En el verano de 2008, las
autoridades indias acusaron a la joven Aditi
Sharma de envenenar con arsénico a su entonces prometido Udit Bharati. Durante el transcurso de
la investigación, la acusada se sometió a una prueba que supervisa la actividad
eléctrica cerebral para determinar si ocultaba información relacionada con el
crimen.
Su aplicación se basaba en una
idea sencilla y que parecía fundamentada en datos empíricos sólidos: existe
evidencia científica que muestra una relación entre el potencial eléctrico P300
y el reconocimiento explícito de información [1-4]. Por tanto, que el cerebro de Aditi respondiese con una onda
P300 al mostrarle detalles del caso conocidos únicamente por ella (presunta autora
del crimen), podía interpretarse como una prueba de su culpabilidad.
Aditi debía escuchar pasivamente
afirmaciones en primera persona del tipo «Ofrecí a Udit golosinas con arsénico» o «Compré arsénico
para ponérselo a las golosinas». Aunque insistía en su inocencia, el
análisis de su actividad cerebral indicaba que se habían producido ondas P300
al escuchar las frases relacionadas con el caso. Los forenses interpretaron el
resultado como prueba de que poseía «conocimiento experiencial» (o de primera mano)
sobre el crimen. Su informe se aceptó como evidencia en el juicio y como
consecuencia fue condenada a cadena perpetua.
Era la primera vez que un tribunal
dictaba una sentencia condenatoria basándose en resultados de un procedimiento
de estas características [5]. Durante
los seis meses siguientes, otros dos acusados fueron encontrados culpables de
asesinato utilizando el mismo método. La prueba en cuestión comenzó a aplicarse
en la India en el año 2003 y su uso continúa siendo legal, siempre y cuando el
acusado consienta someterse a ella [6].
En las últimas semanas hemos
sabido que la policía española está utilizando la (mal llamada) «prueba de la P300»
o «test de la
verdad» en una de sus investigaciones y que se plantea aplicar de nuevo el procedimiento en otros casos pendientes de resolución.
Los medios de
comunicación se han hecho eco de la noticia con un notable entusiasmo
acrítico. Se han recogido afirmaciones equívocas sobre
la validez y estatus científico de la prueba. Se ha señalado, por
ejemplo, que este tipo de respuesta cerebral no puede manipularse, que la
prueba ya se utiliza con éxito en otros países, que su fiabilidad alcanza el
99% o que el consenso en la comunidad científica sobre su validez es cada vez
mayor.
Aunque el interés de la policía
española por la prueba parece limitarse a su utilidad como herramienta para
recabar información, se han generado grandes expectativas sobre las posibles
aplicaciones del procedimiento. Se sugiere, incluso, la posibilidad de utilizar
sus resultados como evidencia en procesos judiciales. Pero,
¿están justificadas
estas expectativas?
¿es tan elevada la
validez de la prueba?
¿puede considerarse
fiable la aplicación del procedimiento fuera de los controlados límites del
laboratorio?
Mi respuesta a estas preguntas es
un rotundo NO. Al menos, no de momento. Veamos los motivos.
Brain Fingerprinting: La pretendida huella digital cerebral
La capacidad del potencial P300
para revelar si una persona reconoce determinada información, aun cuando no lo
manifieste explícitamente, se estudia desde hace décadas [7]. Los laboratorios de Psicología y Neurociencia Cognitiva
recurren a tareas en las que los participantes deben mentir, o a la recreación
de crímenes simulados para establecer, a
posteriori, las diferencias en la P300 de sujetos culpables e inocentes.
Sin embargo, cuando hablamos de la
aplicación de la «prueba de la P300» en el contexto de investigaciones reales,
en realidad nos estamos refiriendo a distintos procedimientos de análisis de la
actividad eléctrica cerebral que, en su conjunto, se conocen (también de forma
desafortunada), como «Brain fingerprinting» o «huella digital cerebral».
Aunque todos se basan en el
análisis del potencial P300, son métodos patentados que incluyen, además, otros
componentes y parámetros que la comunidad científica ignora. Este dato es muy
importante porque cualquiera puede consultar la literatura para revisar cómo se
han analizado los datos de un estudio científico sobre P300 y memoria de
reconocimiento, pero es imposible hacer lo mismo con procedimientos registrados
para su uso comercial.
