Charles Murray comparte en FB un artículo de Charles C. W. Cooke para el ‘National Review’ en el que se defiende
que, lejos de convertirse en un delito, la
prostitución debería legalizarse.
El periodista recurre al caso de un personaje famoso (que
aquí en nuestro país nos debe importar un comino) que ha sido puesto en el
candelero por usar el servicio de prostitutas. Cooke dice que ese no es el
verdadero problema, si no que haya engañado a su esposa. A una persona que le
prometió “su
lealtad, su vida y su amor”.
El hecho de que haya abonado mil dólares por el servicio de
una prostituta de lujo es irrelevante. El acto hubiera sido moralmente igual de
reprobable si hubiera engañado a su esposa con la vecina. Y gratis.
Resulta que es admisible practicar sexo gratis, pero si se
paga por obtenerlo entonces se despiertan los fantasmas. El sexo no debería
venderse, piensan algunos.
En los
Estados Unidos la prostitución en sí no es un delito, pero es delito buscar los
servicios de una prostituta o vivir a costa de alguien que vende su cuerpo.
Suena absurdo, dice Cooke, pero es así.
Los moralistas argumentan que nadie crece
pensando en vender su cuerpo al hacerse mayor. Pero la pregunta que debería
hacerse, escribe
este periodista, es si este trabajo es tan indeseable que debería prohibirse
legalmente.
A partir de aquí se inclina hacia una
legalización basada en el hecho de que las prostitutas no actúan de un modo
intrínsecamente dañino.
Es posible transmitir enfermedades practicando
la prostitución, pero criminalizarla aumentará esa probabilidad porque esa
práctica no desaparecerá sino que se ocultará.
Cooke usa el ejemplo de la ley seca en su país.
En España, el Partido
de la Libertad Individual es el único que apoya a los profesionales del sexo
para normalizar su situación jurídica. Según este partido “la prostitución es una realidad en nuestras sociedades y una
profesión ejercida por millares de individuos que merecen la misma
protección jurídica y consideración que el resto de los trabajadores”.
Y continúa: “exigimos la
persecución de todos aquellos que atentan contra la libertad de las personas.
Pero no
todas las personas que se prostituyen son víctimas de la trata de blancas ni
están forzadas a realizar ese trabajo.
El oscurantismo,
la marginalidad y la desprotección provoca la ilegalidad.
Se victimiza
a todas las personas que ejercen la prostitución y se condena por igual a todos
los propietarios de los locales de alterne”.
En este blog
se ha defendido el modelo holandés. El artículo de Cooke y la declaración del PLI
son coherentes con esta perspectiva.
¿Lograremos transformarnos en un país que huya
de rancias tendencias?
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