miércoles, 28 de enero de 2015

Imhotep

Esta novela de Christian Jacp narra la vida y obra de Imhotep, posiblemente el primer arquitecto de la historia de la humanidad.

Desde sus comienzos como modesto aprendiz (“no es prueba de tu capacidad. Te conformas con tus conocimientos, mientras que Imhotep no deja de progresar (…) desde muy pequeño ya eras diferente de tus compañeros de juego: tu no pensabas más que en estar solo y aprender”) hasta convertirse en consejero y hermano del Faraón (“pocos dignatarios poseían aquella autoridad natural, fruto logrado de la fuerza física y de una agudeza intelectual casi palpable (…) desconfía Imhotep. Demasiados dones despiertan la envidia y el odio. Los emisarios del mal acabarán percatándose de ti y tendrás que librar duros combates. Sobre todo, no infravalores al adversario. Él no renunciará nunca. Debes seguir siendo recto, sean cuales sean las circunstancias (…) aunque te falte un poco de autoridad, tu inteligencia te sacará de las situaciones difíciles”).

Un enigmático personaje, la sombra roja (que termina siendo el responsable del tesoro real), representa el mal al que Imhotep debe enfrentarse. El ente, relativamente abstracto durante casi toda la narración, pretende terminar con el imperio del Faraón a través del caos:

sin un faraón enérgico, nos encaminamos al desastre.
Nadie pensará más que en su provecho, los ladrones tendrán nuevas fuerzas, las provincias proclamaran su autonomía, y será la anarquía”.

Nada nuevo bajo el sol.

Imhotep se esfuerza para evitar el desastre:

identificar a los funcionarios incompetentes y castigarlos con dureza me parece un deber sagrado.
Si llegasen al poder, el Estado se vería condenado a la decadencia
(…) mi puesto me impone valorar a los hombres según su capacidad para cumplir una misión, dejando a un lado mis sentimientos y preferencias
(…) creer en la mejora de los humanos es el peor error de un jefe de Estado
(…) los seres humanos tienden de forma natural al caos, la injusticia y la violencia”.

El autor aprovecha para recordar paralelismos con el cristianismo:

Osiris es al tiempo el pan y el vino.
Al consumir el pan, comemos el cuerpo de Osiris, símbolo del Egipto unificado; bebemos la sangre de Osiris, transformada en vino en el lagar.
Muerto, Osiris renace”.

Y también nos recuerda que faraón no significa ‘majestad’ sino ‘servidor’.

Zoser, el faraón, le encarga a Imhotep la creación de “una morada de eternidad inédita”, algo totalmente nuevo para acoger el descanso eterno del soberano:

he visto una escalera que subía hacia el cielo, bañada por luz divina.
Y la construiré
(…) había que inventarlo todo, dar forma a una creación que excedía las capacidades humanas
(…) no pensemos en función de las construcciones anteriores”.

Faraón le concede a Imhotep poderes casi absolutos lo que, naturalmente, despierta la envidia de muchos.

El lugar que elige el arquitecto es Saqqara, los palmerales situados en los alrededores de Menfis. Ante el descomunal proyecto de Imhotep, Zoser le concede descansar a su lado: “permaneceremos cerca el uno del otro para siempre”. Se convierte en su hermano.

El exitoso proyecto del arquitecto facilita que, desde ese momento, se supiese manejar la piedra, abriendo así la puerta a las moradas posteriores de los faraones, monumentos que se elevarían hacia el cielo. Y que, desde entonces, conocemos y admiramos.



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