Por ejemplo, el considerado
inventor del brain fingerprinting, Lawrence A. Farwell, afirma
que su método Memory and Encoding Related
Multifaceted Electroencephalographic Response (MERMER) va más allá del mero
análisis de la P300, pero la definición exacta de MERMER aún resulta vaga e
imprecisa [8]. Aunque ha recibido
críticas durísimas que denuncian mala praxis y piden explícitamente la
retractación de sus artículos [8, 9],
Farwell continúa defendiendo que el método para
detectar información comercializado por su empresa alcanza el 100% de precisión.
Considera que las críticas del resto de investigadores son ataques ad hominem[10, 11].
Por su parte, Champadi R. Mukundan, inventor de Brain Electrical Signature Oscillations (BEOS) y forense
responsable del caso de Aditi Sharma, rechazó la posibilidad de que científicos
independientes revisasen su protocolo de registro y análisis de datos [6]. Mukundan
ha participado como ponente en más de 40 Congresos durante los últimos 10 años,
pero, lamentablemente, aún no ha publicado ningún artículo científico sobre
BEOS, de modo que cualquier evaluación objetiva de su procedimiento se
ve necesariamente limitado a revisar la información proporcionada en su patente [12].
El propio Farwell
reconoce que no hay evidencia de que la validez de respuestas teóricamente más
complejas, como MERMER o BEOS, sea mayor que la del potencial P300 [13]. Pero, paradójicamente, es este
potencial el único que podemos utilizar para estimar la validez de los métodos
patentados.
¿Qué es la P300? El potencial de moda
El potencial P300 es una deflexión
positiva del voltaje en la actividad eléctrica cerebral que se inicia
aproximadamente 300 milisegundos después de que una persona detecte un estímulo
informativo o relevante. De forma bastante simplista, podríamos decir que la P300 aparece cuando el cerebro reconoce o procesa
información que le resulta significativa.
Se han publicado cientos de
artículos científicos sobre las variables que afectan a su magnitud (amplitud)
y momento de aparición (latencia), pero no hay un claro
consenso sobre qué procesos cognitivos refleja exactamente. No obstante, sabemos que se relaciona con procesos
atencionales y de memoria, que es sensible a la probabilidad de ocurrencia de
un estímulo y a la dificultad de la tarea, y que se ve afectada por variables
como la edad o la presencia de patologías [14].
También conocemos tres aspectos de
la P300 que conviene tener presentes cuando hablamos de reconocimiento de
información o detección de mentiras:
1) Para registrar una P300 es absolutamente necesario prestar atención a
la información que se presente, ya sea por sus propias características o porque
lo exija la tarea [15].
2) Para registrar una P300, la
información de interés debe ser significativa
para el sujeto y aparecer de forma esporádica
entre un flujo de información no relevante.
3) La amplitud de la P300 es
usualmente mayor cuando se recuerda o reconoce información, pero NO existe una relación unívoca entre la P300 y la memoria.
La siguiente figura (modificada a
partir de Sebastián y Ballesteros (2012). Effects of normal aging on event-related potentials and oscillatory
brain activity during a haptic repetition priming task. NeuroImage, 60 (1), 7-20)
representa cambios en la P300 durante el reconocimiento de información
conocida.
Aplicación de la técnica: El Guilty Knowledge Test
¿En qué consiste exactamente la
prueba en cuestión?
¿Qué es lo que hace el sujeto
mientras se registra su actividad fisiológica?
En el denominado Guilty Knowledge Test (GKT) o Concealed Information Test (CIT) se formula
una pregunta, y, a continuación, se presentan varias alternativas de respuesta
(que pueden ser relevantes o neutras en el contexto del caso) para determinar la «saliencia»
(o relevancia) que tiene la información para el interrogado.
Por ejemplo, el interrogatorio
relacionado con el robo de un deportivo rojo podría incluir preguntas como
«¿Qué tipo de vehículo era?
¿Un camión? ¿Una furgoneta? ¿Un deportivo?»
«¿Cuál era el color del vehículo?
¿Azul? ¿Rojo? ¿Verde?».
Si el sujeto muestra, de forma
consistente, una mayor reacción psicofisiológica ante las opciones relevantes (deportivo, rojo) que ante las neutras, se infiere que la información
relacionada con el caso le resulta significativa.
