Los psicólogos cuantificamos la variabilidad
en la conducta humana y el resultado suele ser una curva normal o campana de Gauss. Igual que sucede con rasgos
físicos como la estatura, hay pocos individuos en la población
extraordinariamente inteligentes, extravertidos o neuróticos. Igual sucede en
la parte baja de esa curva: son escasos los individuos muy poco inteligentes,
tremendamente introvertidos o radicalmente estables emocionalmente.
Los extremos son interesantes para algunas
cosas, pero lo realmente impactante es que este hecho estadístico nos dice que,
por definición, la mitad de la población se encuentra
por debajo de la media. Algunos venimos insistiendo en que ese hecho es
relevante incluso para fenómenos sociales que aparentemente se escapan a él. Un
ejemplo claro es la salud.
El 2 de Octubre la agencia Europa Press publicaba una nota de
prensa titulada "Casi la mitad de los enfermos
crónicos no toma su medicación como debería".
Añadía que este hecho "condiciona una de cada tres hospitalizaciones".
El médico transmite al enfermo las consignas
sobre su tratamiento, pero el paciente se muestra negligente al seguirlas. El
resultado es que la enfermedad se agrava y, por tanto, además de empeorar su
estado se eleva el coste sanitario.
La Sociedad
Española de Medicina Interna (SEMI), la Sociedad Española de Atención Primaria
(SEMERGEN), el Consejo General de Enfermería y el Grupo Español de Pacientes
con Cáncer (GEPAC) han denunciado este hecho.
Las negligencias
usuales son, por ejemplo, no tomar la medicación cuando se debe, cambiar las
dosis prescritas, o, directamente, abandonar el tratamiento. Es relevante
subrayar que el
20% de los pacientes que padecen problemas crónicos en España absorben el 80%
del presupuesto sanitario.
Según estas
instituciones, los grupos poblacionales que menos se adhieren al tratamiento
son los viejos, las mujeres y los subsaharianos. Cuando se ordenan los datos
según trastornos, los que presentan peor panorama son los pacientes depresivos,
quienes poseen elevados niveles de colesterol y aquellos con hipertensión
arterial.
Hay un dato
especialmente relevante para la Psicología: los
tratamientos que producen los mayores grados de incumplimiento son aquellos que
no producen efectos a corto plazo, así como los que no producen efectos
negativos inmediatamente después de abandonar el tratamiento.
Los psicólogos
tienen el campo abonado para proponer medidas concretas que palien esta grave
situación. Su actuación podría matar dos pájaros de un tiro: reducir el
sufrimiento de los pacientes y minimizar el gasto en sanidad. El diseño de
sistemas personalizados que fomenten la adherencia al tratamiento exigiría
emplear lo que los psicólogos sabemos sobre la personalidad y la conducta
humana.
Los médicos usan
la expresión "diseño de un traje a la medida de cada paciente".
Pero ellos solo saben intuitivamente cuáles son las implicaciones del fenómeno
natural de la variabilidad humana en aquellos rasgos psicológicos que se
encuentran detrás de las diferencias en la adherencia a los tratamientos
médicos.
Los psicólogos
deberían comenzar a hablar alto y claro para que incluso aquellos que no desean
escuchar deban hacerlo. La falta de adherencia no es
un problema médico, sino psicológico.
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