lunes, 26 de mayo de 2014

Diferencias de sexo, inteligencia y cerebro

Últimamente estamos trabajando en mi equipo de investigación sobre el posible sustrato neuroanatómico diferencial del rendimiento intelectual según la variable sexo.

En 2005 el equipo de Richard Haier publicó un estudio volumétrico mostrando que el mismo nivel de rendimiento intelectual en varones y mujeres parecía estar sustentado en estructuras neuroanatómicas diferenciadas.


Sin embargo, la evidencia sigue sin ser particularmente concluyente.

Recientemente se ha publicado una investigación con 370 individuos (180 varones y 190 mujeres, con una media de edad de 20 años) usando volumetría (VBM). Se concluye que existen diferencias de sexo en las estructuras cerebrales en las que se apoya el rendimiento intelectual. En concreto, la corteza dorsolateral prefrontal es relevante para el rendimiento de los varones, mientras que la corteza frontal inferior y la corteza frontal medial es relevante para el rendimiento de las mujeres.

Yang W, Liu P, Wei D, Li W, Hitchman G, et al. (2014) Females and Males Rely on Different Cortical Regions in Raven’s Matrices Reasoning Capacity: Evidence from a Voxel-Based Morphometry Study. PLoS ONE 9(3): e93104. doi:10.1371/journal.pone.0093104

Los autores sugieren que estas diferencias neuroanatómicas pueden ayudar a explicar el hecho de que varones y mujeres parecen servirse de distintas estrategias cognitivas para resolver los problemas del test usado para valorar, en este caso, el rendimiento intelectual, es decir, el test de Raven. De hecho, su hipótesis es que los varones presentarán correlaciones con regiones frontales y parietales implicadas en el procesamiento visoespacial, mientras que las mujeres presentarán correlaciones con regiones frontales implicadas en el procesamiento verbal.

Es extraño que usen una versión del test de Raven que combina el diseñado para niños (CPM) y el estándar para población general (SPM), cuando la versión más adecuada para el grupo considerado en esta investigación hubiera sido el avanzado (RAPM). La lectura del informe es opaco respecto al rango de puntuaciones alcanzadas por los participantes limitándose a señalar que no hay diferencias de sexo en el test. Por tanto, no se puede descartar la presencia de efecto techo.


Los resultados de los que se informa derivan de un complejo análisis estadístico en el que se controla la edad, las puntuaciones en el Raven y el volumen total de materia gris, explorando la interacción entre la variable sexo y las puntuaciones en el test de inteligencia. Sin embargo, no se usa ningún método de corrección por comparaciones múltiples, a pesar del considerable tamaño de los grupos comparados.

Considerando los resultados observados parece obvio que no se confirma la hipótesis en el caso de los varones, puesto que no se observan correlaciones en las regiones parietales.

A pesar del alto número de individuos analizados, la evidencia de la que se informa en este artículo es débil, hecho que resulta consistente con la sospecha de que no es suficiente con estudiar a grandes números de casos para encontrar efectos robustos.

Por otro lado, esta clase de análisis volumétricos no permite distinguir dos componentes de la materia gris que expresan propiedades muy distintas y que, además, se encuentran influidas por distintos genes, es decir, el grosor de la corteza (cortical thickness) y el área de la superficie de la corteza (cortical surface area). El volumen combina ambas de un modo relativamente indeterminado.

Finalmente, los estudios son todavía demasiado escasos para apoyar una conclusión mínimamente convincente. Hubiera sido deseable encontrar en esta investigación de Yang et al. una mayor trasparencia. Por ejemplo, cuál es la distribución de volumen (niveles medios y desviaciones estándar) a nivel de vóxel en los varones y mujeres considerados en la investigación.

Esa es la estrategia que estamos adoptando nosotros, llegando a conclusiones sorprendentes de las que hablaremos en su momento.


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