viernes, 13 de diciembre de 2013

Walden Two

Así es, se trata de la novela publicada en 1948 por B. F. Skinner (sólo como curiosidad, o quizá no, el mismo año en que se publicó la obra de G. Orwell, 1984). Presenta un modo, según él viable, de cambiar nuestra sociedad, de eliminar aquellas cosas que impiden que los ciudadanos alcancemos la felicidad.

Opino que merece la pena echarle un vistazo a esta obra porque ayuda a desmontar una serie de ideas erróneas sobre lo que se supuso que significaba el conductismo, según sus creadores, para la sociedad. Permite demostrar que, en realidad, los pioneros no pensaban lo que algunos de sus seguidores han tratado de hacernos creer. Quizá no se leyeron los originales. Quizá no entendieron lo que decían. Quién sabe.

Skinner se niega a aceptar que su propuesta sea una utopía (“la historia nunca hace bien los experimentos”). Considera que la ingeniería de la conducta hace viable una sociedad diferente basada en la congregación de comunidades de reducido tamaño:

si queremos averiguar cómo puede vivir la gente sin pelearse, cómo puede producir las cosas que necesita sin tener que trabajar demasiado, o cómo puede criar y educar a sus hijos con mayor eficacia, partamos de unidades de dimensiones manejables antes de pasar a problemas de mayor cuantía
(…) las comunidades reducidas constituyen el marco ideal para un nuevo género de educación, liberada de la interferencia de administradores, políticos y asociaciones docentes
(…) lo que se necesita no es nuevo líder político ni un nuevo tipo de gobierno, sino un mayor conocimiento de la conducta humana y nuevas formas de aplicar este conocimiento a la planificación de las prácticas culturales”.

Narrativamente la historia es bastante aburrida. Frazier, el protagonista que ha montado el tinglado de la comunidad, invita a una serie de personas, entre ellos a dos profesores universitarios (Burris –poco sutil—y Castle) a visitar Walden Dos. Durante esa visita siguen las consignas de convivencia de la comunidad (y su Código) para apreciar realmente en qué consiste.

La organización de la comunidad es bastante abstracta, salvo en algunos detalles. La aplicación de esa ingeniería de la conducta de la que hace alarde el autor difícilmente se concreta con el paso de los capítulos. Es, más bien, una especie de declaración de intenciones: “tenemos fe en nuestro poder para cambiar la conducta humana”.


Quizá lo que más me ha interesado ha sido la defensa de comunidades de reducido tamaño (no más de mil individuos) basadas en los recursos y en una planificación racional del trabajo. El dinero carece de sentido en esas comunidades en líneas generales (salvo cuando hay que relacionarse con el mundo exterior). Perder el tiempo para transportarse es algo que ha pasado a mejor vida.

La jornada laboral es de cuatro horas, pero parecen más porque los habitantes trabajan para sí mismos y su comunidad: “En Walden Dos no tenemos clase ociosa, ni ancianos prematuros, imposibilitados, borrachos, criminales, ni mucho menos, enfermos. No tenemos paro obrero debido a una mala planificación. Tampoco se paga a nadie para que no haga nada”.

Por supuesto, los niños se crían en grupo, en zonas comunes (“Walden dos ha suprimido la familia”), pero no se les exige que desarrollen los mismos talentos. Frazier le confiesa a Burris que “nuestros niños de diez años han tenido todos el mismo ambiente desde su nacimiento, pero las variaciones en sus capacidades intelectuales son casi tan grandes como en los del resto de la población. Estas diferencias parecen también confirmarse en otras aptitudes y habilidades
(…) nunca fomentamos una afición para la que no se tenga capacidad
(…) no existe ninguna mediocridad organizada que frene a los mejor dotados
(…) la inteligencia seguirá siendo inteligencia”.

Se permite que los adolescentes alcancen la edad adulta cuando se consideren preparados, no de acuerdo a estúpidas rígidas normas. De hecho, pueden casarse cuando quieran (“no se fomentan los noviazgos largos”), aunque viven en habitaciones separadas.

Observen la siguiente declaración: “si existe una discrepancia considerable en capacidad intelectual o en temperamento, se les aconseja no casarse
(…) al inepto le disuadimos de que tenga hijos”.

