La obra de Francis
Galton, 'Hereditary Genius', sigue siendo una lectura recomendada entre
algunos científicos de la actualidad con curiosidad por la historia.
Es, desde luego, una obra interesante, pero no se libra de
importantes imprecisiones (y errores) que poseen su repercusión todavía hoy en
día.
Uno de los ejemplos llamativos, para un individuo como el
autor de este post, es su revisión
del caso de España en el capítulo sobre la 'inteligencia
de las naciones'.
Galton hace un repaso, relativamente exhaustivo, para
encontrar respuestas a por qué hay países más inteligentes que otros.
En el caso de España escribe lo siguiente:
"El grado con el que la persecución ha influido en las razas
de Europa puede valorarse fácilmente a través de una serie de cálculos
estadísticos.
Así, por
ejemplo, con respecto al martirio y el encarcelamiento, la nación española ha
purgado a 1.000 libre pensadores por año entre 1471 y 1781, es decir, durante
tres siglos.
Los españoles
han ejecutado a 100 de esos 1.000 individuos y han encarcelado al resto.
Los datos
dicen que, durante esos tres siglos, se han quemado a 32.000 personas, se han
quemado simbólicamente a otras 17.000 (que seguramente murieron en prisión o
huyeron del país), y se ha condenado a 291.000.
Es imposible
que un país pueda soportar esta situación sin pagar un alto precio con respecto
a su capital humano.
Estos hechos
explican por qué los españoles son tan supersticiosos y por qué en el momento
actual puede concluirse que los españoles conforman una nación poco inteligente" (página 359).
Este autor inglés explora otros países europeos, pero España
es el peor parado, con diferencia. Inglaterra se salva milagrosamente. Mientras
que en una gran parte de los países los mejores cerebros huyen de sus países, permanecen
en la isla porque se encuentran magníficamente en su ambiente tolerante.
Posiblemente Galton es ingenuamente inocente, en el sentido
de que llega a esas conclusiones según los datos que conocía.
Pero sabemos ahora que esos datos son
estrictamente falsos.
Y, por tanto, cualquier derivación que pueda hacerse de ellos
carece de sentido, sería ridícula.
Los lectores del autor inglés deben dejar de 'inspirarse' en
sus palabras. Y, también, en los datos que da por válidos. No lo son.
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