Leo que un colegio de Elche (Príncipe de Asturias) implantará
en sus aulas un programa educativo basado en la teoría de las inteligencias
múltiples de Howard Gardner. Los alicantinos importan el modelo de un colegio
de Barcelona (Congrés-Indians). Según dicen los responsables, “cada una de las
aulas está especializada en potenciar un tipo de inteligencia”.
Admiten, con Gardner, que se trata de desarrollar las
potencialidades con las que se nace (“las potencialidades innatas del niño”). Por
supuesto, también se busca promover la creatividad de los chicos (etcétera).
Leo, también, que Gallup, en los Estados Unidos, ha
desarrollado un sistema llamado ‘Clifton
Strenghts-Finder’ destinado a descubrir los talentos innatos dominantes en
los individuos. El sistema se basa en la información recopilada a partir de dos
millones de trabajadores.
Como excelentes vendedores, los americanos declaran que su
sistema puede suponer un cambio de paradigma en la actual gestión de los
recursos humanos (me sorprende que no usen la expresión ‘giro copernicano’).
Gallup está formando a miles de profesionales para vender su producto a lo
largo y ancho del planeta (España incluida).
Aunque se hace referencia a los recursos humanos, la
filosofía de este sistema ya se aplica desde hace tiempo en varios centros
educativos de USA. Se trata de averiguar cuáles son las habilidades innatas de
los chavales para dirigir su educación a partir de ahí. Jennifer Fox es la
encargada de vender el mensaje de que hay que “dejar de creer que los alumnos pueden ser competentes
en cualquier materia que se propongan”.
Lo que puede resultar llamativo de esta perspectiva es que se
admite, sin reparos, que esas habilidades poseen un fuerte componente genético.
Y de la educación se da el salto al mundo laboral: hay que identificar los
talentos innatos de los trabajadores para mejorar la eficiencia de la empresa.
Se pretende establecer un ranking
individualizado para consignar sus capacidades o aptitudes más destacadas.
Por supuesto, es necesario identificar esas aptitudes, y, por
ahora, parece que eso requiere responder a un cuestionario a través del que se
exploran más de 30 talentos. Ese conjunto de talentos no se basa, claro está,
en lo que la Psicología sabe después de cien años de investigación. Nada de
eso. Gallup ha creado su propio diccionario ad
hoc, incluyendo talentos como la capacidad de aprender, el liderazgo, la
responsabilidad, la flexibilidad, el carisma, la prudencia, la creatividad, la
competitividad o la capacidad para adaptarse.
A partir de los resultados del cuestionario, se subrayan los
diez talentos en los que se supone que destaca el individuo y entra en escena
el coaching para centrarse en esos talentos
y sacarles el máximo partido.
Tanto a los colegios como a las empresas que adoptan ese ‘revolucionario’
paradigma, el hecho constatado de que las capacidades correlacionan
intensamente parece importarles un comino. Sabemos que hay chavales y trabajadores
más o menos capaces, y, que, por tanto, es improbable que su perfil de
capacidades se encuentre sustancialmente desequilibrado. Alguien con una
excelente capacidad de aprender, flexible y adaptable es un individuo bastante
inteligente en general (y al revés).
Por otro lado, de ninguna manera se puede considerar que la
responsabilidad o la prudencia son talentos. Son rasgos de la personalidad. Es
verdad que las capacidades interactúan con esos rasgos, pero ni las primeras ni
los segundos son ‘talentos’. Delimitar con precisión y claridad conceptual lo
que se desea medir es esencial y Gallup mezcla
indiscriminadamente churras con merinas (lo mismo que, dicho sea de
paso, sucede con el tristemente famoso concepto de ‘competencias’).
Finalmente, medir capacidades con un cuestionario es un
desastroso paso atrás. Por tanto, es un cambio de paradigma, pero hacia un
pasado que la Psicología científica superó hace tiempo. Usar métodos
estandarizados (y objetivos) de medida es crucial. Preguntarle a la gente sobre
sus potencialidades y debilidades deparará desagradables sorpresas, por un
lado, pero, por otro, destruirá de un plumazo el enorme esfuerzo hecho por la investigación
psicológica para convertir en una empresa objetiva la medición de la conducta
humana.
Algún día tendremos que escribir tranquilamente sobre Juan Huarte de San Juan y nuestra Escuela Nacional de Psicología Aplicada.
Y sobre cómo, gracias a las modas provenientes de otras latitudes, los
psicólogos españoles abandonaron una perspectiva original que influyó en los
profesionales de otros países. Ahora parece que esa perspectiva volverá a casa,
pero, como es habitual, tendremos que comprarla porque ya no nos pertenece.
¡No se puede tolerar que la ciencia nos impida hacer un buen negocio!
ResponderEliminarEs algo peor que 'business'. Es una agresión a la investigación y a la ciencia. Pero no pasa nada porque se trata de Psicología.
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