Averiguar por qué algunos chavales lo hacen mejor y otros
peor en el colegio es socialmente importante. Está claro que nos preocupa. Opino
que los informes PISA no son
particularmente interesantes para responder esa pregunta. A pesar de la enorme
cantidad de detalles que incluyen, no son
genéticamente informativos, y, por tanto, sus conclusiones son ambiguas.
Me encantaría que los estudios PISA comparasen, por ejemplo,
las puntuaciones en el test de hermanos adoptivos. O, también, que comparasen
hermanos estándar (biológicos) que han crecido en el mismo seno familiar pero
cuyas puntuaciones en un test estandarizado de inteligencia difieren
sustancialmente.
Esa clase de comparaciones nos daría interesantes pistas.
Pero no me consta que se disponga de esa información, y, por tanto, la
evidencia me resulta particularmente decepcionante como científico.
Recientemente, no obstante, el grupo de Robert Plomin ha publicado un artículo en el que se observa una influencia
genética sobre el rendimiento en un test estandarizado de conocimientos
escolares que los estudiantes británicos debe completar al terminar la
escolarización obligatoria.
Nicholas
G. Shakeshaft et al. (2013): Strong Genetic Influence on a UK Nationwide Test
of Educational Achievement at the End of Compulsory Education at Age 16. PLOS
ONE, December 2013, Volume 8, Issue 12, e80341
En el estudio se compara a más de once mil gemelos de 16 años
de edad según su rendimiento en el test de conocimientos (General Certificate of Secondary Education) que incluye preguntas
sobre lengua, ciencias y matemáticas. Los valores para los gemelos idénticos y
los fraternos se someten a análisis estadísticos para estimar la influencia de
los tres clásicos componentes de la varianza fenotípica (en este caso el
rendimiento en el test de conocimientos).
1.- La variabilidad genética (A, en el modelo de la figura)
2.- El ambiente compartido (C, en el modelo de la figura)
3.- El ambiente específico (E, en el modelo de la figura)
Los resultados revelan que los factores genéticos dan cuenta
de casi un 60% de las diferencias observadas en el test de conocimientos.
¿Qué sucede con el ambiente compartido o familiar?
El resultado me ha resultado sorprendente, pero ahí va: casi
un 40% de influencia.
Es decir, variables como los estilos de crianza de las
familias o su nivel socioeconómico posee un efecto sustancial. Es un 20% menor
que el correspondiente a la genética, pero es importante.
Estos datos no casan demasiado bien con lo que se sabe sobre
el efecto del ambiente compartido o familiar sobre la capacidad intelectual.
Por eso, entre otras cosas, el resultado me resulta chocante.
Ante una evidencia como ésta, el título del artículo me
parece desafortunado, puesto que subraya el papel de la genética y minimiza el
del ambiente compartido.
Escriben los autores: “shared environment accounts for much
less variance than does genetics”.
Yo no
diría ‘much less variance’.
Hacia
el final del artículo se discute que, en edades más tempranas, el efecto del
ambiente compartido es bastante menor (un 15% aproximadamente) lo que encaja fatal
con lo que se sabe sobre otras facetas de naturaleza psicológica.
Eso
si, hay que admitir que resulta chocante el hecho de que la estimación de la
influencia genética en esta edad es muy similar a la observada en periodos más
tempranos de la escolarización. Sugiere que acumular experiencias escolares no
pose un efecto sobre la eventual atenuación de las diferencias genéticas que
separan a los alumnos desde el principio del periodo escolar.
El
artículo se cierra con una discusión sobre la relevancia de la genética para la
educación: “heritability
of 100% means that inequalities of educational opportunity do not exist. In
this counter-intuitive sense, heritability can be considered as an index of
equality”.
Hay
que curarse en salud.
Razonan
los autores que la educación debería adaptarse a los alumnos, atendiendo al
fenómeno de la interacción genotipo-ambiente:
el efecto del mismo ambiente cambia según el genotipo del receptor. Pero aún
más interesante es la correlación genotipo-ambiente,
según la cual distintos genotipos seleccionan, modifican y crean ambientes
congruentes con sus peculiaridades.
Se
sostiene que admitir la relevancia de la genética en la educación no lleva a
apoyar políticas dirigidas a centrarse en los más aptos relegando a un segundo
plano a los más torpes. Ese mismo resultado puede usarse precisamente para lo
contrario: centrarse en los menos aptos para garantizar que alcancen un
estándar básico de conocimientos y habilidades educativamente valiosos.
Me
pregunto: ¿hacían falta tales alforjas para semejante viaje?
No sé si hacían falta tales alforjas, pero creo que es un artículo interesante que merece ser leído con detenimiento.
ResponderEliminarGracias por la información