Esta es una historia con interesantes
personajes en una época de convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos en
la península ibérica (la España de las tres religiones: "la doctrina
coránica ordena a los musulmanes respetar, bajo ciertas condiciones, las
creencias religiosas de la gente del libro, es decir, de judíos y cristianos").
Los sucesos se desarrollan, fundamentalmente,
en la capital del Islam occidental, Córdoba
(y el celebrado palacio de Zahra) a finales del primer milenio:
"en la segunda mitad del siglo X, Córdoba contaba con una
población de medio millón de habitantes; había 130.000 casas, 700 mezquitas,
300 baños públicos y 70 bibliotecas.
Esto
cuando en Occidente no había ni una sola ciudad cuya población superara los
100.000 habitantes".
Una parte del norte de la península (cuyo
centro de gravedad era la simbólica Santiago
de Compostela) estaba acaparada por unos divididos cristianos, mientras que
el resto era dominio musulmán, antes de su disgregación en las famosas taifas.
Los dos personajes centrales son el mozárabe Asbag y el musulmán Abuámir. El primero pasará de
convertirse en obispo de Córdoba y consejero personal del califa Alhaquen, a
verse raptado por los vikingos en su peregrinación a Compostela. A partir de
ahí recorre buena parte de Europa, incluyendo Constantinopla y Roma, no
regresando a Córdoba hasta muchos años después, cuando el destino ha llevado a Abuámir
a convertirse en un temible califa árabe (Almanzor:
"destruyó
el templo más afamado de la cristiandad --Compostela").
Los ingredientes de la historia prometen,
pero el extremeño Sánchez Adalid
fracasa al imprimir el ritmo trepidante que reclama la sucesión de
acontecimientos. Las escenas simplemente pasan y se agrupan con clip.
No es que el autor no sepa escribir. Tiene
oficio. Pero su escritura carece de nervio, lo que termina por descafeinar la
historia narrada.
Escribe Sánchez Adalid al final de su novela:
"Cuanto nos rodea es pasajero, esta vida es solo un camino
por el que pasamos y que se va quedando atrás.
Así
es la vida del hombre, pero así es también la vida de toda la humanidad.
La
vida fácil no revela lo que hay en el hombre, y mediocridades sin cuento andan
por los caminos del mundo.
Los
calendarios son sistemas arbitrarios, convenciones humanas que nos permiten
determinar en qué fecha nos encontramos.
Pero
el tiempo, considerado en sí mismo, ¿qué es?"
Este es el tono narrativo de este escritor.
Imaginen el resto.
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