Emily L. Dennis y Paul M. Thompson publican un
artículo en el ‘International Journal of
Developmental Neuroscience’ (2013, 31, 525-542) titulado ‘Mapping connectivity in the developing
brain’. Me permito recomendarles su lectura.
Se
revisa una gran parte de la investigación publicada hasta la fecha usando
técnicas que permiten estudiar la conectividad estructural y funcional, tanto
en individuos saludables como en aquellos que presentan trastornos.
Las
técnicas de DTI (Diffusion Tensor Imaging) son esenciales
para explorar la conectividad estructural, el
recorrido de los axones por el cerebro para conectar distintas regiones. HARDI (High Angular Resolution Diffusion Image) es una técnica mejorada,
especialmente para discriminar fiablemente fibras que se cruzan, como es el
caso del cuerpo calloso o los tractos de asociación que recorren largas
distancias en el cerebro.
En el
lado funcional, el registro en estado de reposo
(resting state fMRI) se ha convertido
en la técnica estrella para estudiar la conectividad entre regiones cerebrales
que pueden estar asociadas estructuralmente o no. Se supone que la coordinación
de regiones distantes en estado de reposo permite organizar la actividad
neuronal, prepara el cerebro para la acción. Suelen usarse tres tipos de
aproximaciones: basada en regiones (seed-based),
el análisis de componentes (ICA) y la ‘graph
theory’. En todas ellas se persigue aislar redes
de conectividad intrínseca (ICNs).
Quizá
uno de los resultados más llamativos de la investigación en conectividad es que
los niños poseen una menor organización jerárquica en sus conexiones que los
adultos. Además, (a) las conexiones entre estructuras subcorticales y
corticales es más fuerte en niños que en adultos, mientras que (b) las
conexiones entre estructuras corticales es más robusta en adultos que en niños.
Finalmente, a medida que los individuos van creciendo se aprecia un cambio de
conexiones próximas (short-range) a
conexiones distantes (long-range). La
maduración cerebral conlleva un incremento de la conexión entre regiones más
distantes.
Naturalmente,
los autores hacen referencia al fascinante proyecto ENIGMA, que ya tuvimos oportunidad de comentar en este blog:
Dennis y Thompson también revisan estudios sobre las
alteraciones en los patrones de conectividad en casos como el autismo, el X
frágil o el ADHD. Se atreven también con un comentario sobre diferencias de
sexo en conectividad.
En colaboración con el equipo de Thompson, nuestro
laboratorio está actualmente explorando las posibilidades de la investigación
en conectividad para comprender las diferencias intelectuales (Martínez et al., 2013, ‘Prediction of cognitive performance using
graph theory and exploratory factor analysis on structrual brain networks’, ISBI 2013).
Un resultado sugerente que hemos observado es que una mayor
capacidad intelectual parece asociarse a la presencia de tractos ‘inusuales’,
es decir, difíciles de detectar en la mayor parte de los individuos. Además,
los individuos más competentes intelectualmente presentan un patrón
predominante de conexiones de larga distancia (long-distance) frente a los de corta distancia (short-range).
En suma, la investigación actual en neuroimagen se está
moviendo hacia una consideración dinámica del cerebro en su relación, tanto con
el desarrollo, como con respecto a variables por las que (algunos) psicólogos (y
la sociedad) manifiestan un alto interés (como, por ejemplo, la capacidad
intelectual).
El futuro inminente presenta un panorama realmente excitante.
Gracias por este conciso, certero y entendible análisis del artículo, Roberto.
ResponderEliminarGracias por el feedback JC. Saludos, R
ResponderEliminar