viernes, 21 de junio de 2013

Conocer y admirar tu pedazo de planeta

Muchos son los resaltables datos a los que se da una insuficiente cancha aquí dentro de nuestras fronteras. A lo sumo brotan desde una fugaz sección de algún telediario o se incluyen en determinados medios escritos irregularmente consultados por los potenciales lectores.

Aquí flipamos con las cositas del exterior, pero ignoramos (o despreciamos) datos como el siguiente:

España es el país del mundo con mayor número de ciudades declaradas por la UNESCO patrimonio de la humanidad.


Esas ciudades son 13:

Alcalá de Henares – Ávila – Cáceres – Córdoba – Cuenca – Ibiza – Mérida – Salamanca - San Cristóbal de La Laguna - Santiago de Compostela – Segovia – Tarragona - Toledo

Es duro encajar que falten lugares como Granada o Sevilla, pero ese es el listado oficial admitido por esa organización.


Desde luego, encabezar este exigente ranking está muy bien para un país con poco más de medio millón de kilómetros cuadrados de superficie. Supone una concentración de virtudes culturales que conviene destacar a la menor oportunidad.

Por lo que parece, las estrategias usadas por una oscura organización conocida como ‘Marca España’ pueden ser francamente mejorables.

Como ciudadano de este país no tengo en absoluto la sensación de ser un privilegiado al vivir en un pedazo de planeta tan interesante. Miento, la tengo, pero no porque me ayuden, no porque me den un empujón.

Tampoco percibo que los residentes en otros países ansíen contratar sus vacaciones para visitar España por esas sobradas razones culturales. Quienes vienen lo hacen, esencialmente, porque quieren disfrutar de nuestras excelentes playas (y de alcohol y tabaco baratos).

Para un rollito cultural se van a Reino Unido, Francia o Italia.

Increíble.


Los de la ‘Marca España’ se lo tienen que mirar. Disponer de la materia prima y no inundar los mercados turísticos con una promoción basada en hechos en lugar de en propaganda barata es de juzgado de guardia.

Nos viene pasando algo parecido a lo de la cocina española. Es excelente, pero la cosa no termina de cuajar. Se hacen intentos, pero son, a efectos prácticos, demasiado tímidos.

Es precisa una mayor asertividad, poner los puntos  sobre las íes y dejarse de tonterías relacionadas con complejos de inferioridad inducidos desde fuera que se asumen como correctos desde dentro (ya saben cómo se llama esto).

Nuestras ciudades son especiales. Digámoslo alto y claro con la necesaria persistencia. Rindamos un merecido homenaje a quienes hicieron posible esas maravillas, de las que, a día de hoy, vive un número nada despreciable de personas.

A menudo me pregunto si no deberíamos sonrojarnos al darnos cuenta de nuestra incapacidad para hacer algo interesante y, en la práctica, limitarnos a vivir de los logros de nuestros antepasados.

Pero esta es otra historia que seguramente comentaremos en alguna otra ocasión.


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