso sucederá porque será un diálogo entre robots
para quienes las emociones habrán sido incorporadas a un código asociado al
mejor modo de anular completamente su participación en el proceso de toma de
decisiones.
La humanidad pasará, por fin, a un
primer plano, gracias a las máquinas inteligentes, que sabrán qué se debe hacer
y que no dudarán en llevarlo a la práctica para mejorar las condiciones de vida
de los homo sapiens que vayamos transitando por este bello planeta.
Nada debemos temer. Hay que urgir a
los científicos para que escriban esas líneas de código que cambiarán
radicalmente la existencia humana sobre la faz de la tierra. A mejor, a algo
mucho mejor.
Skynet es el nuevo Dios.
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