¿Es posible predecir la futura conducta de
los individuos observando la respuesta de las neuronas de sus cerebros ante una
determinada situación de test?
Aplicado al caso de la conducta delictiva la
respuesta puede tener relevantes consecuencias sociales.
Según los resultados del estudio que
comentaremos, puede que la respuesta sea positiva.
Aharoni et al. (2013). Neuroprediction of future rearrest. www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1219302110
Las tendencias impulsivas predicen, hasta
cierto punto, la conducta antisocial. Sin embargo, las medidas estandarizadas
de tales tendencias son, realmente, una aproximación a mecanismos que se
producen en el cerebro. Por tanto, convendría centrarse en los llamados endofenotipos para mejorar los
diagnósticos. Las medidas del control de impulsos a nivel cerebral podrían
rendir mejores dividendos de cara a la predicción de la futura conducta
antisocial.
La corteza
cingulada anterior (ACC) del sistema límbico es una candidata ideal puesto
que se ha vinculado al procesamiento de errores, la supervisión del conflicto,
la selección de respuestas y el aprendizaje de evitación. Cuando esta
estructura se encuentra dañada, se muestran respuestas desinhibidas y elevados
niveles de agresividad.
En esta investigación se usa una clásica
tarea de go/no-go que mide procesos de inhibición de respuestas. Se valora la
actividad de la ACC en un grupo de casi cien presos (N = 96) encontrando que
una menor actividad de la ACC se relaciona, débil, pero significativamente, con
mayores errores de comisión en la tarea de inhibición.
Pero lo interesante viene cuando se preguntan
qué relación guarda ese nivel de activación ante esa tarea con la reincidencia
criminal durante un seguimiento de cuatro años. Los
autores observan que una menor activación en la ACC predice una mayor
probabilidad de reincidencia, aún controlando otros factores de riesgo
habituales, como las puntuaciones en la escala PCL-R.
Escriben que "los endofenotipos neurocognitivos podrían
caracterizar rasgos relevantes independientemente de los fenotipos
conductuales, tales como los auto-informes o el diagnóstico de expertos basado
en entrevistas y el historial del sujeto".
Piensan que las intervenciones dirigidas a
mejorar la actuación de la ACC podría reducir la reincidencia criminal, pero reconocen
que debería comprobarse la fiabilidad de la medida de activación de la ACC (que
ellos no calculan). Evitan 'mojarse' en cuanto a si sus resultados podrían
usarse para hacer predicciones individuales, admitiendo que "los marcadores
neurobiológicos difícilmente podrán superar a los instrumentos al uso (evaluación
del riesgo clínico)".
A lo máximo a lo que por ahora pueden aspirar
esta clase de resultados es a recomendar alguna clase de tratamiento. Pero de
ahí a que puedan tener consecuencias legales va un largo y tortuoso trecho.
Permítanme un comentario medianamente
crítico. Los autores controlan el posible efecto de la capacidad intelectual (CI)
en la predicción de reincidencia, observando que no contribuye. Sin embargo, no
controlan su efecto sobre los niveles de activación de la ACC. No es difícil aventurar
que los presos de menor CI posean peor rendimiento en la tarea de go/no-go, y
que, por tanto, también muestren una menor activación.
La prensa se hizo eco de este estudio, pero,
como siempre, exagerando lo que realmente se concluye. Conviene subrayar que la
aplicación al caso individual está fuera de lugar. Ningún psicólogo
penitenciario podría basarse en estos datos neurocognitivos para recomendar
algo concreto a quien debe tomar decisiones sobre el futuro de un determinado
delincuente.
Al menos por ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario