Devoré esta
(novela) de Umberto Eco hace casi 25
años. Era ingenuo y me cautivó. En mi memoria seguía ocupando un lugar
privilegiado entre mis libros favoritos. Hasta que cometí el error de releerlo
sin prisas.
El Plan que se inventan Belbo, Casaubon y Diotallevi
(los tríos funcionan muy bien, tanto en las novelas como en el cine) consigue
eliminarles de la faz de la Tierra porque un grupo de incautos se lo toman en
serio (“trataba
de aclararme a mi mismo la irresponsabilidad con que Belbo, Diotallevi y yo
habíamos llegado a reescribir el mundo”). B, C y D son unos intelectuales,
que trabajan para una peculiar editorial de Milán, que configuran ese Plan para
reinventarse el mundo a partir de numerosísimas y dispersas piezas de
información que se remontan, cuando menos, a los templarios (objeto de la tesis
de Casaubon),
Se supone que los seguidores de los
templarios (quienes se convirtieron en una multinacional de banqueros) siguen
adelante con el plan de gobernar el mundo, para lo que se sirven de secretos
guardados con celo a través de la historia. Para B, C y D la confección del
Plan es un obsesivo divertimento.
Eco podría eliminar 400 de las casi
600 páginas de su novela y no pasaría absolutamente nada. Pero eso impediría
que nos aburriese hasta la nausea con su enciclopédico (y redundante)
conocimiento sobre cientos de sociedades secretas (“conexiones siempre existen, sólo es cuestión
de querer encontrarlas (…) con los números se puede hacer cualquier cosa (…) la
teoría social de la conspiración es una consecuencia de la desaparición de Dios
como punto de referencia, y de la consiguiente pregunta: ¿quién lo ha
reemplazado?”).
El autor no deja duda sobre el
carácter ridículo, tanto de esas asociaciones como del Plan de los
protagonistas, sirviéndose de momentos culminantes como la destrucción de la
verosimilitud del Plan por parte de la novia de Casaubon (Lia) cuando éste comienza a dudar de que se lo hayan inventado (excelentes
los capítulos 63 y 106).
La historia que Eco cuenta se desteje
desde un museo de París que acoge el famoso péndulo y donde Casaubon se oculta
a la espera de que caiga la noche y de que los ‘diabólicos’ se reúnan para
obtener un secreto mapa que solamente Belbo conoce (“estamos aquí porque después de seiscientos
años de dolorosísimo errar hemos encontrado a alguien que sabe (…) el
prisionero sabe demasiadas cosas que ninguno de nosotros sabía. Sabe incluso
quiénes somos, y nosotros lo hemos sabido gracias a él”). En medio
de un éxtasis absurdo, el colega de Casaubon muere estrangulado por el péndulo.
Perece porque debe preservarse el secreto y que la sociedad clandestina persista.
Eco ridiculiza la leyenda de los
templarios y su conexión con la masonería. Pero también las demás asociaciones
secretas, incluyendo los rosacruces, los iluminados de Baviera o la Orden de
Montesa (española). No deja títere con cabeza. Hasta expone, sin valorar
realmente, la historia que hizo famoso a Dan
Brown con ‘El código Da Vinci’ (“Jesús no fue crucificado, y por eso los templarios renegaban
del crucifijo. La leyenda de José de Arimatea encubre una verdad mas profunda:
Jesús, y no el grial, llega a Francia, a la Provenza de los cabalistas. Jesús
es la metáfora del rey del mundo, del verdadero fundador de los rosacruces. ¿Y
con quién llega Jesús? Con su esposa. ¿Por qué los evangelios no dicen quién se
casó en Caná? Porque eran las bodas de Jesús, de las que no se podía hablar
porque se había casado con una meretriz, María Magdalena”).
Pero se le escapa (o deja que se le
escape) una diferente posibilidad.
La masonería no es, quizá, ninguna ilusión,
ni ninguna ridícula secta que se considere descendiente de los templarios, si
no un grupo de ciudadanos influyentes que persiguen un gobierno mundial (así de sencillo) y cuyo
origen se encuentra en un país muy concreto (que omitiré mencionar por ahora).
Un país que se ha servido de las artimañas diplomáticas más enrevesadas para
desestabilizar y someter a las demás naciones.
Para alcanzar este objetivo tuvieron
que reclutar personas sin escrúpulos y deseosas de poder (fácil de encontrar) a
lo largo y ancho del planeta. Colocadas en el lugar adecuado en el momento
apropiado, influyen en las decisiones de los países para situarles en una
posición de desventaja a la hora de tomar sus propias decisiones.
Esta descripción se ajusta bastante
bien a la tendencia que actualmente cualquiera que mire puede ver. La globalización
es la materialización del gobierno mundial que han perseguido los masones desde
la época de la revolución francesa. Su conexión con el país de
origen se ha perdido porque ya no es necesaria. Conocer ese origen, no
obstante, es ilustrativo y ayuda a entender, pero todavía no ha llegado el
momento de desvelarlo.
Me resulta imposible aceptar que Eco
desconoce esta probable versión de la historia, mucho más simple, directa y verosímil si
nos atenemos a los sucesos del siglo XX y los comienzos del XXI. Especialmente
porque en ‘el péndulo’ ya se menciona el suceso que se ha convertido en su último trabajo (El cementerio de
Praga, donde se reúnen los representantes de las doce tribus de Israel para
exponer sus planes de conquista del mundo). El aturdimiento al que nos somete
durante 600 páginas es absurdo (“inventar, inventar con frenesí, sin fijarse en los nexos,
hasta que sea imposible resumir”).
Con sus propias palabras: “la verdad es
brevísima. El resto solo es comentario”.
Pues eso.
Recuerdo como en su dia lei con ansia el Pendulo de Foucalt, y como igualmente me cautivó, pasando a ser uno de mis libros favoritos.
ResponderEliminarA partir de aqui...para mi gusto, la literatura de Umberto Eco fue cayendo en picado...cada vez que saca un libro nuevo soy el primero en comprarlo...pero aun recuerdo que Baudolino no lo acabe, y que con el Cementerio de Praga me paso tres cuartas partes de lo mismo...desesperante.
En el caso del Péndulo decidí no releerlo, simplemente retomo capítulos que me sedujeron (como Yesod), o apartados muy específicos.
Y sin duda daria para una buena película...si Spielberg quisiese hacerla seria un pelotazo..
Con respecto a la masoneria...mira que te gusta...yo me quedo con esta frase de Borges que tambien te gusta..
"Cruz, lazo y flecha, viejos utensilios del hombre, hoy rebajados o elevados a símbolos; no sé por qué me maravillan, cuando no hay en la tierra una sola cosa que el olvido no borre o que la memoria no altere y cuando nadie sabe en qué imágenes lo traducirá el porvenir"
PD. Me ha gustado mucho el post..
Gracias por el comentario Óscar. Sé que esta novela tu gusta. Y también sé de tu decepción con Eco.
ResponderEliminarConvertir el péndulo en película sería tan decepcionante como lo sucedido con El nombre de la rosa...
Saludos, R