miércoles, 16 de octubre de 2013

Todos los animales son iguales

Pero algunos animales son más iguales que otros.

Seguramente habrán adivinado que hablaremos, brevemente, de la corta e intensa historia narrada por George Orwell sobre la rebelión de un grupo de animales en la granja del Sr. Jones (Inglaterra).


En su propio prólogo (apócrifo) a ‘Rebelión en la Granja’ escribió Orwell:

en un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bien-pensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concretamente decir ‘esto’ o ‘aquello’, es que ‘no está bien decir ciertas cosas’
(…) incumbe a la intelectualidad científica y literaria el papel de guardián de esa libertad que está empezando a ser menospreciada en la teoría y en la práctica
(…) la libertad intelectual es una tradición profundamente arraigada sin la cual nuestra cultura occidental dudosamente podría existir”.

La rebelión animal se basa en convencerse de que el hombre es su enemigo, el culpable de que pasen hambre y de que tengan que trabajar (“el único ser humano bueno es el que ha muerto”).

El grupo de animales es organizado por los cerdos, los especímenes más inteligentes.

Quizá la parte más sustanciosa es el progresivo cambio de los siete mandamientos para adecuarse, poco a poco, a los intereses de los dirigentes:

1) Todo lo que camina sobre dos píes es un enemigo.
2) Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.
3) Ningún animal usará ropa.
4) Ningún animal dormirá en una cama.
5) Ningún animal beberá alcohol.
6) Ningún animal matará a otro animal.
7) Todos los animales son iguales.

Por supuesto, los dirigentes no trabajaban sino que supervisaban. Los animales votaban, pero nunca tenían ideas propias. Con el tiempo, los temas sobre el gobierno de la granja fueron recayendo en una comisión especial de cerdos presidida por Napoleón (quien se rodea de una guardia pretoriana de feroces perros). Las asambleas se convierten en innecesarias, una pérdida de tiempo: “nadie se atrevía a decir lo que pensaba”.

El clímax de la progresiva transformación de la sociedad originalmente creada por los animales hacia otra cosa bastante similar a la sociedad humana, se alcanza en la siguiente declaración:

entre los cerdos y los seres humanos no había, y no debería haber, ningún choque de intereses de cualquier clase. Sus esfuerzos y sus dificultades eran idénticos ¿No era el problema laboral el mismo en todas partes?
(…) los animales, asombrados, pasaron su mirada del cerdo al hombre, y del hombre al cerdo; y, nuevamente, del cerdo al hombre; pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro”.


Orwell fue un tipo estupendo con ideas meridianamente claras. Un heterodoxo que deberíamos admirar y recordar sin reservas para defendernos de la arraigada inclinación de algunos cerdos humanos por controlar y dominar a sus semejantes.


4 comentarios:

  1. Roberto... felicidades tu enorme curiosidad nos lleva a recaer en "viejas glorias"...me volvere a leer el libro por tu culpa, aunque al final no quedaré indemne.

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  2. Muchas gracias Antonio. Conviene, bastante, recordar a estos clásicos porque, a menudo, son más interesantes que la actualidad para comprender el momento presente. Y no te preocupes que sobrevivirás (incluso lo pasarás bien releyendo).

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  3. Sin duda el pensamiento se nutre de heterodoxia, ¿de dónde sacas tiempo para tantas cosas? O es que nunca olvidas algo que lees? Eres cómo Sheldon Cooper con memoria eidética?
    Gracias por recordarnos que no hay que sucumbir a la ortodoxia.

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  4. Gracias MA. La ortodoxia es enemiga de muchas cosas interesantes ;-) Saludos, R

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