En septiembre de 1992 dos grupos
independientes de excursionistas llegaron casi de forma simultánea a un paraje
perdido, aproximadamente a tres días de marcha de Fairbanks, Alaska. En medio de un claro salpicado de vegetación baja
y dispersa se encontraba abandonado un pequeño autobús de la línea 142 de
Fairbanks, acondicionado como refugio. En su interior encontraron un cadáver
anónimo acurrucado en su saco de dormir. Junto a él sus objetos personales, diversos
libros con anotaciones manuscritas y una cámara de fotos.
Se trataba de un joven de 24 años, procedente
de una familia acomodada que había desaparecido meses antes. Su nombre era Chris McCandless.
El caso llamó la atención del periodista Jon Krakauer. El artículo que publicó
sobre Chris terminó convirtiéndose en un libro, Hacia
rutas salvajes (Ediciones
B). Intrigado por el caso, Krakauer reconstruye la vida de Chris, su
entorno familiar, su peculiar personalidad y su viaje a través del Oeste
norteamericano hasta Alaska donde finalmente encontraría la muerte.
De los testimonios de quienes le conocieron
se desprende una personalidad fuertemente obsesiva. Las injusticias sociales y
los dilemas morales absorbían su pensamiento. Desde sus inflexibles
convicciones personales se convirtió en un juez implacable para los demás y
para sí mismo. Durante sus años universitarios vivió en una habitación
amueblada exclusivamente con cajas de cartón y un colchón.
Progresivamente, su rechazo hacia las normas
convencionales de la sociedad se fue convirtiendo en una barrera insalvable
para las personas que le rodeaban. Era simpático y probablemente una buena
persona. Todo el que le conocía, aunque fuese brevemente, parecía quedar cautivado
por una personalidad atrayente y entusiasta.
Pero Chris sentía pánico ante las relaciones
cercanas. Su trato con la mayoría de las personas que conoció fue superficial y
breve. Cuando percibía la amenaza de una relación estrecha, simplemente salía
corriendo.
Y de quien más distanciado se sentía era de
sus padres. Su padre, un antiguo ingeniero de la NASA que logró crear su propia
empresa, era el objeto de su rechazo más intenso.
Al finalizar la universidad, el joven Chris
comunica a sus padres que realizará un viaje y estarán algún tiempo sin saber
de él.
Nunca más volverían a verle con vida.
Convencido de que el rechazo a todo lo
establecido era la única forma válida de vivir, donó sus ahorros, abandonó su
coche y quemó el dinero que llevaba encima. Desapareció en el Oeste
norteamericano, rumbo a Alaska. Adoptó un estilo de vida errante, que caía en
muchas ocasiones en la indigencia. Trabajó de forma esporádica en labores
agrícolas y en un McDonalds (del que fue despedido por no mantener una mínima
higiene). Durante su periplo por Estados Unidos fue poco a poco documentándose
y preparando la estrategia para sobrevivir a la que era su gran aventura
soñada: internarse en los bosques de Alaska alejado de la sociedad.
Finalmente, en abril de 1992, dos años
después de desaparecer, llegó a Alaska. Equipado pobremente para los rigores de
la vida en el bosque, tomó una ruta forestal, atravesó un río en aquella época
aún helado y casi sin caudal, y continuó camino hasta encontrar un extraño
refugio.
En mitad de un claro, un autobús de la línea
142 de Fairbanks había sido acondicionado como refugio hacía mucho tiempo.
Entusiasmado con su descubrimiento, lo llamó “el autobús mágico”, y se instaló
allí. Buena parte de su equipo consistía en literatura que, en la soledad del
bosque, lee de forma obsesiva. Realiza anotaciones crípticas en los márgenes de
las páginas, y subraya los pasajes que más le gustan. Con la mejora del tiempo
comienza a cazar, con mucho esfuerzo, pequeños animales de los que se alimenta.
Los autorretratos que se encontraron en su cámara muestran a un Chris eufórico,
aunque cada vez más delgado.
En algún momento del verano decidió volver al
mundo. Antes había intentado internarse en el bosque y cruzar Alaska, pero a los
pocos kilómetros el paisaje se volvió impracticable. Regresó al autobús, y
finalmente emprendió el camino de vuelta a la civilización. Al llegar al
riachuelo helado que había cruzado cómodamente en abril, descubrió que se había
convertido en una corriente de agua feroz.