Es una técnica empleada regularmente por la policía japonesa y, de forma
esporádica, por agencias de seguridad como el FBI [16, 17].
Sin embargo, con el
GKT/CIT se analizan medidas del sistema nervioso autónomo, como la frecuencia
cardíaca o la tasa de conductancia de la piel, así que, en rigor, no es más que
una manera determinada de realizar la popular prueba
del polígrafo.
Los
estudios que analizan el potencial P300 han adoptado este procedimiento, pero
utilizan una variación del GKT/CIT en la que se presenta a los participantes
tres tipos de ítems:
1. Irrelevantes (o no relacionados con el caso). Se
presentan frecuentemente durante la prueba (70-80% de ensayos).
2. Objetivo.
Tampoco están relacionados con el caso, pero se distinguen de los distractores
en alguna característica. Se muestran con poca frecuencia (10-15% de ensayos).
La tarea consiste en identificarlos y señalar su aparición.
3. Sonda. Están relacionados con el caso y se muestran con poca
frecuencia (10-15% de ensayos). Únicamente podría reconocerlos alguien
culpable.
La indicación de responder
únicamente ante los ítems objetivo hace que este tipo de ensayos se conviertan
en «especiales» para cualquier persona que se someta a la prueba (relevantes en
el contexto de la tarea). Por tanto, evocarán una onda P300 en todos los
sujetos, ya sean culpables o inocentes.
Por el contrario, los estímulos
irrelevantes no serán «especiales» para nadie porque aparecen con mucha
frecuencia, y, además, no guardan relación con el caso. Es decir, como no son
importantes en el contexto de la tarea, ni tampoco en el de la investigación,
nunca deberían evocar un potencial P300.
A diferencia de los ítems objetivo
y los irrelevantes, los estímulos sonda permitirían
distinguir entre una persona inocente y otra culpable. Un inocente
desconoce la información relacionada con el crimen, de modo que para él no
existe ninguna diferencia entre los ítems sonda y los irrelevantes. Por tanto,
responderá ante ambos de la misma forma: sin mostrar una onda P300. Por el
contrario, alguien implicado en el crimen identificará los estímulos objetivo
(relevantes en el contexto de la tarea) y reconocerá a su vez los ensayos sonda
(relevantes en el contexto de la investigación) mostrando una P300 en ambos
casos. La generación de un potencial P300 ante los
ítems sonda se convierte en la «huella digital cerebral» que teóricamente
revela el conocimiento de información y delata al culpable.
Las limitaciones del procedimiento: Fiabilidad y validez en entredicho
Ya conocemos qué es la P300 y cómo
se interpreta en este tipo de tareas. Ahora bien, ¿qué fiabilidad y validez
podemos esperar de la prueba?
Si consideramos el grado de
consistencia y estabilidad de los resultados obtenidos por los grupos de
investigación que han utilizado este método, parece que la fiabilidad es reducida. Las tasas de detección de culpables en
situaciones de laboratorio son variables y dependen mucho del tipo de análisis
utilizado [18-22]: 87,5% en Farwell y
Donchin (1991), 48% en Miyake et al., (1993), 82% (Rosenfeld et al., 2004), 74% en Abootalebi, Moradi y Khalilzadeh (2006), 47%
en Mertens y Allen (2008). Esta lista no es exhaustiva, pero resulta ilustrativa.
Quizá sea interesante señalar que los porcentajes más bajos corresponden a
diseños más próximos a situaciones reales [22]
y en el único estudio de campo realizado de forma independiente [19].
Además, las
tasas de detección disminuyen cuando los sujetos utilizan contramedidas
para tratar de ocultar la onda P300. El porcentaje de aciertos se redujo del 82
al 18% en un estudio [20] y del 47%
al 27% y el 7% en otro, en función de la contramedida utilizada [22]. En cualquier caso, los datos
podrían ser muy distintos en investigaciones reales, porque la probabilidad de
detectar correctamente un efecto depende de la frecuencia con la que dicho
efecto ocurre en la población y los porcentajes de «mentirosos» en estos
estudios y en la vida real podrían diferir [23].
En cuanto a la validez, es decir,
la capacidad de la prueba para cuantificar la presencia de información oculta,
la evidencia es también negativa. Las limitaciones del procedimiento podrían
producir falsos positivos (es decir, señalar
como culpable a un inocente). Por ejemplo, se asume que la P300 será mayor en
quienes ocultan información, pero se ha
encontrado que la magnitud de la P300 puede ser mayor en quienes dicen la
verdad que en los que mienten [9].
