lunes, 24 de junio de 2013

La imitación y el cerebro


En un reciente estudio publicado en ‘Cerebral Cortex’ se comparan tractos de materia blanca asociados al conocido como ‘sistema espejo’ (mirror system) de macacos, chimpancés y humanos. El objetivo es explorar diferencialmente esos tractos en su relación con los mecanismos de emulación e imitación.

Erin E. Hecht et al. (2013). Process Versus Product in Social Learning: Comparative Diffusion Tensor Imaging of Neural Systems for Action Execution–Observation Matching in Macaques, Chimpanzees, and Humans. Cerebral Cortex, 23, 1014–1024.


En humanos, las regiones frontales y parietales asociadas al sistema espejo (SE) se activan, tanto al observar como al ejecutar determinadas acciones. La región temporal superior también contribuye alimentando con información perceptiva a las zonas parietales y frontales.

Los macacos también poseen estas regiones por lo que los autores se preguntan por qué no imitan como los humanos. Su hipótesis se centra en la conectividad estructural entre las regiones distribuidas del SE, valorando imágenes de difusividad (DTI).

En concreto estudian a un macaco muerto, cinco macacos vivos, 1 chimpancé muerto, 5 chimpancés vivos y 30 humanos (vivos). Localizan las regiones de interés asociadas al SE y rastrean su conectividad en los sujetos considerados identificando manualmente los tractos de materia blanca, aunque también aplican tractografía probabilista.

La comparación entre las tres especies es compleja, así que se ven obligados a hacer modificaciones para obtener datos que podrían ser discutibles (p. e. consideran que se ha identificado un tracto cuando se aprecia en el 50% de los casos). Para aumentar la confianza en la identificación usan un tracto de control que apenas difiere entre especies (el geniculo-estriado).

¿Cuáles son los principales resultados de este estudio comparativo?


Las diferencias más robustas entre especies son esencialmente tres.

La primera proviene del peso relativo de las conexiones dorsales frente a las ventrales en el circuito de imitación dentro de cada especie. Esto podría explicar la distinción entre emulación e imitación. Los macacos se limitan a emular (están orientados al producto), los chimpancés presentan síntomas de imitación, pero son los humanos los que verdaderamente son capaces de imitar (están orientados al proceso, imitando acciones que pueden ser incluso irrelevantes para alcanzar el producto).

La segunda diferencia se centra en las conexiones parieto-temporales, débiles en macacos, algo más fuertes en chimpancés y muy fuertes en humanos.

La tercera diferencia permite apreciar que las conexiones fronto-parietales se prolongan más visiblemente hacia el parietal superior (relacionada con la toma de conciencia sobre el espacio –space awareness- y la atención) únicamente en humanos. Esa extensión está completamente ausente en chimpancés y en macacos. Los autores sugieren que esa diferencia es la que permite el aprendizaje social del uso de instrumentos en humanos. Llegan a relacionarlo con la expansión del parietal como clave para comprender la evolución de los homínidos, hecho en el que ha insistido persistentemente mi colega E. Bruner.

La mayor tendencia a imitar en humanos puede provenir de que la imitación haya sido el estilo de aprendizaje más adaptativo para nuestra especie. Usan, cómo no, el ejemplo de la caza. Las habilidades exigidas para materializar esa compleja actividad pueden explicar una divergencia relevante con nuestros primos los primates en una fase de la evolución.

El estudio es, desde luego, interesante y sugerente. Sin embargo, el número de casos es bastante escaso y las técnicas de análisis pueden presentar significativas lagunas metodológicas. Aunque se hace un esfuerzo por cuantificar a través de la tractografia probabilista, los resultados más llamativos poseen una naturaleza cualitativa. Habrá que esperar a estudios de replicación para confiar en la evidencia presentada.

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