Desorientado ante este imprevisto, sin un
mapa y sin la menor idea de hacia dónde dirigirse, regresa una vez más al
autobús mágico. La naturaleza parece haberle mostrado su rostro menos amable. Aún
es verano y puede cazar, pero su dieta es claramente insuficiente. Los
autorretratos que toma con su cámara le muestran cada vez más demacrado.
Además, con el avance del otoño la caza comienza a escasear. Como alimento
complementario comienza a recoger bayas. Se especula con que consumió por error
una especie que era solo parcialmente comestible, lo que le produjo una
intoxicación que en combinación con su estado de debilidad resultaría fatal.
En las breves anotaciones que se registran
durante sus últimas semanas Chris recoge su extrema debilidad y su certeza de
que puede morir pronto. Incluso los pocos animales que logra cazar ya no pueden
ayudarle a recuperar su salud. Su cuerpo cae en picado hacia el colapso.
Fue consciente de que vivía sus últimos días.
Poco antes de morir escribió una nota en la que manifestaba haber tenido una
buena vida y se despedía de todos los que le habían conocido. Sujetando esta
nota tomó su último autorretrato. Bajo la cúpula azul del cielo, con una
inmensa masa vegetal a su espalda, Chris aparece claramente consumido. Pese a
la gravedad de su estado y la certeza de una muerte tan solitaria como
inevitable, aparece sonriente y en paz.
Me pregunto qué le impulsó a tomar una foto que
nunca podría ver. Quizás decirle al mundo que hasta el final estuvo donde quiso
estar y vivió como había elegido.
En algún momento decidió que ya no lucharía
más. Se acostó en el autobús dentro del saco de dormir que le había cosido su
madre. Probablemente perdió el conocimiento, y ante la indiferencia de la
Naturaleza que tanto amaba, murió.
En 2007 Sean
Penn rodó una película sobre la vida de Chris. Para la banda sonora
contactó con su amigo Eddie Vedder,
líder de Pearl Jam. Vedder compuso
un puñado de hermosas canciones inspiradas en los pensamientos y vivencias de
McCandless. Son en su mayoría muy cortas, algunas de una simple estrofa, con un
regusto folk en el que a veces emergen los orígenes grunge de su autor; pequeñas postales con final cerrado que parecen
extraídas de los recuerdos de Chris. Oírlas evoca un paisaje que cambia desde
la ventanilla de un coche en movimiento, la alegría del descubrimiento de
nuevos horizontes, o una melancólica declaración de intenciones ante el fin que
se acerca.
Mi amigo Fran viajó el año pasado a Alaska, y
entre otras cosas siguió la pista de McCandless.
Por lo que me contó, es la persona más odiada del
estado. Sus habitantes le consideran un simple tonto que se adentró en
un mundo que no conocía y pagó por ello con su vida. Su aventura puede parecer ridícula
a alguien que esté familiarizado con el mundo de la montaña. Después de todo se
alejó unos pocos kilómetros del pueblo más cercano, se refugió en un autobús,
se alimentó de ardillas y finalmente murió por no haber observado las normas
más básicas de supervivencia. De hecho, muy cerca de donde él estaba había
varios refugios con alimentos y un rudimentario puente que podría haberle
llevado al otro lado del río.
Pero creo que la
historia de Chris McCandless es también una metáfora de la desorientación
existencial que aqueja a los que habitamos este mundo. Que el paraíso
soñado de Chris terminara por matarle nos dice que no existe una tierra
prometida a la que retirarse, que no hay otro espacio u otro tiempo mejor que
el que tenemos por el que debamos de vivir o sacrificar nuestra felicidad, que para encontrar nuestro Shangri-La
personal solo podemos huir hacia el interior. Como suplica Vedder al
final de su canción Society
Sociedad, ten piedad de mi
Espero que no te enfades
Si discrepo
La ruta 142 tiene una red de paradas muy
completa, y aunque os resulte sorprendente, alguna os caerá a mano.
Una historia increíble que consigue tocar la 'patata' de este lector. Quizá lo que puede interpretarse como moraleja no se deriva de lo narrado, pero eso no es demasiado relevante ahora. Apetece hablar con Fran para obtener información. Saludos, R
ResponderEliminares mi interpretación subjetiva de la historia de este hombre. Como todo, puede inspirar visiones muy distintas.
ResponderEliminarA vuestra disposición para contaros batallitas y enseñaros mis fotos en el autobús :-) Es un viaje sobrecogedor en todos los sentidos. Un abrazo!
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