Científicos del proyecto europeo NEUWalk han observado que la estimulación
eléctrica puede hacer que un roedor al que se le ha seccionado la médula
espinal vuelva a caminar de un modo controlado.
Los resultados abren la esperanza a
que los pacientes con lesiones medulares (por ejemplo parapléjicos) puedan
recuperar el control de sus movimientos. La médula espinal amputada se podría reactivar
usando estimulación eléctrica adaptada a las características del espécimen para
asegurarse de que sus movimientos son los más adecuados.
El siguiente paso lógico es
decodificar las señales cerebrales que se destinan a mover las extremidades,
introducirlas en un ordenador y dirigirlas posteriormente a la médula lesionada
para que reciba la información pertinente.
Pero una cosa son los factores
motrices y otra, en principio bien distinta, son los factores mentales (o
cognitivos).
¿O no?
En Norteamérica, la agencia IARPA (Intelligence
Advanced Research Projects Activity) está financiando una serie de
proyectos de investigación destinados a mejorar una venerable capacidad humana:
la inteligencia fluida o Gf. Es decir, nuestra
facultad para razonar y resolver problemas novedosos. Esa clase de inteligencia
que usamos cuando no sabemos qué se debe hacer porque no hay nada en nuestra
base de datos que permita resolver el problema o salir airosamente de la
situación.
Uno de los medios usados para alcanzar
ese objetivo es la estimulación magnética transcraneal
directa (tDCS). El dispositivo encargado de estimular se basa en una simple serie
de baterías de nueve voltios.
El programa IARPA se pregunta si es
posible entrenar a los soldados más rápidamente, más eficientemente, si reciben
esa clase de estimulación magnética.
El equipo, dirigido por Vince Clark, que se lanzó a averiguar
si la respuesta podía ser positiva, formaba parte de la Universidad de New
Mexico. La investigación llevada a cabo se basó en un simulador de combate. Los
participantes debían buscar señales de peligro en las escenas.
En la primera fase se empleó
resonancia magnética funcional (fMRI) para averiguar cuáles eran las regiones
del cerebro implicadas en el proceso de toma de decisiones asociadas a la
presencia o ausencia de peligro en el simulador.
En la siguiente fase se estudió a un
nuevo grupo de personas, pero esta vez se aplicó estimulación eléctrica a un
subgrupo sobre las zonas cerebrales identificadas previamente, mientras que
otro subgrupo sirvió de control. Quienes fueron estimulados tuvieron un
rendimiento dos veces mejor que los controles, pero, además, conservaron su superior
actuación en otra serie de pruebas resueltas posteriormente.
Los proyectos de investigación más
recientes, por ejemplo el INSIGHT, combinan esa clase de estimulación con el ejercicio
físico y los videojuegos para mejorar, de ser posible dramáticamente, el
rendimiento humano. Concretamente, se persigue mejorar la inteligencia fluida,
es decir, “lograr
que la gente sea más lista” en palabras de Raja Parasuraman.
El supuesto es que la estimulación
eléctrica del cerebro incrementa la plasticidad de las neuronas y promueve la
formación de conexiones. A día de hoy ignoramos los efectos a largo plazo de
esta clase de neuro-estimulación, pero existe un auténtico entusiasmo.
Sin embargo, algunos científicos
piensan que quizá se logre mejorar una determinada función mental, pero también
puede ocurrir que simultáneamente se ‘estropeen’ otras funciones. De hecho, generalmente
se apoya esta clase de técnicas únicamente para tratar pacientes. Reducir el
sufrimiento humano es aceptable, pero contribuir a mejorar a quien funciona de
modo más o menos adecuado se ve ocasionalmente con suspicacia.
Recuerdo una visita que hice hace
unos meses a una Universidad en la que se estaba usando esa tecnología. Cuando
la investigadora me ofreció una demostración haciendo de conejillo de indias,
miré fijamente al tercer hombre en la escena, me devolvió la mirada y
concluimos, sin hablarnos, que sería mucho mejor que ella misma hiciera ese papel.
Así fue. Sin ninguna clase de reparo comenzó a auto-estimularse distintas
regiones de su cráneo.
El cerebro es un ejemplo
paradigmático de sistema complejo. Al menos por lo que
sabemos hasta ahora. Una cosa es pronosticar qué puede suceder cuando cambian
determinadas condiciones en un sistema de esas características, aceptando un
margen de error a menudo alto, y otra, posiblemente muy distinta, pensar que
puede pronosticarse, con la debida precisión, un cambio positivo en ese sistema
alterando alguna de sus partes.
No en vano una de las características
esenciales de un sistema complejo es el famoso principio de la dependencia sensitiva de las
condiciones iniciales. Y la no-linealidad también puede ponernos las cosas
difíciles.
Hay que adoptar la necesaria modestia
ante la complejidad del cerebro humano. Pero esa actitud no debería conducirnos
al inmovilismo.
La neuro-ingeniería está aquí para
quedarse. Mirémosla de frente en lugar de hartarnos de ponerle pegas.
Interesante. Es importante proceder siempre con cautela, procurando tener en cuenta todas las posibles consecuencias colaterales.
ResponderEliminarLa cautela es importante. La parálisis no lo es. Saludos, R
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