Además, el parámetro de la P300 utilizado para discriminar entre culpables e
inocentes en este tipo de tareas, no parece diferenciar entre falsas memorias y
recuerdos reales [24, 25]. Es decir, se puede producir un ‘sospechoso’ potencial P300 porque la
persona imagina o cree que recuerda algo que, en realidad, no ha vivido.
Esta es una limitación realmente
importante porque las preguntas y la información manejada durante un
interrogatorio pueden distorsionar la memoria e inducir falsos recuerdos en los
interrogados. La validez de la prueba se ve
comprometida por las mismas limitaciones que el testimonio de testigos [26].
Otra amenaza a la validez que
podría aumentar el número de falsos positivos se relaciona con el diseño de los
ítems sonda en el GKT/CIT. Asegurarse de que la información que contienen es
conocida únicamente por el culpable resulta muy sencillo en el laboratorio,
pero no en la vida real, especialmente en los casos
con mayor presencia en los medios de comunicación.
Algunos estudios han mostrado que
las respuestas fisiológicas del GKT/CIT no lograban discriminar entre culpables
e «inocentes informados» que conocían detalles de un crimen simulado, aunque no
lo habían perpetrado [16]. Tampoco
puede descartarse la influencia de sesgos de confirmación del experimentador
durante el proceso de análisis, ya que los datos no se
analizan siguiendo un protocolo doble ciego. El efecto se ha demostrado
en estudios con polígrafo, cuyos resultados son normalmente consistentes con
las hipótesis previas de los evaluadores [16].
De la aplicación del procedimiento
también pueden resultar falsos negativos (es
decir, que alguien culpable supere la prueba). Cuando la prueba se realiza una
o dos semanas después de que los participantes perpetren un crimen simulado,
algunos ítems relevantes en el contexto del caso no se reconocen, y, por tanto,
no provocan respuestas psicofisiológicas [16].
Un resultado esperable puesto que el tiempo entre
eventos influye en la amplitud de la P300 [14].
Pero, además, recordemos que alguien
culpable puede utilizar contramedidas para dificultar la detección de la P300 [20, 22, 23]. Este tipo de acciones,
realmente efectivas, pueden ser de naturaleza física (morderse la lengua,
apretar los puños o la mandíbula, etc.) o cognitiva (por ejemplo, contar
mentalmente hacia atrás, imaginar situaciones que generen estrés o que se
asocien a algún componente emocional). Aunque se están investigando métodos
para tratar de contrarrestarlas y minimizar sus efectos [27], aún estamos lejos de resolver este problema.
Por último, tampoco podemos
olvidar las limitaciones inherentes a cualquier intento de trasladar a la vida
real un protocolo de estas características. En este tipo de estudios
participan, fundamentalmente, jóvenes universitarios cuyas características
sociodemográficas no deberían considerarse representativas de la población a la
que posteriormente se aplicará la prueba.
Otro problema obvio es que en la
investigación de campo se desconoce si la persona está o no mintiendo. Por
definición, para que se produzca un engaño es preciso que uno de los
interlocutores ignore que le están ocultando información, y, por tanto, las situaciones experimentales podrían guardar muy poco
parecido con la realidad [26].
Además, como ya señalé en «Neurociencia, mentiras y sesgos cognitivos», las
consecuencias de ser descubierto con este procedimiento son muy diferentes en el
contexto del laboratorio y en la vida real.
Para concluir, valoremos las
declaraciones de los medios de comunicación según la evidencia disponible en la
literatura científica:
El potencial P300 no se puede manipular. FALSO.
Es posible reducir la precisión de
la prueba adoptando contramedidas, algunas de ellas bastante sencillas [20, 22, 23].
La fiabilidad de la prueba es del 99%. FALSO.
El porcentaje de detecciones
correctas en estudios de laboratorio es variable y depende del tipo de análisis
utilizado. Su validez fuera del laboratorio no alcanza el 50% [19] y se ve comprometida por
importantes limitaciones.
La técnica se utiliza con éxito en otros países, como EE.UU. y Japón. FALSO.
Se utiliza la prueba del
polígrafo, no el análisis de la onda P300 [16,
17].
