En un reciente estudio publicado en ‘Cerebral Cortex’ se
comparan tractos de materia blanca asociados al conocido como ‘sistema espejo’
(mirror system) de macacos,
chimpancés y humanos. El objetivo es explorar diferencialmente esos tractos en su
relación con los mecanismos de emulación e imitación.
Erin E. Hecht et al. (2013). Process Versus Product in Social Learning: Comparative Diffusion Tensor
Imaging of Neural Systems for Action Execution–Observation Matching in
Macaques, Chimpanzees, and Humans. Cerebral
Cortex, 23, 1014–1024.
En
humanos, las regiones frontales y parietales asociadas al sistema espejo (SE)
se activan, tanto al observar como al ejecutar determinadas acciones. La región
temporal superior también contribuye alimentando con información perceptiva a
las zonas parietales y frontales.
Los
macacos también poseen estas regiones por lo que los autores se preguntan por
qué no imitan como los humanos. Su hipótesis se centra en la conectividad
estructural entre las regiones distribuidas del SE, valorando imágenes de
difusividad (DTI).
En concreto estudian a un macaco muerto, cinco macacos vivos,
1 chimpancé muerto, 5 chimpancés vivos y 30 humanos (vivos). Localizan las
regiones de interés asociadas al SE y rastrean su conectividad en los sujetos
considerados identificando manualmente los tractos de materia blanca, aunque
también aplican tractografía probabilista.
La comparación entre las tres especies es compleja, así que se
ven obligados a hacer modificaciones para obtener datos que podrían ser
discutibles (p. e. consideran que se ha identificado un tracto cuando se
aprecia en el 50% de los casos). Para aumentar la confianza en la
identificación usan un tracto de control que apenas difiere entre especies (el
geniculo-estriado).
¿Cuáles son los principales resultados de este estudio
comparativo?
Las diferencias más robustas entre especies son esencialmente
tres.
La primera proviene del peso relativo de las conexiones
dorsales frente a las ventrales en el circuito de imitación dentro de cada
especie. Esto podría explicar la distinción entre emulación e imitación. Los
macacos se limitan a emular (están orientados al producto), los chimpancés
presentan síntomas de imitación, pero son los humanos los que verdaderamente
son capaces de imitar (están orientados al proceso, imitando acciones que
pueden ser incluso irrelevantes para alcanzar el producto).
La segunda diferencia se centra en las conexiones
parieto-temporales, débiles en macacos, algo más fuertes en chimpancés y muy
fuertes en humanos.
La tercera diferencia permite apreciar que las conexiones
fronto-parietales se prolongan más visiblemente hacia el parietal superior
(relacionada con la toma de conciencia sobre el espacio –space awareness- y la atención) únicamente en humanos. Esa
extensión está completamente ausente en chimpancés y en macacos. Los autores
sugieren que esa diferencia es la que permite el aprendizaje social del uso de
instrumentos en humanos. Llegan a relacionarlo con la expansión del parietal
como clave para comprender la evolución de los homínidos, hecho en el que ha insistido
persistentemente mi colega E. Bruner.
La mayor tendencia a imitar en humanos puede provenir de que la
imitación haya sido el estilo de aprendizaje más adaptativo para nuestra
especie. Usan, cómo no, el ejemplo de la caza. Las habilidades exigidas para
materializar esa compleja actividad pueden explicar una divergencia relevante
con nuestros primos los primates en una fase de la evolución.
El estudio es, desde luego, interesante y sugerente. Sin
embargo, el número de casos es bastante escaso y las técnicas de análisis
pueden presentar significativas lagunas metodológicas. Aunque se hace un
esfuerzo por cuantificar a través de la tractografia probabilista, los
resultados más llamativos poseen una naturaleza cualitativa. Habrá que esperar
a estudios de replicación para confiar en la evidencia presentada.
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