Dana F Lindemann et al. (2012). Beneficial but not sufficient: effects of
condom packaging instructions on condom use skills. Psychology Research and Behavior Management, 5, 11–18
En su investigación se consideraron 92
varones y 113 mujeres que se asignaron aleatoriamente a un grupo al que se le
permitió leer las instrucciones de uso de los condones o a un grupo que tuvo
que demostrar sus habilidades sin la posibilidad de acceder a esas
instrucciones.
Los resultados fueron concluyentes: leer las
instrucciones no daba lugar a mejores resultados en el test objetivo en el que
debían demostrar su pericia real para gestionar eficazmente los condones.
La derivación general es clarísima: se deben
mejorar, y mucho, las instrucciones de uso de este preciado producto. Se han
hecho esfuerzos para promover el uso correcto de los condones, pero entre ellos
no parece contarse la depuración de sus instrucciones de uso.
Sería ideal hacer cursos de formación para un
uso adecuado de tales dispositivos. Incluso podrían crearse módulos especiales
en los institutos. Sin embargo, como comentan los autores, se puede desconfiar
de que tuvieran alguna utilidad real. Por eso subrayan la necesidad de
centrarse en las instrucciones que se incluyen en las cajas del producto.
Los autores no tienen reservas al declarar
que los condones son extraordinariamente efectivos, pero solamente cuando se
usan adecuadamente. Escriben, literalmente: "la capacidad personal (personal ability) para
usar correctamente un condón debe tenerse explícitamente en cuenta al ponderar
los costes y beneficios de su uso".
Los resultados generales de esta
investigación demostraron que, a lo sumo, dos de cada
diez individuos fueron capaces de
satisfacer, con eficacia plena, el test de uso correcto de condones, sin
que hubiera diferencias entre ellos y ellas.
Es, desde luego, una desproporción realmente
preocupante. Significa, a efectos prácticos, que ocho de cada diez se
encuentran en una franja de alto riesgo de usar inapropiadamente ese
dispositivo.
Pero lo que es realmente escandaloso para los
autores del estudio es que esos números no cambian independientemente de que se
lean o no las instrucciones.
Piénsese, además, que esta investigación se
hizo con estudiantes universitarios. ¿Qué hubiera ocurrido de considerar una
muestra representativa de la población? Es fácil suponer que los autores no
quieren ni siquiera imaginarlo.
Una estrategia que podría funcionar, pero que
los autores no llegan a sugerir, quizá por el bloqueo que les produce lo que
observan en sus datos, supondría obligar a compañías como Dúrex o Trojan a
instalar un sistema (altamente redundante) de seguridad en los envoltorios de
los condones. Tal sistema podría consistir en un mini archivo de sonido MP3
alimentado por la luz de la luna (naturalmente, no se podría confiar en la
energía solar porque las situaciones más probables de uso de esos dispositivos es
nocturno) que relatase detalladamente la secuencia correcta de colocación.
Es más, podría pensarse en vender condones
únicamente a quienes poseyeran un smartphone,
de modo que el usuario pudiera (a) enviar una fotografía a través del whatsapp a la compañía y (b) recibir feedback prácticamente en tiempo real
sobre la adecuada colocación del condón (eso sí, garantizando el más estricto
anonimato).
Estas son las pequeñas cosas con grandes consecuencias
que nos permite lograr la tecnología. Todo es ponerse.
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