¿Eugenesia conductual?

Frazier se defiende de las acusaciones de fascista por parte de Castle:
es una táctica muy eficaz para evitar todo intento de mejorar la democracia
(….) si el hombre es libre, entonces una tecnología de la conducta es imposible
(…) no solamente podemos, sino que debemos controlar la conducta humana
(…) niego rotundamente que exista la libertad. Debo negarla pues de lo contrario mi programa sería totalmente absurdo
(…) lo que controlamos no es la conducta final, sino la inclinación a comportarse de una determinada forma
(…) una sociedad que funciona para el bien de todos, no puede tolerar la aparición de figuras individuales
(…) cuando muera, como figura personal seré tan inidentificable como mis cenizas”.

No sé, pero a mi me suena un pelín fascista.


Skinner nos informa de que “Walden Dos es la mayor hazaña conseguida hasta la fecha en la historia de la inteligencia humana”. No se debe luchar contra las gobiernos actuales, sino dejarlos de lado. Se puede crear un mundo distinto sin cambiar el de los demás.

Burris decide, finalmente, dejar su vida y abrazar la vida comunitaria de Walden Dos.

No quiero extenderme más. Pero permítanme terminar con unos enlaces en los que se describe una comunidad, que existe en la actualidad (en Florida), y que considero puede ser una versión moderna de Walden Dos: “El Proyecto Venus”.

Seguramente Skinner estaría orgulloso del trabajo de Jacque Fresco.



3 comentarios:

  1. "Se puede crear un mundo distinto sin cambiar el de los demás."

    ¡¡esta es una frase poderosa!!

    un saludo

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  2. Esas frases que has citado que te pueden sonar “fascistas” necesitan ser contextualizadas en la filosofía de Skinner. Skinner no dice que las personas deban ser desprovistas de su libertad, sino que la libertad, mejor dicho, el “libre albedrío”, no existe, dado que para que pueda ser posible una ciencia que estudie la conducta, ésta no debe ser algo metafísico y caprichoso que varíe “a voluntad” de los individuos, sino que debe ser producto de una serie de determinantes sobre los que el científico debe hacer un análisis riguroso.

    Para él, las sociedades humanas han sido gobernadas desde siempre por: 1. Sistemas políticos que desconocían los principios por los que la conducta humana está determinada, guiándose a través de ideologías vacuas y supuestos equívocos sobre la naturaleza humana, y por lo tanto, fracasando estrepitosamente 2. Sistemas políticos que de conocer parcialmente esos principios, los han utilizado esencialmente contra la sociedad (me atrevería a decir que en la actualidad tenemos una mezcla de esos dos tipos de sistemas, y seguramente uno de los dos en mayor medida que el otro).

    Skinner cree haber descubierto la panacea que permite explicar y controlar absolutamente TODA nuestra conducta (y he ahí su error), y son los principios del condicionamiento, clásico y operante. Ahora que conocemos como modificar la conducta humana, solo hace falta aplicar esos principios que la rigen con toda nuestra buena intención en pos del beneficio de la sociedad en su conjunto. Y eso es lo que es en esencia Walden II, un piloto experimental de esa propuesta. Naturalmente sabemos que ni de lejos toda nuestra conducta, en especial la que nos hace característicamente diferentes como humanos, está gobernada únicamente por las leyes del condicionamiento.

    Pero el planteamiento de base no me parece dañino, ni fascista. Cuanto mejor conocimiento científico se tenga sobre la psicología humana, mejor preparado se estará para gobernarla con eficacia, en vez de hacerlo al buen tun tun o con presupuestos más bien dudosos. (Por ejemplo, organizar el sistema educativo en torno a cosas como las “Inteligencias Múltiples” en vez de sustentarse en otros conocimientos de sobra contrastados científicamente)

    Un lector habitual

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  3. Lector habitual, comprendo lo que dices y puedo estar de acuerdo con algunas matizaciones. Pero no me seduce nada la tesis de que el grupo se sitúe por encima del individuo. No me seduce, y, además, pienso que cualquier estrategia social con esa orientación está abocada al fracaso. Te recomiendo, si me lo permites, releer 'Rebelión en la Granja'. Saludos, R

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