martes, 20 de noviembre de 2012

El trabajo remoto para los manipuladores de símbolos


Es obvio que no sirve para cualquier trabajo, pero los manipuladores de símbolos (como denomina mi colega Earl Hunt a los trabajadores del siglo XXI que, por exigencias del guión, se alejan de las ocupaciones con una sustancial carga física) pueden desarrollar su actividad remotamente. No tienen ninguna necesidad de desplazarse a un centro de trabajo, habitualmente alejado decenas de kilómetros de sus domicilios.

De hecho, evitar esos desplazamientos ahorra tiempo y energía, incrementando la eficiencia. Todos salen ganando. Aún así sigue existiendo una cierta tendencia a pensar que no hay nada como 'fichar'. Así sí que se demuestra que en ese centro de trabajo se trabaja.

Pero los manipuladores de símbolos del siglo XXI trabajan por objetivos, no por las horas que han estado sentados en una silla ante la escrutadora vista de sus coordinadores/supervisores/jefes. A mi juicio, esa jurásica práctica debe terminar cuanto antes para muchos de los trabajos de la actualidad.

Internet permite una eficiente comunicación entre la red formada por los trabajadores de un centro/empresa. Es absolutamente irrelevante que compartan un espacio físico. Ese espacio puede ser ahora virtual. El email o sistemas de comunicación como Skype, permiten que los individuos de distintos lugares del planeta puedan estar permanentemente comunicados.


En mi caso, como científico, puedo atestiguar que esos sistemas de comunicación han permitido que pueda colaborar con colegas de América, Europa y Asia. Esa red ha contribuido de modo sobresaliente a mejorar el rendimiento de mi equipo de investigación, y a que el producto de sus esfuerzos sea mucho más visible. Lejos de aislarnos, la tecnología ha mejorado nuestra comunicación y nos ha ayudado a avanzar.

Vamos en esa dirección (el 22% de las empresas españoles ya poseen programas de trabajo a distancia), pero aún queda mucho por hacer.

Los programas de trabajo a distancia no aíslan a las personas. Alguien puede estar trabajando mientras viaja en AVE a Barcelona, hace un crucero por el Adriático o presta atención colateral al gran premio de Fórmula 1 de Brasil. En el primer caso puede estar desplazándose con sus colegas de Madrid a una reunión de su multinacional en el Hotel Arts. En el segundo caso está de luna de miel, pero respondiendo a las preguntas de sus colegas distribuidos por Europa, América y Asia mientras su pareja se prepara para la cena. En el tercero aprovecha la publicidad para enviar tres emails a sus colegas de Nueva York.

La tecnología estimula la versatilidad de nuestras mentes.

El trabajo por objetivos, en lugar del basado en las horas sentado en una silla, respeta el hecho de la variabilidad humana. Es más humano. Si alguien puede alcanzar esos objetivos en tres horas, ¿por qué debería permanecer en su silla ocho horas en lugar de irse a pasear por el campo o disfrutar de sus retoños?


De hecho, un interesante efecto colateral es que la estructura de las familias podría verse menos resentida. El hecho de que el papá o la mamá pudieran trabajar desde sus domicilios, reduciría drásticamente los problemas de logística a los que suelen abocar los peques. ¿Cuántas son las parejas que demoran tener niños por incompatibilidades con sus respectivos trabajos?

Las encuestas señalan que la mitad de los trabajadores españoles estarían encantados de poder trabajar remotamente.

¿A qué estamos esperando?

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