Es un clamor
que se escucha ya en
muchos ámbitos, no solo en los habituales de las ONGs dedicadas a abordar
problemas sociales o en partidos y sindicatos de «izquierdas». La desigualdad
está creciendo en España y casi todos los países de la Unión Europea, pero
también en Estados Unidos. El problema ha adquirido tales dimensiones que ya se
considera que puede afectar seriamente
a la democracia y al crecimiento o desarrollo, entendidos en un sentido
general, pero también en el más limitado de crecimiento del PIB.
El asunto
viene de lejos, y quizá saltó a la opinión pública gracias a un libro de
Piketty, El
capital en el siglo XX, en el que denunciaba ese crecimiento de la
desigualdad. Como indica muy bien uno de los expertos mundiales en el tema, Branko
Milanovic en la conferencia
inaugural del reciente congreso celebrado por la Fundación Foessa, podemos
todavía afirmar que la desigualdad está disminuyendo a nivel mundial, sobre
todo por el crecimiento de las clases medias en China y la India, dos países
que dan cobijo a un tercio de la humanidad. Pero, eso no debe ocultar que en
esos países también está creciendo la desigualdad y que muy probablemente una
vez que hayan llegado a un nivel de desarrollo suficiente, vuelva a crecer la
desigualdad a nivel mundial.
Como en todo
fenómeno social, las
causas son variadas, siendo difícil saber cuáles son más o menos
importantes. Con los datos de Milanovic, podemos empezar subrayando que es una
consecuencia de la globalización, ya anunciada hace cuarenta años por
economistas críticos como Mandel, Amir, Jaffe: el crecimiento en los países
dependientes, de los que el centro del capitalismo mundial extraían pingües
beneficios, conllevará un deterioro de las condiciones de vida en los países
del centro, que afectará preferentemente a las clases sociales bajas y medias.
Algo de eso
está ocurriendo: aumenta la riqueza global, mucha más gente vive en mejores
condiciones e incluso la
pobreza está disminuyendo en el mundo. Sin embargo, esa riqueza se está
repartiendo de otro modo y eso explica que las desigualdades pueden disminuir,
pues mucha gente está accediendo a bienes de los que nunca dispuso, pero
también pueden crecer, puesto que las divisiones sociales en cada país y en el
mundo en general se están consolidando.
Otra causa,
indirectamente relacionada con la anterior, es la fuerte crisis que está
afectando a los países de la Unión Europea, y en general a los países del
centro del sistema actual. En tiempos de crisis, es frecuente, casi una ley de
hierro, que se deteriore más rápidamente las condiciones de vida de quienes
ocupan las posiciones más vulnerables. Si volvemos al informe Foessa, avalado por
informes de otras organizaciones como Oxfam, la pobreza está aumentando,
castigando sobre todo a niños y jóvenes. Son ellos quienes padecen el lado más
duro de la crisis, los pobres son más pobres y aumenta su número, mientras el número
de ricos y su nivel de riqueza crece, pues tienen más recursos para
aguantar la situación.
Pero quizá
haya que apuntar a otra causa más directa que resumió perfectamente Warren
Bufett: «Por
supuesto que existe lucha de clases, y mi clase la ha ganado». No se
puede decir más breve y más claro. Y eso lo dice una de las personas más ricas
del mundo y también uno de los mayores donantes. El informe Foessa ofrece una
explicación más global: es la consecuencia de políticas sociales y económicas
que no pretenden acabar con la exclusión, pues se basan en un modelo social y
económico que de manera reduccionista identifica riqueza y bienestar con simple
crecimiento del PIB y pone como objetivo prioritario de las empresas ganar
dinero.
El párrafo
anterior me lleva al enfoque con el que empezaba: la desigualdad es una amenaza
real para la estabilidad social y amenaza no solo directamente a los más
afectados por la misma, sino a todos, incluido a los ricos. Como es lógico, en
este punto hay más divergencias, que no son consecuencia de la dificultad de
comprender bien un problema muy complejo, sino de las diferencias ideológicas
que orientan las políticas que se realizan.
Dejando al
margen una tesis algo reduccionista, que identifica como causa fundamental la
codicia desmesurada de las élites sociales (económicas y políticas) y los
programas neoliberales más radicales, que son, sin duda, una parte importante del
problema, no debemos olvidar otros dos aspectos que merecen nuestra
consideración, aspectos que abordo resumidamente.
Por un lado
está el hecho indiscutible de las desigualdades de partida de los seres
humanos, que proceden de sus propios rasgos individuales (algo que es obvio
para los expertos en psicología de las diferencias individuales, como el
administrador de este blog) y de las condiciones sociales en las que nacen.
Podríamos repasar, sin ir más lejos, la excelente revisión hecha en este blog
del libro de Herrnstein y Murray. Esas desigualdades existen, es algo con lo
que hay que contar y en gran parte son una genuina riqueza de la humanidad.
Por otro
lado es importante no solo contar con el dato, hacerse cargo de la desigualdad,
sino también encargarse de ella. Es decir, la política debe ser entendida como el
conjunto de medidas que toman los seres humanos para hacer frente a sus
problemas; ahora bien, algunos piensan que no es posible ni tiene sentido
luchar contra la desigualdad, mucho menos
optar por políticas redistributivas que gravan a los ricos para dar a los
pobres. Eso, dicen, termina
generando más pobreza.
Por otro
lado estaríamos quienes, como yo, pensamos que son posibles y necesarias
políticas de activas de redistribución, pues sin ellas la condición de vida de
mucha gente se degrada, se desvanece el ideal democrático de garantizar una
vida digna a todas, absolutamente a todas las personas y al final viviremos en
una sociedad manifiestamente peor. Por ahora, parece que, como decía Buffet,
vamos perdiendo, pero no hay que desanimarse; más bien todo lo contrario: hay
que insistir hasta el agotamiento. Y no olvidar que algunos países lo están
consiguiendo.
Interesante Félix, pero lo que pienso se necesita es proponer mecanismos verosímiles para alcanzar ese objetivo. Tu declaración de intenciones sería abrazada por muchos, muchos ciudadanos, pero ¿qué hacer para ponerse manos a la obra? Ahí reside el verdadero reto y sobre eso poco o nada dice tu post. Por cierto, ¿por qué te incluyes entre los que 'van perdiendo'?
ResponderEliminarSaludos, Roberto