El consenso en la comunidad científica es cada vez mayor. FALSO.
La mayoría de los investigadores
del campo consideran que la técnica aún no debería aplicarse en situaciones
reales [6, 8, 9, 23].
Quizá te preguntes cuáles pueden
ser las consecuencias de utilizar una técnica cuya aplicación fuera del
laboratorio podría considerarse prematura. O, también, qué implicaciones éticas
y legales se derivan del hipotético acceso a nuestros pensamientos y recuerdos
mediante este tipo de tecnología. Si es así, te recomiendo la lectura del
artículo de Dominique J. Church [5]
en el que se concluye que «la falta de validez científica es un argumento sobre el que
reivindicar la necesidad de proteger los derechos humanos. Si los tribunales
optan por admitir evidencia neurocientífica antes de que se establezca su
fiabilidad, violarán el derecho de una persona a un juicio imparcial e
independiente».
Por cierto, ¿recuerdas a Aditi
Sharma? Su caso tuvo gran repercusión internacional y el Directorio de
Servicios Científico-Forenses, dependiente del Ministerio del Interior,
solicitó una revisión del procedimiento al Instituto Nacional Indio de Salud
Mental y Neurociencias. Como resultado del informe emitido, el Tribunal
Superior de Bombay concluyó en abril de 2009 que la
prueba BEOS carecía de rigor científico y que su aplicación debía interrumpirse
[6].
Aditi Sharma quedó en libertad
bajo fianza. Hasta donde sé, hoy continúa en libertad.
En twitter:
@msebastian_psi
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Excelente artículo Manuel.
ResponderEliminarUna vez desmenuzado analíticamente el problema, concluyes que esta clase de técnicas no deberían usarse: “no, de momento”.
Ese “de momento” abre una ventana de oportunidad para preguntarte: ¿qué debería cambiarse o mejorarse, en tu opinión, para que pudiera aplicarse en un proceso judicial estándar?
Imagina que Gallardón te ofrece una beca de 3 millones de euros para poner a punto un sistema mejorado de Brain Fingerprinting. ¿Aceptarías o rechazarías la oferta porque consideras que la empresa es inviable?
Por otro lado, al ir asimilando la información que describes al detalle, me invade la sensación de que la mayor o menor precisión de esa clase de tests puede estar sustancialmente modulada por el nivel de sofisticación cognitiva (o intelectual) del interrogado. El test sería más susceptible de ser manipulado por interrogados de mayor nivel cultural/intelectual, y, por tanto, en un 75% de la población podría funcionar bastante bien. ¿Concuerdas?
Finalmente, el punto que me parece especialmente problemático es separar recuerdos falsos (o imaginados) y recuerdos reales (o vividos en primera persona). Aún así, ¿no crees que sería posible encontrar una señal biológica que permitiese discriminar entre ambos tipos de recuerdos? Quizá los primeros estuviesen más asociados a la memoria semántica, mientras que los segundos formasen parte de la memoria episódica (una distinción que, en este contexto, puede ser relevante).
Saludos, Roberto
Muchas gracias, Roberto. Ha sido un placer escribir en tu blog.
ResponderEliminarRespecto a tu primera pregunta, ¿qué debería cambiarse o mejorarse, en tu opinión, para que pudiera aplicarse en un proceso judicial estándar? Depende de cómo pretendan utilizarse los resultados de la prueba.
Si el objetivo es utilizarlos como evidencia judicial, sería preciso establecer el correlato neural que se corresponde de manera unívoca con un estado psicológico que me parece demasiado complejo. No se trata únicamente de detectar si el interrogado reconoce la información, sino también de superar su voluntad de no ser descubierto. Me parece tremendamente difícil en el laboratorio y prácticamente imposible en situaciones reales. No puede saberse a priori si conoce siquiera la información, si tratará de ocultarla o qué estrategia seguirá para burlar la prueba. Son demasiadas incógnitas.
Sin embargo, si el objetivo es obtener pistas que guíen la investigación y se asume el margen de error que implica aplicar el procedimiento, podría resultar útil en el futuro. Lo cierto es que se están haciendo progresos y no cabe duda de que tanto la fiabilidad como la validez de la prueba aumentarán en los próximos años. Por ejemplo, me ha gustado mucho la evolución tan coherente de las publicaciones de Rosenfeld, que tras cada artículo señalando un punto débil del método publica otro proponiendo una solución para superar esa limitación. En este caso, lo primero que debería mejorarse en mi opinión es la fiabilidad de los resultados individuales. En mi experiencia, no todos los participantes de un estudio muestran una P300 ni mucho menos (hablo de experimentos estándar sobre memoria de reconocimiento en los que no hay que mentir), de modo que me cuesta mucho creerme los datos procedentes de una única persona.
