viernes, 16 de mayo de 2014

Citileaks

A raíz del ‘Adios a Cataluña’ de Boadella, tuve conocimiento de ‘Citileaks’ (Editorial Sepha, 2012) obra en la que Mª Teresa Giménez Barbat relata, en primera persona, la creación de Ciutadans (por parte de catorce intelectuales) y la serie de sucesos que provocaron su salida de ese proyecto.


Ciutadans’ pretendía originalmente desmarcarse del nacionalismo catalán: “existe la superstición entre la progresía, no sólo en Cataluña sino en el resto de España, de que si coincides en alguna cosa con el PP, aunque sea algo nimio (ya se encargarán ellos de magnificarlo) te sale un bigote como el de Aznar”.

Giménez suscribe la postura de que las cosas no son de derechas o de izquierdas, sino que son verdaderas o falsas, están bien o están mal: “¿nos acojonaba que por defender la unión de todos los españoles frente a la centrifugación nacionalista nos asimilasen a otros que también la defendían?

Abomina la autora de la prensa catalana que presenta a España como una tierra de genocidas. Y revisa con detalle las tendencias divergentes dentro del proyecto de Ciutadans, especialmente de aquellos que pretendían que se tuviese clara su orientación de izquierdas, algo que ella nunca comprendió ni compartió: “hablar con la razón no mueve precisamente a las masas (…) no queríamos cambiar el mundo, ni cargarnos a nadie, ni mostrar la dirección hacia el paraíso. ¿Qué mierda de propuesta era la nuestra?”

Giménez siempre estuvo cerca de uno de los promotores primigenios del Ciutadans, Arcadi Espada, quien también abandonó el proyecto cuando llegó el momento de convertirlo en partido político. Ambos no se sentían cómodos con eso de que “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, esto es el poder (…) fue una experiencia curiosa que durante meses parte del grupo promotor no fuera bienvenido en su propia sede”. Confiesa que sospechaba que “como siempre, se trataba de sustituir unos culos por otros (…) sí, esos grupos no tienen capacidad para poner a rodar un vehículo, así que se suben a un tranvía que funciona aunque no vaya en su dirección. Se trata de hacerse con el tranvía. Esto lo viví en Ciutadans y luego en UPyD. Están convencidos de que es legítimo”.

Recuerda la autora las palabras de Francesc de Carreras en un acto público en el que se animaba a Ciutadans a legalizar la realidad apelando a los valores de la Ilustración: “son los ciudadanos, los individuos, quienes tienen derechos, no los territorios ni las abstracciones”.

En la parte final de la historia contada por Giménez se relata cómo llega Albert Rivera a la dirección del partido: “me dijo que era su madre política, se fue a por tabaco y no volví a verle”. Boadella y Espada dejaron claro que si no se corregía la falta de reconocimiento al grupo promotor abandonarían el proyecto. Y así fue.

Cuando Ciutadans logró representación en el parlamento catalán, los elegidos ignoraron absolutamente el consejo de ese grupo promotor. Olvidaron las palabras de Espada: “el carácter transversal de un partido no es ya una exigencia del mercado, sino de la inteligencia”.

Giménez recuerda que ningún partido político tuvo la valentía de considerar conceptos como el de razón, pensamiento crítico, defensa de la verdad, rechazo de la ambigüedad moral, rechazo del relativismo, o libertad para cuestionar las ideologías. Se tuvo claro que las etiquetas ‘izquierda’ o ‘derecha’ se asociaban al marketing electoral, a la necesidad de instrumentalizar las inclinaciones más elementales de los votantes.

La autora se declara admiradora de Tarradellas por su visión al regresar del exilio: “se trata simplemente de no pensar en todo cuanto enturbia nuestra voluntad de cara a un destino mejor, y llevar a cabo una amplia y generosa unidad realizada sin rencores y sin demagogias, tocando con los pies en el suelo para poder ir hacia delante sin vacilaciones”. Según ella, “un país cuyos ciudadanos no tienen conciencia de que hay proyectos que deben unirles no tiene futuro (…) en la hora de una política post-ideológica basada en hechos contrastados” subrayando “los valores auténticos que están en la raíz de todo aquello que compartimos: lo que nos une como personas y lo que nos une como ciudadanos de una nación moderna (…) si las fantasías identitarias no nos abducen podemos, sin el menor asomo de duda, dar más de sí que ser un lugar en el sur de Europa con una gastronomía de mucho lustre y un destino preferente de las compañías low cost”.

Permítanme recomendarles la lectura de ‘Citileaks’. Resulta particularmente refrescante ante el rancio panorama al que nos enfrentaremos en, por ejemplo, las inminentes elecciones al Parlamento europeo. Los partidos mayoritarios son un patente ejemplo de lo que Ortega consideraba hemiplejía moral, como nos recuerda Giménez: “ser de izquierdas es, como ser de derechas, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”.


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