Roberto me pidió
que esta vez no escribiera sobre comportamiento delictivo. Así que, obediente,
he optado por otro de mis grandes intereses: los
zombis.
Hace tiempo que
pienso que la civilización y la convivencia son una vestimenta muy fina de la
que nos hemos provisto recientemente, y que cualquier contratiempo puede servir
para despojarnos de ella. Lo que queda entonces al descubierto es algo que los
mejores productos del género zombi retratan muy bien. La imagen de una
sociedad que se devora a si misma oculta, bajo un maquillaje de fantasía, la
vivencia del desmoronamiento de lo que creías seguro.
Damos por hecho
que los muertos se quedan donde están, que los pisos nunca bajan de precio, que
el mundo es un lugar seguro, tus vecinos personas honradas, y las instituciones
sólidas. Pero estas premisas básicas cambian un día (o amanecer, o noche,
depende) y los muertos abandonan un estado hasta entonces irreversible para
devorar a los vivos, tus vecinos se convierten en competidores feroces por los
pocos recursos disponibles, y las instituciones se van directitas al carajo.
Las calles se llenan de caníbales en pijama,
con la mirada perdida y el pelo ingobernable. Realmente tienes un problema. Y aunque
insistas en llamarlo “desaceleración económica”, o algún eufemismo similar,
la cosa no va a mejorar. Ahí surge lo
peor (y muy ocasionalmente lo mejor) de la naturaleza humana. El resultado de
esta línea argumental son múltiples productos culturales a cada cual más
divertido.
El cine quizás sea
el campo de la cultura que más se ha ocupado (con desigual fortuna, aunque
siempre con mucha gracia) del problema de los zombis. Desde luego una obra con
la que dar el pistoletazo de salida al género es La noche
de los muertos vivientes, de George A. Romero. Rodada en 1968 con un presupuesto mínimo (la casa
en la que transcurre casi toda la cinta iba a ser derruida y por eso se la
dejaron gratis) y actores aficionados reclutados entre los amigos del director,
supuso una sacudida en los cines de la época. Por aquel entonces no se hacía
clasificación de las películas según edades. El resultado fue que su violencia
explícita y las imágenes de canibalismo (rodadas con tripas de ovejas) se
mostraron en cines llenos de niños que esperaban ver una película de miedo
convencional y salían traumatizados ya de por vida. Otra anécdota de la
película es que es de uso libre para cualquiera. No está sujeta a derechos de
autor por un error del productor. Romero ha debido de pensar en él muy a
menudo. Como ya he dicho la película tuvo un presupuesto mínimo, los zombis
carecen de un maquillaje digno que les confiere un cierto aire de cuadrilla
resacosa tendente al amontonamiento sanferminero, y los actores hacen lo que
pueden. Pero el resultado es tan inquietante que ver
la película produce un efecto similar a contemplar un cuadro abstracto:
hay quien no ve nada más que una tontería y otros elaboran teorías dispares acerca
de lo que el autor nos quiere decir. Desde luego lo que si que consigue crear
en sus personajes es un catálogo de emociones humanas ante la adversidad más
extrema. Los supervivientes están dominados por el
miedo, el egoísmo, la ira, la resignación, el heroísmo o el deseo de protección
a los hijos. Y estas emociones pasan por encima de la historia de personas
hasta entonces civilizadas, ahora presos del miedo primitivo a ser devorados. Tras esta película vendrían unas cuantas más
del mismo director: Zombi (Dawn of the dead),
El día de los muertos, La tierra de los
muertos y alguna más que no han aportado demasiado.
Los cimientos del
género ya estaban establecidos. Un hecho repentino (generalmente de origen
desconocido) hace que los muertos comiencen a devorar a los vivos. Un pequeño
grupo de supervivientes lucha con recursos escasos y pocos motivos para el
optimismo.
Antes de las
películas de Romero, ya encontramos referencias más o menos explícitas a la
figura del zombi. Por ejemplo, el oscuro sonámbulo de El gabinete del Dr Caligari (1920) parece
estar más muerto que vivo. Y el plan de conquista planetario que Ed Wood eligió para sus entrañables
extraterrestres de Plan 9 del espacio exterior (1959) consistía en devolver a los muertos a
la vida.
Ellos siempre han
estado allí.
Entre las
películas recientes que más recomiendo están El amanecer de los muertos (un
remake de la segunda película de Romero), 28 días después y 28 semanas después (aunque estos no
son zombis, sino infectados por una especie de virus humano de la rabia, ningún
aficionado al género debería de perderse los primeros veinte minutos de esta
película), y obras menores y poco conocidas como la francesa La Horda
(delincuentes luchando contra zombis, una mezcla insuperable), la noruega Dead Snow
(zombis nazis) o la inclasificable película brasileña Mangue negro. También es muy
recomendable la mini serie para televisión Dead Set, en la que los concursantes del Gran
Hermano británico se ven rodeados de muertos vivientes que quieren alimentarse
de sus entrañas. Pura metáfora. Y para quien sienta nostalgia de los 80 y tenga
vocación maratoniana, siempre se pueden revisar la saga de Viernes 13, que si bien no es una película de zombis
al uso, está protagonizada por un ilustre muerto, Jason Voorhes.
Otros géneros
cinematográficos se han fijado también en el muerto viviente. La parodia más notable
es Shaun of the
dead (aquí la llamaron Zombis party) en la que dos treintañeros
inmaduros y rutinarios afrontan la crisis de su estilo de vida y una invasión
zombi con la misma estrategia: refugiarse en el bar de siempre. Incluso el cine
porno se ha visto cautivado por el zombi, con títulos como La noche de los zombis calientes
que incluía el inolvidable falso trailer de La venganza de los zombis gang-bang, con Randy Spears (en la piel de su alter
ego Rick Rockwell) afrontando una
situación crítica con envidiable presencia de ánimo. Una lección más que nos
regalan los zombis.
