Tuve la oportunidad de leer a Wallace, suicida exitoso y magnífico
escritor. En concreto, disfruté de 'Algo supuestamente divertido que nunca
volveré a hacer' (1997). La actividad en cuestión se refiere a un
crucero de lujo por el Caribe al que David se somete para escribir una crónica.
Su texto inspiró uno de los episodios de los Simpson (Algo totalmente divertido
que Bart nunca volverá a hacer) en el que se dibuja al propio Wallace.
Sintonicé con muchas de las cosas que relata
por haber compartido experiencia, aunque en un mar diferente. Aún así,
discrepamos en que un crucero sea tan divertido y en que no quiera volver a pasar
por la vivencia. Ya saben que las situaciones en sí no son la clave al por qué
de las cosas. Todo depende de cómo se experimenten personalmente.
Pero hay excepciones: "he oído a
americanos adultos y boyantes preguntar en el mostrador de Atención al Pasajero
si hay que mojarse para bucear, si el tiro al plato tiene lugar al aire libre,
si la tripulación duerme a bordo y a qué hora es el Buffet de Medianoche".
Wallace atina al observar que la estupidez humana a veces carece de límites.
Es desternillante su descripción de los
camarotes: "la
fuerza con que sale el agua de la ducha te arroja contra la pared opuesta del
cubículo, y a 37º C la función MASAJE hace que se te pongan los ojos en blanco
y los esfínteres se te abran".
O alguna de las actividades de ocio, como el
tiro al plato, en las que decide participar: "mi error inicial en esta última cuestión
resulta en un desvío considerable del cañón del arma que hace que el griego de
la catapulta se tire al suelo y ruede por la cubierta al estilo militar".
Háganme caso y consigan un ejemplar de este
librito, que devorarán velozmente y que no podrán dejar de comentar con la
víctima propiciatoria que tengan más cerca.
Eso sí, me exasperó la tendencia compulsiva
de Wallace a añadir notas a píe de página. Es algo que he aprendido a odiar con
el paso de los años y que me provoca reacciones pavorosas.
Admito que muchas de esas notas, en el caso
de este autor, contienen perlas delicadas. No sean perezosos y léanlas. Pero no
pasa nada si lo hacen al terminar el texto principal para mantener la fluidez
de la lectura.
Tanto disfruté de este ensayo de Wallace que
ya he solicitado su, quizá, obra más reconocida, 'La broma infinita' (1996).
Según dicen los entendidos, una de las cien mejores novelas escritas en lengua
inglesa (así que, haciendo gala de un insólito valor, hice la petición de la
versión original --Infinite Jest).
Por cierto, Wallace fue bastante colega de J Franzen,
a quien recientemente dedicamos aquí un merecido espacio.
Una pena que decidiera quitarse la vida colgándose
de una soga en 2008 (nació en 1962). Sufrió episodios de depresión durante
veinte años, llegando a recibir incluso terapia basada en electrochoques. Fue
una persona muy querida por sus estudiantes de literatura y por sus colegas de
profesión. Pero nada sirvieron esos lazos ante el azote de sus episodios
depresivos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEstoy leyendo Infinite Jest, en inglés, en edición electrónica. Casi 1.000 páginas. Te aviso: literatura dura, inglés difícil. Pero resulta sugerente y probablemente (solo llevo 45 páginas) merezca la pena leerla.
ResponderEliminarEs extremadamente valiente por tu parte enfrentarte a Infinite Jest en inglés. Yo lo intenté y confieso que abandoné. Volveré una vez lo haya leído en español...
ResponderEliminarSe suicidó en cuanto dejó la medicación y, a consecuencia de ello, se vio imposibilitado para escribir.
ResponderEliminar¿Dejó la medicación para poder escribir y, a consecuencia de ello, se suicidó?
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