Fue un gran programa de divulgación científica, pero no
estuvo libre de los sesgos, particulares inclinaciones, e incluso errores
(intencionados o no) de Carl Sagan.
En el primer capítulo, 'En la orilla del océano cósmico', se hace un
viaje por el Cosmos en una nave imaginaria atravesando galaxias, y presentando
estrellas y púlsares hasta regresar a la Tierra, un planeta ubicado en la
región exterior de la Vía Láctea que gira alrededor de una estrella enana roja.
De nuevo en la Tierra, nos trasladamos a Alejandría para presentar
a Eratóstenes (que dedujo la forma y tamaño de nuestro planeta basándose en las
sombras provocadas por el Sol a la misma hora en distintos lugares) y de la
famosa Biblioteca --donde a Sagan le hubiera gustado vivir. Cuenta cómo se
supone que se acumularon decenas de miles de libros en rollos de pergamino y
cómo sus pensadores se preguntaban sobre su mundo y sobre su lugar en el
Cosmos. Pero su contenido se perdió y el espíritu de Alejandría no se recuperó
hasta la Europa del Renacimiento.
Es imposible que Sagan desconociese la acumulación de
conocimiento y ciencia que supuso el Islam en su época dorada. En Europa, la
máxima expresión estuvo en Al Andalus
y, por supuesto, en la Escuela de Traductores de Toledo, centro que compartía
objetivos y ambiciones con la biblioteca egipcia. ¿Por
qué omite el astrónomo estos hechos saltando directamente a Galileo y Kepler?
Finaliza este capítulo con un calendario estelar que nos
ayuda a visualizar la escala de los sucesos de los que el homo sapiens tiene conocimiento, acaecidos durante el último
segundo del 31 de diciembre. Y predice que lo que suceda el primer segundo del
primer día del nuevo año estelar "dependerá de cómo usemos nuestra inteligencia".
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