Nevil Maskelyne
(1732-1811) fue astrónomo real del observatorio de Greenwich y, seguramente,
fue el mayor villano para quienes en algún momento investigamos en el marco de
la cronometría mental.
En el
invierno del 1796, Maskelyne despidió a su ayudante David Kinnebrook, pues sus observaciones sobre el paso de una
estrella diferían en 800 milisegundos de las realizadas por el propio Maskelyne.
Creyó, erróneamente, que Kinnebrook le engañaba o era un incompetente.
Este
hecho llevó posteriormente al astrónomo alemán Friedrich Wilhelm Bessel a
comparar las observaciones de distintos astrónomos en el observatorio de Köningsberg y verificar que había
diferencias de más de un segundo entre algunos de ellos. Le hizo pensar que el
problema no estaba en los cálculos, sino en las
diferencias individuales en tiempo de reacción. A partir de ahí acuñó el
concepto de ecuación
personal para corregir las discrepancias entre observadores debidas
a esas diferencias individuales. Se inició así una
de las primeras aproximaciones experimentales
a la Psicología.
Es por
ello que me sorprendió enterarme hace unos meses que Nevil Maskelyne fue uno de
los primeros hombres en ¡¡¡¡PESAR EL MUNDO!!!!
Ello me
llevó inmediatamente a preguntarme:
¿Cómo
demonios se pesa un planeta con la tecnología del siglo XVIII?
Pues
bien, la receta es inicialmente relativamente simple.
Se
precisa:
-. Una
plomada.
-. Una
superficie de tierra sin prácticamente ninguna elevación destacable con la
excepción de...
-. Una
montaña de masa conocida situada en la superficie de tierra descrita
anteriormente (si hubieran más masas cerca se complicarían mucho los cálculos).
Como
ven, el problema se ha simplificado ya que hemos pasado de pesar un planeta a,
simplemente, pesar una montaña.
Se
estarán preguntando para qué sirve todo esto.
Pues
bien, bienvenidos a una nueva entrega de experimentos
ingeniosos.
De una
forma muy sencilla, el experimento llevado a cabo por Maskelyne se basó en la ley de la gravedad de Newton. Cualquier cuerpo de una
masa conocida sufre una atracción por parte de un segundo cuerpo en función de
la distancia que hay entre ellos y de su masa. De este modo, una plomada sufre
una atracción por parte de la tierra que hace que la misma apunte directamente
hacia el centro de la tierra. Ahora bien, si existe una segunda masa que
atraiga a dicho cuerpo (por ejemplo una montaña), en función de su masa y de la
masa de la tierra, la plomada presentará una cierta desviación respecto de la
vertical.
De este
modo, si conocemos la masa de la montaña (estimada estudiando su densidad y su
volumen) y la desviación respecto de la vertical de la plomada, se puede estimar
la masa de la tierra (cuanto mayor sea dicha masa, menor será la desviación de
la vertical).
De
hecho, esta idea ya fue expuesta por el propio Newton en sus Principia
Mathematica en 1687, pero fue
descartada pues, según sus palabras:
“Toda una montaña no sería suficiente para
producir un efecto apreciable. Una montaña de [...] tres millas de alto y seis
de ancho desviaría el péndulo apenas dos minutos de arco con respecto a la
vertical; solamente se podría apreciar este efecto en los planetas.”
Los
primeros en intentarlo fueron Pierre
Bouguer y Charles Marie de La
Condamine en el monte Chimborazo en el año 1738, pero ellos mismos consideraron que las condiciones en las que
realizaron el experimento no fueron las ideales.
En 1722,
Maskelyne propuso a la Royal Society
la realización de dicho experimento, superando las limitaciones encontradas por
los franceses. Se formó una comisión que debía elegir el emplazamiento ideal
para llevarlo a cabo. En dicha comisión participó, por cierto, un tal Benjamin Franklin que pasaba por allí, y
se decidió encargar la búsqueda de la montaña al astrónomo Charles Mason que eligió la montaña Schiehallion en Pertshire (Escocia) dado su aislamiento y sus abruptas laderas Norte y Sur que
permitían estudiar con mayor facilidad el efecto de la misma sobre el péndulo.
Debido
al bajo sueldo que se concedió a Mason para realizar el experimento este
renunció a llevarlo a cabo y Maskelyne tuvo que hacerse cargo, llegando a la
conclusión que la densidad de la Tierra (que de hecho era el objetivo real de
este experimento y que permite calcular fácilmente su masa) era 4,5 veces la
del agua (en la actualidad se acepta una valor aproximado de 5,5 veces)
demostrando, al mismo tiempo, la veracidad de algunas de las propuestas de
Isaac Newton y, lo que era más importante, que la
tierra no era una esfera hueca, sino que era sólida y bastante más densa de lo
que se creía.
De este
modo, para mi Maskelyne abandonó su condición de villano, más aún cuando
descubrí que le supo mal despedir a Kinnebrook, a quién consideraba un buen
ayudante.
En sus propias palabras:
“As
he had unfortunately continued a considerable time in this error before I
noticed it, and did not seem to me likely ever to get over it and return to a
right method of observing, therefore, though with reluctance, as he was a
diligent and useful assistant to me in other respects, I parted with him .... I cannot persuade myself
that my late assistant continued in the use of this [Bradley's] excellent
method of observing, but rather suppose that he fell into some irregular and
confused method of his own, as I do not see how he could have otherwise
committed such gross errors.”.
Maskelyne, N.
Astronomical Observations Made at the Royal Observatory at Greenwich from
M.DCC.LXXMI1to M.LXC.XCVII1 (Royal Society, London, 1799)
De hecho, Maskelyne volvió a emplearle en el
período 1801-1802 en el mismo observatorio para llevar a cabo labores de
cálculo.
Interesante historia Andreu!
ResponderEliminarSaludos
Este excelente post me lleva a pensar que algunos deberían haber persistido en el mundo de la cronometría mental...
ResponderEliminar¿Qué hay más interesante que medir el tiempo dentro de un espacio tan fascinante como el ocupado por el cerebro?
Saludos, R