jueves, 31 de enero de 2013

El mozárabe (Jesús Sánchez Adalid)


Esta es una historia con interesantes personajes en una época de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos en la península ibérica (la España de las tres religiones: "la doctrina coránica ordena a los musulmanes respetar, bajo ciertas condiciones, las creencias religiosas de la gente del libro, es decir, de judíos y cristianos").

Los sucesos se desarrollan, fundamentalmente, en la capital del Islam occidental, Córdoba (y el celebrado palacio de Zahra) a finales del primer milenio:


"en la segunda mitad del siglo X, Córdoba contaba con una población de medio millón de habitantes; había 130.000 casas, 700 mezquitas, 300 baños públicos y 70 bibliotecas.
Esto cuando en Occidente no había ni una sola ciudad cuya población superara los 100.000 habitantes".

Una parte del norte de la península (cuyo centro de gravedad era la simbólica Santiago de Compostela) estaba acaparada por unos divididos cristianos, mientras que el resto era dominio musulmán, antes de su disgregación en las famosas taifas.

Los dos personajes centrales son el mozárabe Asbag y el musulmán Abuámir. El primero pasará de convertirse en obispo de Córdoba y consejero personal del califa Alhaquen, a verse raptado por los vikingos en su peregrinación a Compostela. A partir de ahí recorre buena parte de Europa, incluyendo Constantinopla y Roma, no regresando a Córdoba hasta muchos años después, cuando el destino ha llevado a Abuámir a convertirse en un temible califa árabe (Almanzor: "destruyó el templo más afamado de la cristiandad --Compostela").

Los ingredientes de la historia prometen, pero el extremeño Sánchez Adalid fracasa al imprimir el ritmo trepidante que reclama la sucesión de acontecimientos. Las escenas simplemente pasan y se agrupan con clip.

No es que el autor no sepa escribir. Tiene oficio. Pero su escritura carece de nervio, lo que termina por descafeinar la historia narrada.

Escribe Sánchez Adalid al final de su novela:

"Cuanto nos rodea es pasajero, esta vida es solo un camino por el que pasamos y que se va quedando atrás.
Así es la vida del hombre, pero así es también la vida de toda la humanidad.
La vida fácil no revela lo que hay en el hombre, y mediocridades sin cuento andan por los caminos del mundo.
Los calendarios son sistemas arbitrarios, convenciones humanas que nos permiten determinar en qué fecha nos encontramos.
Pero el tiempo, considerado en sí mismo, ¿qué es?"

Este es el tono narrativo de este escritor.

Imaginen el resto.

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