Es obvio que no sirve para cualquier trabajo,
pero los manipuladores de símbolos (como
denomina mi colega Earl Hunt a los
trabajadores del siglo XXI que, por exigencias del guión, se alejan de las
ocupaciones con una sustancial carga física) pueden desarrollar su actividad
remotamente. No tienen ninguna necesidad de desplazarse a un centro de trabajo,
habitualmente alejado decenas de kilómetros de sus domicilios.
De hecho, evitar esos desplazamientos ahorra
tiempo y energía, incrementando la eficiencia. Todos salen ganando. Aún así
sigue existiendo una cierta tendencia a pensar que no hay nada como 'fichar'.
Así sí que se demuestra que en ese centro de trabajo se trabaja.
Pero los
manipuladores de símbolos del siglo XXI trabajan por objetivos, no por
las horas que han estado sentados en una silla ante la escrutadora vista de sus
coordinadores/supervisores/jefes. A mi juicio, esa jurásica práctica debe
terminar cuanto antes para muchos de los trabajos de la actualidad.
Internet permite una
eficiente comunicación entre la red formada por los trabajadores de un centro/empresa.
Es absolutamente irrelevante que compartan un espacio físico. Ese espacio puede
ser ahora virtual. El email o sistemas de comunicación como Skype, permiten que
los individuos de distintos lugares del planeta puedan estar permanentemente
comunicados.
En mi caso, como científico, puedo atestiguar
que esos sistemas de comunicación han permitido que pueda colaborar con colegas
de América, Europa y Asia. Esa red ha contribuido de modo sobresaliente a
mejorar el rendimiento de mi equipo de investigación, y a que el producto de
sus esfuerzos sea mucho más visible. Lejos de aislarnos, la tecnología ha
mejorado nuestra comunicación y nos ha ayudado a avanzar.
Vamos en esa dirección (el 22% de las
empresas españoles ya poseen programas de trabajo a distancia), pero aún queda
mucho por hacer.
Los programas de trabajo a distancia no aíslan
a las personas. Alguien puede estar trabajando mientras viaja en AVE a
Barcelona, hace un crucero por el Adriático o presta atención colateral al gran
premio de Fórmula 1 de Brasil. En el primer caso puede estar desplazándose con
sus colegas de Madrid a una reunión de su multinacional en el Hotel Arts. En el
segundo caso está de luna de miel, pero respondiendo a las preguntas de sus
colegas distribuidos por Europa, América y Asia mientras su pareja se prepara
para la cena. En el tercero aprovecha la publicidad para enviar tres emails a
sus colegas de Nueva York.
La tecnología estimula la versatilidad de nuestras mentes.
El trabajo por objetivos, en lugar del
basado en las horas sentado en una silla, respeta el hecho de la variabilidad
humana. Es más humano. Si alguien puede
alcanzar esos objetivos en tres horas, ¿por qué debería permanecer en su silla
ocho horas en lugar de irse a pasear por el campo o disfrutar de sus retoños?
De hecho, un interesante efecto colateral es
que la estructura de las familias podría verse menos resentida. El hecho de que
el papá o la mamá pudieran trabajar desde sus domicilios, reduciría drásticamente
los problemas de logística a los que suelen abocar los peques. ¿Cuántas son las
parejas que demoran tener niños por incompatibilidades con sus respectivos trabajos?
Las encuestas señalan que la mitad de los trabajadores
españoles estarían encantados de poder trabajar remotamente.
¿A
qué estamos esperando?
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