Hace un par de años (creo) fui amablemente invitado a
participar en una mesa redonda sobre la inteligencia, con ocasión del
centenario de la publicación de la famosa escala métrica del francés Alfred Binet.
Basé mi breve presentación en diez preguntas. Una de ellas
fue: ¿hay países más inteligentes?
No es necesario que les confirme sus sospechas: esta fue la
que más debate generó entre la numerosa audiencia. Más o menos les pareció una
pregunta imposible. También irrelevante. Y otras cosas que prefiero reservarme.
Hice lo que pude para salir del paso, pero dudo que mis
respuestas tuvieran algún efecto.
¿Por qué les cuento éste suceso?
Resulta que en 2011, el Profesor Earl B Hunt (de quien, por supuesto, ya hemos hablado en este blog) recibió el ‘James McKeen Cattell award for lifetime accomplishment’ de manos de la ‘Association of Psychological Science’
(APS).
En 2012, Hunt publicó en la revista ‘Perspectives
on Psychological Science’ el artículo ‘What Makes a Nation
Intelligent?’ (Perspectives
on Psychological Science 2012 7:
284 DOI: 10.1177/1745691612442905) resultado de la conferencia que impartió al recibir el
premio de la APS en Washington DC.
Vaya, parece que no es una pregunta imposible o estúpida.
Es un artículo extenso y rico en ideas. Me permito
recomendarles con entusiasmo su lectura. Y para animarles ahí van unas gotitas
de información que aviven la sed.
Comienza con dos preguntas:
“¿Hay países más inteligentes que otros? Si ese es el caso,
¿produce alguna diferencia? El punto clave de este artículo es que la respuesta
a ambas preguntas es positiva”.
Es decir, hay países más inteligentes, y, además, es una
diferencia socialmente muy relevante.
Gran parte de lo que el autor desarrolla se basa en el
concepto de ‘instrumento cognitivo’ (‘cognitive
artifact’)’. La inteligencia de un país depende, dice, del número de
instrumentos cognitivos de los que dispone: “las oportunidades para practicar el pensamiento
empieza en casa, continua en la escuela, y después se mantiene (o suprime) exponiéndose
a la innovación”.
La pregunta que deberían formularse los países es: ¿tenemos
éxito al promover que la gente piense y explore nuevas ideas?
Hunt sostiene que los indicadores nacionales de inteligencia
expresan las diferencias que separan a los países en la capacidad de usar los
instrumentos cognitivos necesarios para participar en las actuales sociedades
post-industriales. Por ejemplo, la alfabetización, las matemáticas, las leyes,
la lógica, el razonamiento científico o los sistemas financieros modernos.
¿Qué puede hacerse para estimular a los países a aceptar este
hecho y actuar en consecuencia?
Aunque Hunt se muestra generalmente optimista, aquí se inclina
hacia el otro lado: “más allá de la escuela, estimo que será más complicado
promover cambios sociales que hacerlo en el ambiente físico”.
En otras palabras: si queremos estimular la capacidad
cognitiva (o la inteligencia) de los individuos de un país, y, por tanto,
mejorar sus recursos mentales (su capital humano) recurramos a intervenciones
que influyan en sus cerebros (nutrición, sanidad, etc.).
Naturalmente esta conclusión contradice uno de los mantras
que subyacen a su artículo y que toma prestado de la Profesora Diane Halpern: “aprendes a hacer lo que practicas”.
Pero no pasa nada.
Este Profesor Emérito es valiente y confiesa que,
posiblemente, las diferencias genéticas que separan a las poblaciones humanas
pueden tener también algún papel en las diferencias de inteligencia que separan
a las naciones. Es cauto, pero ahí está su declaración ante los miembros de la
APS que decidieron premiarle por su carrera.
Vayamos terminando.
La siguiente figura resume su perspectiva general.
A la izquierda se muestra un modelo sobre el
desarrollo de la inteligencia en un individuo. La potencialidad presente en el genoma se desarrolla
a través de una serie de interacciones con el ambiente físico, encargado de
establecer las capacidades para procesar información. Las interacciones entre
éstas y el ambiente social desarrolla las habilidades cognitivas (skills). Entre esas habilidades se
encuentran la inteligencia general (g)
y las habilidades específicas (verbal, numérica, espacial, etc.). Dependiendo
de cuál sea la sociedad en la que viva, un individuo podrá ser capaz de usar
sus habilidades cognitivas para
modificar el ambiente físico y social.
A la derecha se generaliza el modelo a las
naciones. El potencial
genético para la cognición incluido en el pool genético de las distintas
naciones se convierte en capacidades para procesar información a través del
ambiente físico, y, a partir de aquí, en capacidades cognitivas a través del
ambiente social. Puesto que las poblaciones, incluyendo a las naciones, operan
en una escala temporal mayor que la vida de una persona en concreto, los
mecanismos de retroalimentación que producen cambios sociales, incluyendo la
adopción de los instrumentos cognitivos de otras sociedades, pueden modificar,
tanto las capacidades para procesar la información como el pool genético (cómo
se produce esto es enigmático, pero tampoco importa).
Los modelos de la figura son sugerentes (a pesar del pequeño
lío que se hace al referirse a ‘skills’ y ‘abilities’) pero, para mi gusto, demasiado
abstractos. Salvo en el caso de las variables físicas del ambiente y quizá por
eso Hunt (que es un individuo extraordinariamente inteligente) concluye lo que
concluye al cerrar su artículo.
Y cuáles son los países más inteligentes dice?
ResponderEliminarhttp://robertocolom.blogspot.com.es/2012/02/la-inteligencia-de-las-naciones.html
ResponderEliminar