miércoles, 10 de julio de 2013

¿Qué hace que una nación sea más o menos inteligente?

Hace un par de años (creo) fui amablemente invitado a participar en una mesa redonda sobre la inteligencia, con ocasión del centenario de la publicación de la famosa escala métrica del francés Alfred Binet.

Basé mi breve presentación en diez preguntas. Una de ellas fue: ¿hay países más inteligentes?

No es necesario que les confirme sus sospechas: esta fue la que más debate generó entre la numerosa audiencia. Más o menos les pareció una pregunta imposible. También irrelevante. Y otras cosas que prefiero reservarme.

Hice lo que pude para salir del paso, pero dudo que mis respuestas tuvieran algún efecto.

¿Por qué les cuento éste suceso?

Resulta que en 2011, el Profesor Earl B Hunt (de quien, por supuesto, ya hemos hablado en este blog) recibió el ‘James McKeen Cattell award for lifetime accomplishment’ de manos de la ‘Association of Psychological Science’ (APS).

En 2012, Hunt publicó en la revista ‘Perspectives on Psychological Science’ el artículo ‘What Makes a Nation Intelligent?’ (Perspectives on Psychological Science 2012 7: 284 DOI: 10.1177/1745691612442905) resultado de la conferencia que impartió al recibir el premio de la APS en Washington DC.

Vaya, parece que no es una pregunta imposible o estúpida.


Es un artículo extenso y rico en ideas. Me permito recomendarles con entusiasmo su lectura. Y para animarles ahí van unas gotitas de información que aviven la sed.

Comienza con dos preguntas:
¿Hay países más inteligentes que otros? Si ese es el caso, ¿produce alguna diferencia? El punto clave de este artículo es que la respuesta a ambas preguntas es positiva”.

Es decir, hay países más inteligentes, y, además, es una diferencia socialmente muy relevante.

Gran parte de lo que el autor desarrolla se basa en el concepto de ‘instrumento cognitivo’ (‘cognitive artifact’)’. La inteligencia de un país depende, dice, del número de instrumentos cognitivos de los que dispone: “las oportunidades para practicar el pensamiento empieza en casa, continua en la escuela, y después se mantiene (o suprime) exponiéndose a la innovación”.

La pregunta que deberían formularse los países es: ¿tenemos éxito al promover que la gente piense y explore nuevas ideas?

Hunt sostiene que los indicadores nacionales de inteligencia expresan las diferencias que separan a los países en la capacidad de usar los instrumentos cognitivos necesarios para participar en las actuales sociedades post-industriales. Por ejemplo, la alfabetización, las matemáticas, las leyes, la lógica, el razonamiento científico o los sistemas financieros modernos.

¿Qué puede hacerse para estimular a los países a aceptar este hecho y actuar en consecuencia?

Aunque Hunt se muestra generalmente optimista, aquí se inclina hacia el otro lado: “más allá de la escuela, estimo que será más complicado promover cambios sociales que hacerlo en el ambiente físico”.

En otras palabras: si queremos estimular la capacidad cognitiva (o la inteligencia) de los individuos de un país, y, por tanto, mejorar sus recursos mentales (su capital humano) recurramos a intervenciones que influyan en sus cerebros (nutrición, sanidad, etc.).

Naturalmente esta conclusión contradice uno de los mantras que subyacen a su artículo y que toma prestado de la Profesora Diane Halpern: “aprendes a hacer lo que practicas”. Pero no pasa nada.

Este Profesor Emérito es valiente y confiesa que, posiblemente, las diferencias genéticas que separan a las poblaciones humanas pueden tener también algún papel en las diferencias de inteligencia que separan a las naciones. Es cauto, pero ahí está su declaración ante los miembros de la APS que decidieron premiarle por su carrera.

Vayamos terminando.

La siguiente figura resume su perspectiva general.


A la izquierda se muestra un modelo sobre el desarrollo de la inteligencia en un individuo. La potencialidad presente en el genoma se desarrolla a través de una serie de interacciones con el ambiente físico, encargado de establecer las capacidades para procesar información. Las interacciones entre éstas y el ambiente social desarrolla las habilidades cognitivas (skills). Entre esas habilidades se encuentran la inteligencia general (g) y las habilidades específicas (verbal, numérica, espacial, etc.). Dependiendo de cuál sea la sociedad en la que viva, un individuo podrá ser capaz de usar sus habilidades cognitivas  para modificar el ambiente físico y social.

A la derecha se generaliza el modelo a las naciones. El potencial genético para la cognición incluido en el pool genético de las distintas naciones se convierte en capacidades para procesar información a través del ambiente físico, y, a partir de aquí, en capacidades cognitivas a través del ambiente social. Puesto que las poblaciones, incluyendo a las naciones, operan en una escala temporal mayor que la vida de una persona en concreto, los mecanismos de retroalimentación que producen cambios sociales, incluyendo la adopción de los instrumentos cognitivos de otras sociedades, pueden modificar, tanto las capacidades para procesar la información como el pool genético (cómo se produce esto es enigmático, pero tampoco importa).


Los modelos de la figura son sugerentes (a pesar del pequeño lío que se hace al referirse a ‘skills’ y ‘abilities’) pero, para mi gusto, demasiado abstractos. Salvo en el caso de las variables físicas del ambiente y quizá por eso Hunt (que es un individuo extraordinariamente inteligente) concluye lo que concluye al cerrar su artículo.

2 comentarios:

  1. Y cuáles son los países más inteligentes dice?

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  2. http://robertocolom.blogspot.com.es/2012/02/la-inteligencia-de-las-naciones.html

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