Científicos de la Universidad de Ohio
publicarán un artículo en la revista ‘Intelligence’
en el que se informa de un complejo estudio destinado a responder esa pregunta.
De hecho, el problema que pretenden contribuir a resolver se centra en las
mejoras de inteligencia que se observan después de completar un
entrenamiento cognitivo. Es decir, las ganancias en un test de inteligencia que
se resuelve después de ese entrenamiento, ¿son mejoras que expresan un
incremento genuino del nivel intelectual de los participantes? ¿o son resultado
de otro tipo de factores que nada tienen que ver con su inteligencia?
Hayes, T. R. et al. (2014). Do we
really become smarter when our fluid intelligence test scores improve? Intelligence.
Se basan en la tecnología disponible
para analizar los movimientos oculares (eye
tracking) cuando los mismos individuos resuelven en más de una ocasión el
mismo test de inteligencia. Cambios en las estrategias que se supone son
necesarias para inspeccionar los elementos de los problemas que incluye el
test.
Es una investigación original en la
que se concluye que las puntuaciones mejoran, cuando lo hacen, porque los
individuos han aprendido a explorar o inspeccionar con mayor eficacia los
elementos del problema, de modo que logran unas puntuaciones mayores en la
segunda ocasión: “la eficacia del entrenamiento cognitivo puede reflejar un refinamiento en
la estrategia, no una ganancia de inteligencia (…) el conocimiento
procedimental que se adquiere de modo tácito durante el entrenamiento se puede
emplear en el post-test”.
Comienzan su extenso artículo
comentando que el 'negocio' de mejorar la inteligencia es ahora multimillonario,
pero que no está claro que ese objetivo pueda alcanzarse. Responder con
seguridad exige clarificar (a) qué es la inteligencia (como si no se supiese), (b) cómo se puede medir
la inteligencia (como si no pudiésemos)y (c) cómo se pueden medir los cambios en el nivel intelectual.
Este informe se centra particularmente en la tercera cuestión.
Los autores consideran atractiva la
idea de que entrenar la memoria operativa puede aumentar su ‘capacidad’ (near-transfer) y, desde ahí, impactar
positivamente sobre la inteligencia fluida (far-transfer).
Algo similar a lo que sucede en el ámbito físico: la práctica de la natación
mejora la capacidad cardiovascular (near-transfer),
y, por tanto, aumenta la capacidad atlética general (far-transfer) de los nadadores.
Sin embargo, consideran los autores que
las mejoras se valoran con el cambio en un determinado test de inteligencia
fluida, en una medida particular que incluye características ajenas a lo que se
pretende medir: “las
ganancias en las puntuaciones pueden ocurrir sin que cambien en absoluto
‘brainpower factors’ como la capacidad de la memoria operativa”.
Reconocen que el problema se
minimizaría si se dispusiera de más de una medida del constructo de interés, en
este caso de la inteligencia fluida, y se estudiase el cambio a nivel latente,
más allá de las puntuaciones en las medidas concretas. Pero ellos se centran en
los procesos que concurren al resolver un test en concreto en más de una ocasión.
Estudian a 35 universitarios que
resuelven problemas del Test de Matrices Progresivas de Raven y usan el SRSA (Successor Representation Scanpath Analysis)
para evaluar los supuestos cambios en las estrategias de los participantes y cuantificar
las diferencias individuales en los patrones de fijación ocular en el pre-test
y en el post-test. Esas diferencias se usan posteriormente para predecir el
cambio en las puntuaciones.
Los resultados sugieren que una parte
sustancial del efecto de la práctica (30%) se asocia al refinamiento en las
estrategias de procesamiento, de modo que, en general, se exploran las filas de
la matriz de modo más sistemático en el post-test. Sin embargo, ese
refinamiento no se observa en absoluto en todos los participantes: 11
participantes no mejoran e incluso empeoran en el post-test.
Una pregunta que permanece en el aire,
pero que los autores omiten, es: ¿cuál es la diferencia
entre quienes encuentran la estrategia óptima y los que no? Es verdad
que cuando se descuenta el efecto de la estrategia, los cambios en las
puntuaciones entre el pre-test y el post-test desaparecen, pero eso no responde
la pregunta anterior.
En la investigación que estamos
comentando no hay ninguna clase de entrenamiento cognitivo. Se limitan a
observar cambios entre un pre-test y un post-test usando el mismo test. Pero lo
que los autores observan también se aprecia, en mayor o menor medida, en los
diseños en los que hay un entrenamiento entre ambas evaluaciones. Pero
solamente en mayor o menor medida.
La siguiente tabla presenta los
valores en inteligencia fluida, obtenidos a nivel latente (es decir, usando más
de una medida para valorar ese factor psicológico) en individuos que mejoran mucho en
el entrenamiento cognitivo, que lo hacen moderadamente, o que apenas mejoran.
Los valores corresponden al pre-test y al post-test en cada uno de los tres
grupos en la escala estándar de CI.
Alta mejora
|
Mejora moderada
|
Escasa mejora
|
|
Inteligencia
fluida
|
|||
Pre-Test
|
110
|
100
|
94
|
Post-Test
|
121
|
111
|
105
|
Es decir, los tres grupos aumentan exactamente
11 puntos entre el pre-test y el post-test, independientemente de que hayan
mejorado mucho, moderadamente o escasamente durante el exigente entrenamiento
cognitivo.
Estos son resultados no publicados de
un
estudio que sí está publicado en el que los participantes completaron un entrenamiento
cognitivo adaptativo, basado en la n-back dual, durante doce semanas. Quienes mejoraron
mucho en el entrenamiento alcanzaron niveles entre 6 y 9 en la tarea entrenada
(créanme, una auténtica proeza). Aquellos que mejoraron moderadamente llegaron
al nivel 5 (digno de despertar nuestra admiración). Finalmente, los que apenas
mejoraron se quedaron entre el nivel 3 y 4 (que no está nada mal).
Opino que estos resultados son
provocadores. Mucho más si consideramos lo que sucede con el grupo de control,
es decir, quienes no completan ningún entrenamiento entre el pre-test y el
post-test. En este caso, la puntuación es de 100 en el pre-test y de 107 en el
post-test, es decir, una mejora de 7 puntos.
La diferencia con respecto a lo que
sucede en los tres grupos anteriores es de 4 puntos, lo que llevaría a concluir que el efecto neto del entrenamiento cognitivo sería débil.
Desde luego, llama la atención el
incremento extraordinariamente consistente de los tres grupos que completaron
el entrenamiento. El análisis estadístico estándar llevó a concluir que la
diferencia entre quienes entrenan y los que no, se encuentra disociado del
entrenamiento. Sin embargo, ese análisis estadístico no ayuda a explicar la
consistente ganancia de los tres grupos.
Los análisis grupales son cómodos,
pero pueden ocultar una valiosa información.
Los autores del estudio sobre el
posible efecto de las estrategias que estamos comentando en este post, proponen
que determinados factores que nada tienen que ver con lo que el test pretende
medir, pueden explicar el cambio que se observa en las puntuaciones entre el
pre-test y el post-test. Sin embargo, en su caso el efecto no es sistemático:
algunos cambian de estrategia y otros no.
Además, ellos estudian lo que sucede
en un test en concreto. Sin embargo, el análisis de lo que hay de común a
distintas medidas aleja lo que en ese estudio se concluye de lo que se aprecia
a nivel latente.
Y luego se dice por ahí que la
ciencia es aburrida…
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