Leyendo un borrador del libro de
texto sobre la inteligencia que publicará en 2015 el Profesor D. K. Detterman (The Science of Human Intelligence) encontré la referencia a un artículo publicado en 1978 en la revista ‘Science’ que capturó poderosamente mi atención.
El estudio del que se informa en ese
artículo se pregunta por el efecto potencial de un experimento social sin
precedentes, sobre el rendimiento intelectual de los niños. En concreto, se
explora el efecto de una serie de factores intrínsecos y extrínsecos a la
familia de los niños. Los primeros corresponden a los atributos personales de
los miembros de la familia como, por ejemplo, el nivel educativo y ocupacional
de los padres. Los segundos corresponden a las experiencias de los niños fuera
del contexto familiar como, por ejemplo, la escuela, los servicios sanitarios,
o los niveles de empleo y criminalidad de su zona residencial.
Las peculiares condiciones de vida en
Varsovia durante una generación permitió a los autores separar ambos factores
con bastante claridad. En esa generación se equilibraron las desigualdades
sociales típicamente asociadas a los factores extrínsecos. Es decir, se pudo controlar
las desigualdades de clase habituales en las sociedades occidentales. Se sabe
que, en general, el ambiente familiar y el proceso de socialización influyen
sobre el desarrollo cognitivo de los niños.
Terminada la segunda guerra mundial,
Varsovia quedó arrasada y tuvo que reconstruirse desde cero. Las zonas
residenciales se diseñaron para eliminar las diferencias, para atenuar los
indicadores habituales de clase social. Los estándares de vida se igualaron.
Los ciudadanos del espectro educativo y ocupacional residían en pisos
idénticos, compraban en los mismos establecimientos los mismos tipos de
productos y compartían los mismos centros culturales. Sus escuelas y servicios
de salud eran igualmente accesibles para todos los ciudadanos sin distinción.
Esta equiparación mantuvo bajo control los factores extrínsecos señalados
anteriormente. De ahí la naturaleza única del estudio.
Sin embargo, los autores sostienen
que los factores intrínsecos pueden seguir vigentes en esa clase de sociedad
igualitaria. El nivel educativo y ocupacional sigue siendo distinto:
“Nuestra hipótesis es que la equiparación ecológica vigente
durante 30 años reduce, pero no elimina, las diferencias de rendimiento cognitivo
según clase social”.
En la investigación se consideran los
más de 14.000 niños nacidos en 1963. Además de evaluar los factores extrínsecos
e intrínsecos comentados anteriormente, se valoró el rendimiento cognitivo de
los niños, mediante el test de matrices progresivas de Raven, en 1974.
Los resultados señalaron que las
variables familiares se relacionan mucho más con el rendimiento cognitivo que
las variables extrínsecas:
“La proporción de varianza explicada por las variables
familiares no es menor del 85% y puede llegar al 97% (…) la contribución de las
variables extrínsecas es minúsculo”.
Es particularmente llamativa la
relación lineal del nivel educativo y ocupacional de los padres con el
rendimiento intelectual de sus niños valorado por el test de Raven. De hecho,
la correlación es práctica perfecta.
Los autores hacen un análisis más que
resulta revelador para responder la siguiente pregunta:
¿son las variables escolares más
importantes para niños cuyos padres poseen un nivel educativo particularmente
bajo?
Y la respuesta es negativa:
“En Varsovia, la correlación de las variables escolares con
el rendimiento intelectual de los niños de padres con bajo nivel educativo no
es mayor que en el resto de la muestra.
Por tanto, la
escolarización no contribuye en mayor grado a sus diferencias cognitivas”.
En suma, este experimento social
único reproduce resultados observados en las sociedades occidentales estándar,
es decir, en las que no existe la uniformidad extrínseca alcanzada en la ciudad
de Varsovia durante treinta años:
“Los cambios sociales ocurridos en una generación fracasan al
evitar las fuerzas que influyen en la distribución según clase social del rendimiento
intelectual de los niños
(…) la
escolarización puede reforzar activamente las desigualdades de competencia
intelectual que provienen de la familia”.
Naturalmente, la investigación no
permite encontrar una respuesta válida a si el mayor rendimiento intelectual de
los niños cuyos padres poseen un mayor nivel de estudios y ocupaciones de mayor
prestigio, se debe a factores sociológicos que ocurren en el seno familiar o al
hecho de que padres e hijos son parientes. Es decir, el estudio no es genéticamente
informativo.
Sin embargo, los estudios de adopción permiten aventurar que
la explicación más verosímil reside en el parentesco genético. Los niños de
padres con mayor SES logran un mayor rendimiento intelectual porque heredan el
hardware que promueve el desarrollo de un intelecto más eficiente durante la
escolarización.
Un estudio que publicamos en 2011 sería congruente con,
aunque no demostraría, esta perspectiva.
Buenas aportaciones. Es mucha información y habrá que tener tiempo para leer todo lo que mencionas aquí. Es sin duda ineresante.
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