lunes, 8 de diciembre de 2014

Cambios dinámicos en la estructura cerebral durante el ciclo vital

En 2006 se publicó un llamativo artículo en ‘Nature’ en el que se mostraba cómo, supuestamente, la correlación de las diferencias de grosor cortical con las diferencias intelectuales cambiaba con la edad. En concreto, la relación era negativa en la niñez y positiva al final de la adolescencia. Es decir, y para que quede claro, a menor grosor mayor inteligencia en la niñez; a mayor grosor mayor inteligencia al final de la adolescencia.

Además, los individuos con mayor nivel intelectual presentaban los cambios más dramáticos en el periodo de edad considerado. La siguiente figura muestra, supuestamente, el hecho.


Sin embargo, el estudio era bastante opaco en cuanto a los cálculos en los que se basaban sus principales conclusiones. No estaba claro cómo se habían hecho las cosas. Por ejemplo, en la figura anterior no se sabe cuál es la región que se considera para calcular el adelgazamiento de la corteza.

Recientemente (2014) publicamos un artículo inspirado, en parte, por ese estudio de 2006, y en parte por otro estudio también publicado en ‘Nature’ en 2011. Observamos que quienes mejoraban su nivel intelectual en el periodo de tiempo considerado mantenían el grosor de su corteza cerebral, mientras que quienes empeoraban su nivel intelectual perdían grosor. Por tanto, las tendencias de adelgazamiento varían según los cambios (o la ausencia de cambio) en la variable psicológica.

Las relaciones dinámicas entre los cambios que se producen espontáneamente, tanto en la señal biológica (p. e. el grosor de la corteza cerebral) como en la psicológica (p. e. el nivel intelectual) son complejas.

Se publica ahora un artículo de científicos canadienses en el que se informa de que los cambios en el grosor de la corteza son no-lineales. Es decir, existe una tendencia promedio a que el grosor se reduzca con el paso de los años, pero durante la adolescencia la reducción es bastante más acusada. Esos resultados sugieren que la adolescencia es un periodo único en cuanto al desarrollo de la corteza. Los autores especulan con que este carácter especial podría relacionarse con los sucesos turbulentos que suelen asociarse a ese periodo de la vida.


Se subraya en ese informe que la comunidad científica ha validado el adelgazamiento de la corteza entre los 7 y los 22 años de edad, a pesar de que ellos hayan descubierto que, probablemente, ese proceso no es lineal. Obsérvese en la figura anterior que esa reducción no se produce en todos los casos. Además, el número de niños es bastante reducido.

Como sugería el estudio de 2006, o el nuestro de 2014, ese cambio puede matizarse cuando se pone en relación con señales psicológicas como la capacidad intelectual. Un artículo que discutimos en este foro hace algún tiempo también apoya esta idea. Sin embargo, mientras que el grupo de Schnack observa que las personas más inteligentes presentan los cambios más extremos durante el desarrollo, nuestras resultados nos llevaron a pensar que la cosa no es tan simple.

Lógicamente a quienes estudiamos variables psicológicas nos interesa ponerlas en relación con la información biológica. Constatar una reducción del grosor cortical es interesante, pero quizá sea más informativo averiguar si ese proceso se produce de modo homogéneo en individuos que difieren en sus señales psicológicas durante el periodo de tiempo considerado.

En este contexto, ahora estamos explorando el problema con una base de datos del NIH aplicando un exquisito cuidado a la selección de los casos, tanto con respecto a la edad como en cuanto a la capacidad intelectual. Las muestras de gran tamaño no son necesariamente garantía de calidad. Los controles estadísticos aplicados a datos de calidad dudosa son insuficientes para alcanzar sólidas y confiables soluciones. O eso pensamos. Y lo pensamos mucho.

En concreto, estamos trabajando con tres momentos temporales, separados aproximadamente por dos años, en los que se han obtenido registros de resonancia y medidas de capacidad intelectual. Por ahora no hemos sido capaces de apreciar efectos interactivos claros entre la edad, la capacidad y el grosor cortical.

Pero el oscuro panorama puede iluminarse cuando se generan grupos cuidadosamente definidos según edad (entre los 6 los 17 años) y según nivel intelectual.

Las relaciones más fuertes, a nivel descriptivo, entre las diferencias de grosor cortical y las diferencias de inteligencia se aprecian en la niñez. El nivel de relación propende a disiparse, también descriptivamente, a medida que aumenta la edad. Además, las relaciones son más intensas en los individuos de mayor nivel intelectual a todas las edades, aunque son más visibles entre los 8 y los 12 años de edad.

En una ocasión escuché a Wendy Johnson una invitación a que nos devanásemos los sesos con el carácter dinámico de las variables psicológicos, a que abandonásemos la tentación de explorar fenómenos estáticos. Ahora se une a la fiesta el cerebro. La probable relación cambiante entre las señales biológicas y psicológicas durante el ciclo vital nos complica la vida a los científicos, pero es una posibilidad que tenemos la obligación de explorar. A pesar de la estadística.



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