miércoles, 26 de junio de 2013

¿Qué harían los chicos de CSI?

Hace algunas semanas supimos de un interesante caso que abre algunos interrogantes que podrían inspirar una exitosa novela de ficción.

En una ciudad del país vecino del norte (Marsella, Francia) se cometieron una serie de violaciones y agresiones sexuales. Las víctimas no tuvieron problemas para identificar al agresor en la típica rueda de reconocimiento (y en imágenes de videos grabados en lugares tales como los autobuses de la ciudad).

Además, la policía científica gabacha había encontrado y analizado restos de ADN en las víctimas de las agresiones. El culpable no tenía escapatoria. Las piezas parecían encajar.

Sin embargo, las autoridades detuvieron a dos personas ante la imposibilidad de saber quién era realmente el culpable.

¿Cómo puede ser?

Las víctimas identifican al culpable y el ADN coincide. Punto.

Pues no.

No porque el presunto culpable tenía un hermano gemelo cuyo ADN, obviamente, es idéntico. Vivían juntos y trabajaban en lo mismo (es decir, en nada porque estaban en paro).


En este caso el test de ADN no permite distinguir quién es quién. La identificación por parte de las víctimas tampoco. De hecho, una de esas víctimas fue incapaz de distinguirles cuando se hizo una prueba crucial de identificación.

La policía francesa no sabe qué hacer. Dicen estar seguros de que solamente uno de ellos es culpable, pero también podría ser que ambos estuvieran involucrados en los sucesos.

El análisis convencional de ADN no permite distinguirles, pero sería posible llegar a una discriminación más fina a través de una exploración más exhaustiva. Un poco cara (un millón de dólares, dicen) pero posible.

El modus operandi de las agresiones resultó similar en todos los casos y bastante poco creativo: ataque en un portal y posterior robo.

Las autoridades intentan desesperadamente encontrar evidencias que puedan orientar la investigación exclusivamente hacia uno de los hermanos.

A pesar de que uno de ellos ha confesado su culpabilidad y ha declarado que su hermano es completamente inocente, la policía no se fía. Sospechan que pueda ser una estratagema.

Si quiere tener éxito, la potencial novela que antes comentamos debería enredar las cosas. Pero la materia bruta está ahí.

Los gemelos dan mucho juego, pero los narradores y los cineastas no suelen estar demasiado finos.

Ken Follet hizo un interesante intento en su novela ‘El tercer gemelo’. Consultó detalles técnicos con el famoso equipo de Minnesota, y, en concreto, con David Lykken y Tom Bouchard. Es recomendable y de lo mejor que pude leer. El novelista aprovecha para exponer, en el desarrollo de la historia, la célebre teoría de Lykken sobre el comportamiento delictivo. Teoría que puede encontrarse en el ensayo titulado ‘The antisocial personalities’ de muy recomendable lectura para quienes están interesados por el comportamiento antisocial.

Aún así, la cosa puede mejorarse sin necesidad de retorcer tanto los hilos como el escritor inglés.

Pero no voy a dar más pistas.


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