En cuanto a esa hipotética beca del Ministerio de Justicia, estaría tentado de responder «Vengan esos euros, ¿para cuándo quiere usted su test de la verdad infalible?» pero no sería honesto. La respuesta también dependería de los objetivos del proyecto. Me parecería lícito aceptar si se trata de mejorar el sistema, pero no si los resultados esperados implican desarrollar un sistema que alcance el 100% de precisión, en cuyo caso me estaría convirtiendo en un Farwell financiado con dinero público.
Es muy probable que el nivel intelectual de la persona determine su capacidad para emplear contramedidas (especialmente las cognitivas), y de hecho sería muy necesario investigar si eso es así. Estoy de acuerdo contigo, pero se me ocurre que ser especialmente inteligente también podría perjudicarte en una tarea de este tipo: tus tiempos de reacción ante los estímulo sonda podrían ser más cortos y por tanto más difíciles de enmascarar.
Para mí el gran problema cuando hablamos de «población» es que los potenciales de memoria son sensibles a multitud de variables. Utilizar la P300 de universitarias sanas como «plantilla» sobre la que comparar resultados en situaciones reales me parece un grave error.
En cuanto al problema de las falsas memorias, parece que la latencia (no la amplitud) de la P300 sí podría diferenciar entre recuerdos genuinos y falsas memorias. Pero únicamente hay un estudio (que yo conozca) sobre el tema. Creo que combinando el análisis de la amplitud, latencia y topografía de la P300 con los tiempos de reacción podría llegar a diferenciarse entre ambos tipos de memoria… siempre asumiendo que nuestras inferencias nunca podrán considerarse certezas.
¡Un saludo!
Manuel S.
Coincido con Roberto, excelente post.
ResponderEliminarMe han interesado especialmente los datos de fiabilidad y validez de la prueba cuando se trata de preguntas verbales para dilucidar entre recuerdos. ¿Varían estos datos con EE visuales? ¿Sería más útil ver la reacción a supuestos errores cometidos (ej. "Se dejó la puerta abierta al huir"; sabiendo los e valuadores que no es cierto).
Sí tienes unos minutos me encantaría conocer tu opinión.
Un cordial saludo,
Muchísimas gracias, M. Ángeles.
ResponderEliminarEn realidad, algunos de los artículos que he citado en la entrada presentan imágenes y después preguntan al participante sobre su contenido. Por ejemplo, Abootalebi, Moradi y Khalilzadeh (2006) obtuvieron un 74% de precisión y Rosenfeld et al. (2004) alcanzaron el 82%. Parece que lo importante no es el tipo de estímulo utilizado (en teoría la P300 sería similar incluso con estímulos olfativos o táctiles) sino la redacción de las preguntas y sus correspondientes alternativas de respuesta, que permiten contextualizar la información. Limitarse a presentar información sin más podría evocar reacciones que no guarden ninguna relación con el caso. Siguiendo el ejemplo del deportivo rojo, imagina que presentamos imágenes de diferentes vehículos (incluyendo una del deportivo robado). La aparición de un potencial P300 podría deberse sencillamente a que la imagen del deportivo rojo resulta mucho más atractiva que la de un utilitario o una furgoneta. O a que normalmente vemos muchas menos imágenes de deportivos rojos que de utilitarios. Creo que es un problema que también encontraríamos con descripciones verbales.
En cuanto a la estrategia de presentar información errónea, esa es una muy buena idea/pregunta. Dependiendo del contexto de presentación, cuestiones de ese tipo podrían evocar reacciones psicofisiológicas quizá incluso más difíciles de enmascarar que las relacionadas con información correcta. Sin embargo, no estoy seguro de cómo podrían interpretarse: ¿Hasta qué punto podría considerarse «conocimiento experiencial» la respuesta cerebral evocada por algo que en realidad no ocurrió? No sé si he respondido a tu pregunta…
Un saludo,
Manuel S.