El grupo de investigación de Torkel Klingberg, del Instituto Karolinska (Suecia), publica un
artículo neurométrico en el que se formula la pregunta de si se puede predecir
el cambio cognitivo a partir de la maduración estructural del cerebro y de su actividad.
Es decir, si ‘miramos’ el cerebro de los individuos, ¿podemos anticipar cómo
serán cognitivamente en el futuro?
Ullman, H., Almeida, R., & Klingberg, T. (2014).
Structural maturation and brain activity predict future working memory capacity
during chilhodd development. The Journal
of Neuroscience, 34, 5, 1592-1598.
Los resultados principales de esta investigación señalan que
(a) la actividad cerebral en las regiones frontoparietales se relaciona con el
rendimiento en tareas de memoria operativa en un determinado momento, pero (b)
la capacidad futura de la memoria operativa se puede predecir según el
funcionamiento y la estructura de los ganglios basales y del tálamo: “se puede distinguir
un sistema subcortical que predice el futuro desarrollo cognitivo, de un
sistema cortical asociado a la capacidad cognitiva concurrente”.
De hecho, el modelo basado en los datos de neuroimagen
resultó mejor predictor que los resultados en las propias tareas de memoria
operativa observados en el primer momento temporal: “los resultados de neuroimagen explican el
cambio en los niveles de memoria operativa entre el primer momento temporal y
el segundo, lo que indica que los datos de neuroimagen pueden predecir el
futuro desarrollo cognitivo”.
Este dato es francamente llamativo, teniendo en cuenta que,
como cabe esperar, la correlación entre las diferencias de rendimiento en las
tareas de memoria operativa en ambos momentos temporales fue de 0.81. Escrutando
los detalles del artículo me sigue resultando difícil saber cómo se llega a la
conclusión de que las señales biológicas que corresponden a los datos de
neuroimagen superan a la predicción posible con los datos psicológicos en el
momento de obtener la línea base. Se me escapa, de verdad.
También es claramente chocante que las señales biológicas en
regiones frontoparietales se asocien a las diferencias de rendimiento en las
tareas de memoria operativa en la línea base, pero que no tengan nada que ver
con el cambio. Y, por la misma lógica, que las estructuras subcorticales que sí
parecen guardar relación con el cambio, no tengan nada que ver con las
diferencias en la línea base.
Nosotros hemos estudiado la relación de las variaciones en
los ganglios basales y el rendimiento cognitivo, observando resultados
significativos (y bastante robustos) en el caudate, el accumbens y el putamen.
En cualquier caso, el dato clave se centra en el putamen, funcionalmente
conectado con la corteza dorsolateral prefrontal.
Burgaleta, M., MacDonald, P. A., Martínez, K., Román, F. J.,
Álvarez-Linera, J., Ramos-González, A., Karama, S., & Colom, R. (2014). Subcortical regional morphology correlates
with fluid and spatial intelligence. HUMAN BRAIN MAPPING, 35,
5, 1957-1968.
Y mi colega Kevin Head
acaba de publicar (online todavía) un artículo en el que se informa de una
investigación con niños de aprox. 7 años de edad. Sus resultados son similares a
los que nosotros obtuvimos con adultos jóvenes: “la deformación del putamen se asocia al
rendimiento cognitivo (…) la distorsión de los ganglios basales puede ser un
neuro-fenotipo que permita valorar el riesgo en el desarrollo”.
Sandman, C. A., Head. K., Muftuler, L. T., Su. L., Buss, C., Poggi. Davis,
E. (In Press). Shape of the basal ganglia in preadolescent children is
associated with cognitive performance. NeuroImage.
En estos dos trabajos se encuentran relaciones concurrentes, algo que Ullman et
al. no observan. Raro. Tan raro que invita a preguntarse dónde puede estar el
problema.
La
neuropredicción es una disciplina, o un enfoque, realmente atractiva. Sin
embargo, dudo que sea tan simple como nominar unas determinadas estructuras,
especialmente cuando tales estructuras no parecen relevantes en un momento
determinado. También se pueden albergar serias reservas sobre su capacidad para
superar a la predicción basada en los constructos psicológicos medidos en los
dos momentos temporales.
Nunca
se sabe hasta dónde puede llegar la habilidad de los científicos para que los
datos confiesen lo que nos interesa escuchar.
Me gusta mucho la frase del final. En filosofía moral, decía Bandura algo parecido: nunca podemos imaginar lo que nuestra potente capacidad cognitiva puede terminar justificando (crímenes horribles, por ejemplo). Por eso criticaba la sobrevaloración del papel del desarrollo cognitivo en el desarrollo moral, algo que se derivaba de la posición de Kohlberg que ha tenido gran aceptacion en la educación moral y los estudios de psicología evolutiva
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