En el mundo de la
literatura zombi reconozco que he buceado poco. Observo con perplejidad la
aparición de obras como Orgullo y prejuicio zombi, El laZarillo de Tormes,
o La casa de
Bernarda Alba Zombi. Igual que acepto que puedo ver cualquier cosa,
para la lectura soy más selecto. Si recomiendo la lectura de Guerra Mundial Z
de Max Brooks y, también del mismo
autor, el Manual
de supervivencia zombi, que te da todos los truquillos para afrontar
sin sobresaltos un brote de muertos vivientes.
Pero cuando uno
vive el mundo zombi con cierta intensidad limitarse a ver las aventuras ajenas
se queda corto. Ahí es donde los videojuegos y los
juegos de rol han hecho una gran labor y nos han permitido a muchos llenar de
contenido las horas que otros desperdiciaban en relaciones sociales estériles.
Un título básico es Resident Evil de Capcom, y a mi juicio la verdadera revolución vino con Resident Evil 2.
Los protagonistas (un policía que se incorpora al trabajo o la hermana del
protagonista del Resident
Evil 1, dependiendo de a quien eligieses) se veían atrapados en una
ciudad destruida por un virus que ha convertido a sus habitantes en muertos
vivientes. Todos tus recursos para afrontar semejante papelón son una pistola
ridícula y tus ganas de correr. Inmerso en semejante tostada debes solucionar
complejos puzzles, aprovisionarte de armas y munición, y sobre todo evitar ser
devorado. El juego logra instaurarte en un estado constante de escasez, tensión
e incomodidad. Los escenarios tienen calidad artística y cientos de detalles. Las
siguientes entregas han sido otra cosa. Y en los últimos tiempos tus enemigos
ya no son zombis sino una cosa tonta que no sabes si está viva, muerta o qué es
lo que le pasa pero el caso es que le salen tentáculos de la cabeza. No es lo
mismo. Hay otras muchas series de juegos con muertos vivientes en los entornos
más dispares (en el espacio, en resorts caribeños, en el Far West, en la
Segunda Guerra Mundial). De hecho, juegos de otra temática, como shooters
en primera persona, han incluido opciones en los que luchas contra muertos.
Dentro del mundo
de los juegos de rol, ha aparecido recientemente el juego francés Z-Corps. No he jugado, pero fuentes muy
autorizadas me lo recomiendan encarecidamente.
En el cómic la
serie que más destaca es Los muertos vivientes. Aunque se ha hecho una
adaptación a televisión muy popular, me resulta mucho más interesante el cómic.
No era esperable que en la televisión norteamericana se reflejasen la violencia
descarnada de la obra original de Robert
Kirkman, muy poco apta para el gran público. En esta serie el policía de
pueblo Rick Grimes despierta del
coma producido por una herida de bala para descubrir que está en un hospital abandonado
(en un claro homenaje a 28 días después) por el que deambulan a sus
anchas muertos vivientes. El panorama en la calle no es mucho mejor. Por pura
casualidad se reencontrará con su mujer y su hijo, que sobreviven junto a un
grupo. Así arranca una serie que se prolonga ya desde el 2005. Tal y como dice
la contraportada del cómic, en un mundo arrasado lo
superficial desaparece y ya solo queda luchar por lo más básico. Los personajes
van sufriendo una progresiva degradación física y psicológica. Rick pasa de ser
un hombre familiar corriente a un asesino mutilado y profundamente
traumatizado, capaz de cualquier cosa para proteger a los suyos. Llega un
momento en que los zombis se convierten en parte del
paisaje, y la verdadera amenaza son los demás supervivientes.
En definitiva, los
zombis están entre nosotros, no sé si para quedarse, pero desde luego si para
dar guerra. Que cada uno se busque la vida como pueda. Clavad tablas en las
ventanas, acumulad agua potable y medicinas, afilad el palo de una escoba. No
os preocupéis demasiado por los pies que se arrastran hacia vuestra puerta. Lo
importante es disfrutar.
Desgraciadamente los zombies de Romero o los de Walking Dead son unos boy scouts al lado de los "reales" que tenemos entre nosotros:
ResponderEliminarhttp://salaimartin.com/randomthoughts/item/591-la-zombificación-bancaria.html
Impresionante documento Andreu.
ResponderEliminarEncaja muy bien con el mensaje subyacente al post de Óscar.
Óscar: me pregunto si tu erudición con respecto a este tópico es simplemente resultado de tu curiosidad o hay algo más de fondo. ¿Tuviste alguna clase de 'Close encounter of the third kind'? Sabes demasiado...
Hola Oscar:
ResponderEliminarAntes de que tu amigo te escriba te informo de que me ha gustado mucho el artículo. Las metáforas muy curradas. Pero lo he leído yo antes.....a él le daba pereza.
Un besito.
Cuídate mucho
Estimado amigo Oscar:
ResponderEliminarAbsorto en su redacción,he quedado impresionado acerca de los conocimientos adquiridos a lo largo de todos estos años de inoculación zombi;muchos de estos compartidos en primera persona con ud.,un grato placer.
Poco que añadir a semejante deleite en su redacción,pero si me permite,recordarle que la música,en concreto los videoclips reflejaron este espiritu.Al pie el enlace de lo anteriormente comentado.
Un saludo desde la capital.
http://youtu.be/sOnqjkJTMaA
R no he conocido a ningún zombi (si a mucho capullo), pero cuando me da por un tema me pongo muy pesado.
ResponderEliminarO, el post es todo menos pesado. Expresa una excitante erudición que captura al lector (al menos a este lector).
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