Se ha publicado en septiembre un artículo en
la revista 'PLoS
ONE' en la que presuntamente se demuestra que la terapia psicológica practicada por teléfono es tan
eficiente como la terapia presencial o cara a cara.
Hammond, G. C. et al. (2012). Comparative Effectiveness of Cognitive Therapies Delivered Face-to-Face
or over the Telephone: An Observational Study Using Propensity Methods. September, 2012, Volume 7, Issue 9, e42916.
Para
llegar a esa conclusión se estudiaron casi 40 mil casos de 7 servicios de salud
de Reino Unido pertenecientes a la red IAPM (Improving Access to Psychological Therapies). Al
comparar los casos tratados por teléfono y presencialmente se obtuvieron
indicadores de recuperación similares. Además, el coste resultó bastante menor
en el primer caso (más de un 36% de ahorro).
Los
autores concluyen que "el potencial es enorme para incrementar la accesibilidad de
terapias psicológicas efectivas a millones de personas afectadas por depresión
o ansiedad.
Con el aumento de la disponibilidad de teléfonos móviles, incluso
en países en desarrollo, se hace posible tener un terapeuta en el bolsillo, superando así las barreras tradicionales".
Además
de estas suculentas noticias, y sin necesidad de ponerse tan 'generoso' con los
países que están ahora despegando económicamente, la ajetreada vida actual de los
ciudadanos dificulta pasarse por los centros de salud para recibir terapia
psicológica. El teléfono puede ser la solución.
Se
subraya que esta clase de terapia será necesariamente más económica, pero
también que podría ayudar a corregir el hecho de que (al menos en el sistema de
salud británico) se gaste más en salud mental
que, en conjunto, en el tratamiento del cáncer, los problemas coronarios y el
asma.
El
servicio telefónico que se propone se dirige a los dos principales problemas de
salud mental, es decir, la depresión y la ansiedad. Eso sí, de carácter
moderado. Para los casos más graves es impracticable. Pero como son muchos
menos, no influyen en la conclusión general.
A
pesar del cuidado con que se hizo el estudio, los autores reconocen algo que
siempre sucede con las terapias psicológicas: en principio es perfectamente
posible que la versión telefónica y presencial de la terapia sean equivalentes
en su eficacia porque, en realidad, lo que produce
el efecto es algo tan pedestre como la remisión o recuperación espontánea.
Bastaría que el paciente recibiese alguna
clase de atención para que se produjera un efecto positivo. Sería indiferente
el tipo de terapia y, también, su orientación teórica.
Los psicólogos herederos de Skinner odian esta clase de mensajes,
pero los meta-análisis disponibles señalan que el principal factor que logra
producir alguna diferencia en la efectividad de las terapias psicológicas es el
terapeuta.
Algo sucede en el contexto clínico que produce un mejor o peor resultado. Y ese
resultado no depende de la orientación del terapeuta (conductual,
cognitivo-conductual, psico-dinámica, etc.) sino de su talento para conducir el
proceso terapéutico.
Ahora sabemos, además, que hasta podría
usarse un simple teléfono y daría exactamente igual. Llegó el momento de poner
un terapeuta en nuestro bolsillo. Mejor prevenir que curar.
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