Algunos científicos estamos convencidos de
que determinados videojuegos permiten ofrecer una respuesta positiva a esta
pregunta.
Hoy en día existen videojuegos
que promueven la actividad física. La rancia idea de que nuestros chicos
engordarán como los personajes del crucero de Wall-E ha dejado de tener sentido.
Jugando con estos dispositivos se puede mover el corazón. Y mucho.
Se han examinado las respuestas fisiológicas cuando
los chavales juegan a "Dance
Central" o "Kinect Sports Boxing",
observándose incrementos del ritmo cardiaco, el
aporte de oxígeno y, por tanto, el gasto de energía.
Por
otro lado, se ha logrado controlar la ira de los
adolescentes mediante el juego 'Rage Control'. El sistema se basa en
un sensor que se coloca en el dedo, de modo que cuando aumenta su frecuencia
cardiaca se reduce la precisión de tiro. El jugador debe controlar sus
emociones si desea progresar. Los adolescentes no solamente aprenden a
controlar su tasa cardiaca, sino que también expresan menor ira subjetiva en un
cuestionario de evaluación.
En
una investigación de las Universidades
de Rochester y de Ginebra se
comparó individuos que optaban por juegos de acción y quienes preferían otro
tipo de videojuegos. Se valoraron sus habilidades de agudeza visual, atención,
toma de decisiones o multitarea. Aquellos que usaban juegos de acción superaron
al resto con creces en esas habilidades:
-.
Seguían con eficacia el movimiento simultáneo de varios objetos.
-.
Fueron capaces de encontrar un objeto en un entorno saturado de información.
-.
Procesaron más eficientemente imágenes proyectadas rápidamente.
-.
Discriminaron con extraordinaria velocidad detalles minúsculos.
-.
Se distraían menos.
-.
Fueron capaces de cambiar de tareas con una enorme flexibilidad.
El
siguiente paso consistió en entrenar a un grupo de personas en videojuegos de
acción para compararles con grupos que usaban juegos no calificados de acción.
Solamente los primeros mostraron mejoras sustanciales en las habilidades
señaladas anteriormente.
En
nuestro equipo de investigación hemos puesto a prueba la hipótesis de que
determinados videojuegos (concretamente Profesor
Layton, de Nintendo) pueden
modificar positivamente la estructura y función del cerebro. Los resultados se
pueden encontrar en estas dos publicaciones:
Martínez, K., Solana,
A. B., Burgaleta, M., Hernández-Tamames, J. A., Álvarez-Linera, J., Román, F. J.,
Alfayate, E., Privado, J., Escorial, S., Quiroga, M. A., Karama, S., Bellec, P.,
& Colom, R (In Press). Changes in resting-state functionally connected
parieto-frontal networks after videogame practice. HUMAN
BRAIN MAPPING.
Colom, R., Quiroga, Mª Á., Solana, A. B., Burgaleta, M., Román, F. J.,
Privado, J., Escorial, S., Álvarez-Linera, J., Alfayate, E., García, F.,
Lepage, C., Martínez, K., Hernández-Tamames, J. A, & Karama, S. (2012). Structural changes after videogame practice related to a
brain network associated with intelligence. INTELLIGENCE, 40, 479-489.
En
resumidas cuentas observamos que:
(A)
La práctica con Layton mejora la conectividad
funcional entre una serie de regiones cerebrales clave para nuestras
capacidades mentales.
(B)
Se producen cambios dinámicos en la sustancia gris
también en una serie de zonas fundamentales para esas capacidades.
(C)
La sustancia blanca que conecta los centros de
procesamiento de las neuronas también es sensible a la práctica con ese
videojuego.
Probablemente
estamos a las puertas de servirnos de una actividad lúdica para contribuir a
mejorar la potencia de procesamiento de nuestros cerebros, sabiendo lo que nos
traemos entre manos.
Pero,
como siempre, para ello será necesario poder desarrollar estudios rigurosos. Y
eso requiere inversión. Los científicos estamos preparados. ¿Lo está la
sociedad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario