Se dice que,
en cierta ocasión, Einstein comentó
que tan solo hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, pero
que de la primera no estaba totalmente seguro.
Hace unos
meses llegó a mis manos un libro titulado en España “Breve historia de la
incompetencia militar” --cuyo título original es “Stupid Wars”-- de Ed Strosser y Michael Prince. Esta obra demuestra hasta qué punto Einstein tenía
razón. No recuerdo ningún libro que haya conseguido que, de forma simultánea,
me irritara, deprimiera y emitiera una sucesión casi infinita de carcajadas. Realmente en pocos ámbitos puede alcanzar el ser humano tal nivel
de estupidez como en la guerra. Así, por ejemplo, el libro explica,
entre otras astutas operaciones militares, como Francisco Solano, presidente de Paraguay, declaró la guerra simultáneamente a Brasil, Uruguay y Argentina (para
que después digan de los de Bilbao).
No obstante,
la que para mi llega a límites extraordinarios de estupidez es la Cuarta Cruzada. Voy a intentar resumir la
historia.
A finales
del siglo XII, el recién nombrado Papa
Inocencio III pensó que no hay nada como una buena cruzada para darse a
conocer. La idea fue acogida con entusiasmo por una serie de caballeros
franceses, quienes encargaron a Venecia la construcción de las naves necesarias
para transportar a los cruzados hasta tierra santa.
Desgraciadamente,
en lugar de los 35.000 cruzados previstos lograron reunir 12.000. Como el
transporte se pagaba a escote, tuvieron un problema. No eran suficientes para
reunir el pago de las naves construidas y los venecianos (teniendo en cuenta que
la prima de riesgo estaba por las nubes) se negaron a financiar la cruzada con
un préstamo.
Visto lo
visto, los venecianos sugirieron una posible solución: acercarse hasta la
ciudad de Zadar --por cierto
católica y húngara, país que apoyaba la cruzada-- con la que tenían unos
asuntillos pendientes, arrasarla y saldar la deuda con el botín obtenido. Una
vez arrasada la ciudad convenientemente comprobaron que las arcas municipales
estaban totalmente vacías, así que no pudieron lograr su objetivo. Además, el
Papa les amenazó con la excomunión por haber atacado una ciudad católica.
Llegados a
este punto se encontraron con el príncipe Alejo
de Constantinopla, hijo del emperador Isaac que había sido depuesto y
estaba “on tour” por Europa buscando
un ejército disponible. Les propuso conquistar Constantinopla y pagarles el
dinero que debían a los venecianos con los tesoros de la ciudad. Así pues ya
tenemos a los cruzados rumbo a la fantástica y poco musulmana ciudad de
Constantinopla. Por el camino hay que señalar que el Papa no les excomulgó,
pues excomulgar a cruzados daba muy mala imagen; simplemente les hizo prometer,
con gran visión de futuro, que no atacarían a nadie más que no fueran
musulmanes en tierra santa. Los acontecimientos a partir de ese momento sólo
tienen parangón en algunos guiones de los hermanos Marx.
Los
cruzados atacan a Alejo III, emperador en aquellos momentos, para imponer como
emperador a “su” Alejo.
Alejo III
se larga por piernas y dado que no tenía emperador el pueblo nombra a Isaac,
sacándole de las mazmorras. Este nombra co-emperador a Alejo IV, su hijo.
El pueblo
de Constantinopla no comparte la idea de recapitalizar directamente a los
cruzados con su dinero, joyas, etc. (no sé a ustedes pero a mi esta historia me
suena de algo). Debido a su presión, Alejo deja de pagar a los cruzados, estos
empiezan a tener un comportamiento poco “cívico” para con los habitantes de
Constantinopla y ya que Alejo no lo soluciona nombran a Nicolás Kannavos, que pasaba por allí, nuevo emperador.
A tenor de
los sucesos, Alejo vuelve a pactar con los cruzados: si derrocan a Nicolás les
regala el palacio en prenda. No obstante, y dado lo confuso de la situación, Murzuflo (otro que pasaba por allí y
cuyo nombre no hacía presagiar dada bueno) reúne a todos los opositores a los
cruzados, hace prisionero a Alejo y es coronado (si, si, lo han adivinado) emperador.
En ese momento la ciudad tenía cinco emperadores vivos.
Como era necesario un E.R.E para reducir la nómina de emperadores, Murzuflo elimina
a Isaac, Nicolás y Alejo simplificando la ecuación (recuerden que, astutamente,
Alejo III se había largado previamente).
El hecho
que el valedor del acuerdo económico con los cruzados, que era Alejo, estuviera
muerto, hizo que los cruzados pensaran que iba a ser difícil conseguir los
fondos prometidos para pagar la deuda con los venecianos, así que atacan al
nuevo emperador Murzuflo, quien hace una elegante maniobra de repliegue táctico
y huye despavorido. Para defenderse el pueblo elige a Constantino Lascaris como
nuevo emperador (y van seis). No obstante, los cruzados habían decidido volver
a los métodos clásicos, así que atacan Constantinopla, la saquean, la arrasan y
violan todo lo que se mueve, obteniendo en el proceso pingües beneficios con
los que pagaron a los venecianos y se sacaron un sobresueldo.
En resumen,
la cuarta cruzada consiguió:
A.- Saquear
y expoliar dos ciudades cristianas.
B.- Derrocar
6 emperadores griegos.
C.- Matar
cero musulmanes en tierra santa.
D.- Y ni
tan solo acercarse a menos de 2.000 km de Jerusalén.
¿Alguien
piensa que Einstein no tenía razón?
P.D. La
magnitud de esta sucesión de estupideces fue tal que el Papa Juan Pablo II,
casi 600 años después, pidió perdón a la Iglesia Ortodoxa por los
acontecimientos de la cuarta cruzada.
Murzuflo merece un monográfico.
ResponderEliminarLa historia que narras sobre la cuarta cruzada es impresionante, aunque, en general, subraya la principal razón por la que los cristianos perdieron miserablemente la 'guerra de las cruzadas'.
Aún así, esa pérdida supuso el hundimiento del mundo musulmán y el despegue de los cristianos como civilización. Ergo, quizá perdieron por otras razones independientes al nivel de estupidez.
Gracias por un artículo tan estimulante y ágil.
Saludos, R