Aunque resulte increíble se sigue apelando al
conocido como ‘efecto Pigmalión’. Se
concluye que es muy fácil influir de
forma inconsciente en los niños con nuestras palabras (adultas).
El origen de este presunto efecto se
encuentra en la obra de Rosenthal y Jacobson, ‘Pygmalion in the Classroom’,
publicada hace casi cincuenta años (1968).
En un artículo del año 2000 puse a
disposición del público español las críticas a este libro, concluyendo que no merece ninguna consideración como investigación rigurosa.
Fue un juego de niños que capturó la atención de los medios (y que sigue
haciéndolo), pero no había nada realmente sólido por debajo. Se vendió humo y
la gente estuvo (y está) dispuesta a comprarlo.
Los medios siguen publicando artículos como
el de Carlota Fominaya en los que se concluye que etiquetar a los niños
condiciona su comportamiento “produciéndoles unas heridas que pueden llegar a estar sangrando
durante muchos años si no se reconocen y cicatrizan correctamente”.
Realmente poético.
La Profesora de Psicología Alba García
Barrera, de la UDIMA, se alía a Fominaya y declara que “una persona desarrolla su auto-concepto en función de las expectativas que depositan sobre nosotros las personas de referencia en
nuestro entorno”. Ejemplo: “si bien de pequeñitos no nos consideran capaces de hacer
determinada cosa, muy probablemente acabemos siendo incapaces de hacerlo”.
Un Pigmalión de libro.
Por supuesto, García recurre a Rosenthal y
Jacobson para darle solidez a sus afirmaciones a través del argumento de
autoridad.
Pero cuando García llega al paroxismo es al
hablar del llamado trato diferencial entre hermanos: “afecta directamente al autoconcepto, la autoestima
y el rendimiento del niño. De hecho, influye en sus respuestas
comportamentales, ya que cuando el niño es consciente de que sus padres esperan
que tenga un mal comportamiento, tiende aún más fácilmente a tenerlo”.
Impresionante. Nunca oyó hablar de la
investigación que demuestra que los padres tratan diferencialmente a los niños
porque estos son diferentes de entrada. Ni, por supuesto, de la teoría de la
socialización a través del grupo de iguales. O de la evidencia acumulada sobre
la escasa (o nula) influencia de los padres sobre la futura personalidad del
retoño (más allá de su genotipo compartido).
Según esta profesora de Psicología, lo que un
niño hace no depende de sus capacidades sino de lo que los adultos piensen y
expresen sobre ellas. Por tanto, es nuestra obligación decirle cosas positivas
y evitar las negativas. Buen rollito, vaya.
El verdadero problema no está en el caso
concreto de esta Profesora, sino en que son multitud los psicólogos que piensan
y actúan dando por válido el efecto Pigmalión. Opinan que lo importante es
cuidar el auto-concepto de los chavales. Si el chaval quiere ser astronauta a
pesar de ser un zote, los padres y profesores deben animarle y no parar de
hacerle saber que puede llegar donde quiera.
Desgraciadamente los logros no
responden a la voluntad sino a las capacidades. Puede ser duro aceptarlo, pero
es así. Es irresponsable negar lo que sabemos porque no gusta y, a la larga,
hace más daño a los implicados. El 95% de los chavales jamás soportarían las
dificultades que se deben superar para llegar a ser astronauta, pero no porque
sus padres o profesores les hayan desanimado con sus despiadadas valoraciones,
sino porque carecen de las capacidades exigidas. Nadie es culpable de eso.
Obsérvese que carecer de esas capacidades en
absoluto les impide hacer muchas otras cosas realmente reforzantes y
enriquecedoras. Animarles a ser astronautas cuando sabemos que eso nunca será
posible es cruel. El supuesto buen rollito ahora, se convierte en una canallada
a largo plazo.
Hay que tener cuidado y aceptar nuestras
responsabilidades como profesionales. No se puede transmitir un mensaje que la
gente quiere oír y ocultar lo que se sabe para quedar bien.
La Psicología Positiva está resultando
bastante negativa.
No se pierdan este breve monólogo
(terapéutico) del gran George Carlin:
a) Creo que es adecuado, especialmente cuando se critica a alguien y cuando se citan texto literalmente, incluir el origen de los textos.
ResponderEliminarb) Que la publicación original de Roshental y Jacobson fuera mala no niega el efecto. Lo mismo que el que los tests de inteligencia de la segunda década del siglo XX fueran sesgados no invalida toda la investigación sobre inteligencia.
Este es el artículo original:
ResponderEliminarhttp://www.abc.es/familia/20130102/abci-peligro-efecto-pigmalion-201212231910.html
Observarás que omití lo más impresionante.
Me gustaría leer algún estudio que demuestre que el efecto existe.
Si es así, no tendré ningún problema en rectificar mis conclusiones.
Saludos, R
Esta es a web donde puedes encontrar un metanálisis sobre el efecto pigmalión en las organizaciones. El resumen habla de un tamaño de efecto en promedio de 0.81
ResponderEliminarhttp://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/1099-1379(200012)21:8%3C913::AID-JOB62%3E3.0.CO;2-%23/abstract
Saludos