Miguel Ángel
Revilla,
ex presidente del gobierno cántabro, es, merecidamente, una persona muy querida
por buena parte de los españoles. Acaba de publicar un libro (Nadie
es mejor que nadie) sobre sus vivencias. Y no solamente de cuando
ostentó un cargo público, porque hubo un antes y hay un después.
Originario de Polaciones, un pequeño pueblo de Cantabría, es Revilla un ejemplo
perfecto de cómo alguien capaz puede llegar a la parte alta de la estructura
social. Pero es, además, un caso paradigmático de lo que para el sociólogo
norteamericano Charles Murray debe
ser un representante social con la moralidad requerida. Es una pena que Revilla
no haya nacido en Winconsin porque su
genio y su figura sería ahora mundialmente reconocida.
Comenta varios ejemplos de la clase de
conductas que le hicieron popular, como acudir en taxi a la Moncloa, opinar
sobre el menú en la boda del Príncipe, negarse a aceptar escolta o la vengativa
actitud del Ministro de Fomento (José
Blanco) por haberle puesto en evidencia. A su juicio, el simple hecho de
que estas conductas llamasen la atención es una demostración del estado y las
actitudes de nuestro país ("en esta vida la gente agradece que seas normal (...) soy
noticia por ser un tío normal, lo cual es muy preocupante y refleja cómo está
España").
Recuerda, con nostalgia, la época en la que creció
en un ambiente y en un tiempo en el que "todo era de todos", en el
"nadie
consentía que otros pasaran hambre". Al destacar en sus
estudios estuvo a punto de ingresar en el Seminario
de Corbán (dónde yo estudié durante un año --el mundo es un pañuelo). Logró
licenciarse en economía en Bilbao, a
pesar de su traumático paso por el ciclo de secundaria en Santander. En Bilbao
conoció a algún etarra, hecho que luego le pasó factura. Abandonó su bien
remunerado cargo de director del Banco Atlántico para dedicarse a la política,
para ayudar a que su región floreciese. Fue el impulsor de que Cantabria fuese
reconocida como autonomía a finales de 1981.
Comenta con amargura que nunca ha superado la
decisión de Aznar de apoyar la invasión de Irak. Y ofrece una explicación que
no tiene desperdicio. No les descubriré aquí su interesante retrato del
ex-presidente de la nación.
En mayo de 2003 se reúne con Zapatero y, casi
un año antes de las elecciones en las que venció a los populares, le confiesa:
"aunque te
parezca increíble voy a ser el próximo presidente del Gobierno de España".
Revilla no comenta la predicción, que resulta por lo menos enigmática teniendo
en cuenta la situación del PSOE entonces. Sobre Zapatero ofrece el siguiente perfil:
honrado, patológicamente optimista, demócrata, alguien que nunca busca
venganza, pero no suficientemente preparado para gobernar y con demasiado
mediocre a su alrededor.
Revilla se siente orgullo de alguna de sus
acciones, como la recaudación de 100.000 € para darle acceso al agua a un
poblado de África (Segé). Y, también, rehabilita la maltratada figura de Emilio Botín Sanz de Sautuola en su
tierra, narrando acciones que demuestran su amor por ella (p. e. su inversión
para construir la réplica de las Cuevas de Altamira descubiertas por su
bisabuelo, quien falleció acusado, injustificadamente, de fraude por un erudito
francés que luego se retractó). Comenta el político que el banquero hace el
bien a la región, pero esconde la mano cuando da. De ahí las suspicacias de sus
conciudadanos.
Se confiesa admirador de Keynes, el economista que sacó a los Estados Unidos de la mayor
recesión de la historia en los año 30 del siglo XX. Y lo hace al hilo de su diagnostico de la
actual situación económica y de su estrategia para salir del atolladero
(recuerden que él es economista). Según Revilla, nuestro problema es el
endeudamiento de las familias (las más endeudadas del mundo), las empresas y
los bancos, no el de las administraciones públicas (que supone un 65% del PIB,
por debajo del resto de los países europeos).
Quizá el principal factor que ha
llevado a la actual situación es la sustitución del empresario por el especulador, gracias a
la falta de liderazgo político y moral. Para Revilla, el futuro de España está
en las energías renovables ("podemos ser el
Kuwait del futuro en la producción de energía, pero hay que empezar ya").
Siguiendo a Keynes propone que el Gobierno tenga mayor presencia en la
economía, que se implante un sistema fiscal realmente progresivo sobre la renta
"que
detraiga, mediante impuestos, cantidades importantes a lo que posean rentas
altas para inyectar esa recaudación hacia las capas de población más
depauperadas". Y, por
encima de todo, nos urge a volver a la economía real y
castigar la economía virtual, volver a los empresarios y expulsar a los
especuladores.
Hacia el final de su obra escribe este
político honrado: "dejar a los hijos la imagen de unos padres reconocidos como
buenas personas es la mejor herencia".
Es probable que el lector de este post no sienta la inclinación de
comprarse el libro de Revilla y leerlo. Seguramente ya hizo una inversión para
comprar los últimos best seller de
algún autor inglés o escandinavo de nombre impronunciable. Pero, créanme,
merece la pena. Es refrescante, ante el actual
panorama, escuchar a alguien que habla claro y con la mano en el corazón.
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