viernes, 19 de abril de 2013

¿Big Brother? --por Luís Martínez Gálvez


En estos tiempos en los que la tecnología se ha colado en nuestras vidas, y especialmente en la de nuestros jóvenes, me pregunto si hemos pensado cómo pueden  afectar estas tecnologías a nuestra privacidad. La respuesta puede ser cuando menos inquietante.

Quizás la mayoría de nosotros no se haya parado a pensar en que el solo hecho de comprar leche en polvo para bebes, o productos de herbolario en un supermercado, de forma repetitiva con una tarjeta de cliente, es un dato que puede connotar un estadio vital determinado, como, por ejemplo, el rango de edad.

Analicemos qué datos hemos dado con nuestro consentimiento tácito, no que hayamos dado el consentimiento para su uso, algo muy distinto.

En función de las aplicaciones y medios de pago o la fidelización que usemos, hemos facilitado:

Contactos y mensajes privados: Whatsapp, Line, Messenger, Skype ….
Amigos, aficiones, viajes: Facebook, Tuenti, Google+ ….
Sitios visitados, recorridos diarios, localización: Google Latitude, Foursquare
Aficiones, intereses, afiliaciones: Buscador Google
Compras: Tarjetas VISA, American Express,PayPal, ……
Curriculum y vida laboral: Linkedin, Viadeo ….
Un poco de todo lo anterior: twitter
Consumo en gasolineras, supermercados: Tarjetas de Fidelización

Aisladamente, esta información dice algo de nosotros, aunque poco relevante. Pero imaginen que alguien la uniese en una gran base de datos (lo que ahora se conoce como BigData). Les puedo asegurar que sabría de ustedes lo que pocas personas conocen: un retrato robot  de su personalidad.

Ese cruce de datos diría mucho sobre nuestras vidas: a qué hora nos levantamos, dónde trabajamos, dónde comemos, con quién tenemos reuniones, cuando salimos del trabajo y con quién quedamos, quiénes son nuestros amigos, qué aficiones tenemos, cómo nos definimos políticamente, qué religión profesamos (si es el caso), qué deportes practicamos, cuál es la cesta de nuestra compra, qué lugares visitamos, y muchísimas cosas más que diariamente se registran en esas bases de datos.

Algunos me dirán que existen leyes de protección de datos. Es cierto, pero se aplican a cada país y son difíciles de globalizar, hecho que facilita que las empresas puedan seguir con esta actividad de recopilación.

Como ejemplo les ofrezco las declaraciones del director del grupo Big Brother Watch en Reino Unido:

“Google rastrea a la gente cuando ellos han dicho explícitamente que no quieren, así que no sorprende que los consumidores crean que su privacidad ha sido arrollada y que acudan a los tribunales”.

¿Sabía usted que WhatsApp guarda todos los mensajes, incluso los eliminados por nosotros, en sus servidores?

Sí, nuestra actividad en internet, así como nuestros mensajes, nuestras llamadas, nuestros movimientos bancarios, nuestras localizaciones, y un extenso etcétera, ha sido registrado desde hace muchos años. No estoy hablando del futuro. Ese rastro existe ahora.

Solo hay que cruzar esa información en un Bigdata y, aplicando la tecnología de la que ya disponemos, obtendríamos un perfil de cualquiera de nosotros que nos dejaría perplejos. Las técnicas de análisis de datos sobre ese BigData, por cierto con un coste marginal,  permiten predecir nuestro comportamiento individual, con el que se podría aplicar un control social inexistente hasta ahora.

Es un ataque a nuestra privacidad en toda regla, cuyas consecuencias sociales y políticas están por ver. 

Y ahora se anuncia el lanzamiento de Google Glass. Lo que nos faltaba: vivir rodeados de más cámaras, además de las que ya existen en muchas ciudades y que son capaces de seguirte kilómetros. Ahora cualquier persona podrá calarse unas gafas para grabar discretamente y subir el resultado a la red sin ningún control.

No estoy sugiriendo que dejen de recogerse esos datos o que, siempre con nuestro consentimiento explícito, no puedan utilizarse para dirigirnos ofertas según nuestro perfil. Es algo que siempre se ha hecho y es interesante. El tendero de la esquina conocía nuestros gustos y nos ofrecía productos según lo que sabía.

Pero lo que me preocupa gravemente es la falta de legislación y de control para que esos datos dejen de ser privados y manipulados con otros fines sobre los que conviene ponerse a pensar seriamente.

2 comentarios:

  1. Un gran post, si señor!

    A lo mejor hay quién piensa que puede ser un poco paranoico el contenido, y que en realidad, nadie maneja la cantidad de datos ingente, que como señala el autor, dejamos de nosotros mismos libre y voluntariamente –en algunos casos- y no tan voluntariamente en otros.

    La realidad es mucho peor, por lo que hace bien el autor en señalar su preocupación. Me consta –en primera persona- que desde hace ya muchos años las compañías de telecomunicaciones emplean TODA clase de información de sus clientes para, efectivamente, obtener perfiles de personalidad que emplean con fines comerciales. Entre la información que utilizan para la elaboración de esos perfiles: personas (números) con las que habla por móvil y en aplicaciones sociales, direcciones web más frecuentes por las que se navega, tipo de televisión y programación que se consume, y todos los datos de usabilidad y comportamiento del consumidor que se puedan obtener a partir del móvil, de una conexión a internet o de un canal de televisión de pago....Asusta verdad!

    George Orwell escribió en 1949 una fantástica novela titulada “1984”. En ella Orwell describe una sociedad sometida a una constante vigilancia en la que se describen conceptos como el “Gran Hermano”, y otros que son de sumo interés en mi opinión, como la “neolengua” que es una adaptación de la lengua desarrollada con el propósito de restringir el pensamiento de las personas únicamente a aquellos elementos léxicos contemplados en la lengua. Pues bien, aunque el propio Orwell reconoció que su novela era una sátira y que no creía que la sociedad que describía en su obra fuera a suceder forzosamente, cada vez son más los analistas que encuentran muchos paralelismos entre la sociedad descrita por Orwell y las sociedades desarrolladas actuales, sugiriendo que estamos viviendo en una sociedad orweliana. Y es que si se suma la cantidad de tiempo que diariamente cualquiera de nosotros pasa bajo la atenta mirada de una cámara (en ascensores, bancos, calles céntricas de la ciudad, etc…) y a eso le añadimos la cantidad de tiempo que estamos “virtualmente espiados” (móvil, internet, televisión, ….) el resultado de esa suma deja en evidencia que las únicas actividades que pueden considerarse realmente privadas se reducen a un puñado de funciones básicas e instintivas, aunque algunas de ellas ciertamente placenteras!

    ¿Es esa la sociedad que queremos? ¿es esa la sociedad que nos gusta?

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  2. Interesante reflexión Sergio. Sin embargo, el ejemplo de Luis sobre el tendero de la esquina da que pensar. Lo que permite la tecnología es lo mismo, pero amplificado. Siempre que el tendero tenga mi permiso para sugerirme, no creo que haya ningún problema. Aunque siempre debo tener la posibilidad de decirle que pase de mi, que ya soy mayorcito para decidir por mi cuenta. Que haya compañías empeñadas en analizar mis movimientos por la red o el uso que hago de mis tarjetas de débito/crédito hasta me resulta divertido (aunque lo veo agotador y aburrido para ellos y sus máquinas).

    Orwell es un tipejo interesante, pero creo que nos acojona demasiado. Siempre habrá quiene quiera controlar a los demás. Ese no es el problema. El problema es que los demás se dejen.

    Saludos, R

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