Reconozco que me ha sorprendido la lectura de 'Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas' de Allan y Barbara Pease.
Agárrense porque los autores construyen su obra sobre la tesis de que chicos y chicas son distintos por motivos esencialmente biológicos. Los condicionantes socioculturales son pecata minuta comparados con el poder de los genes. Los padres tratan de modo distinto a sus niños y niñas porque son diferentes de fábrica. "La naturaleza ganó la batalla desde el principio".
Somos distintos porque no puede ser de otro modo, porque nos sigue pasando factura el hecho de que los chicos se dedicasen a cazar y las chicas a cuidar de la cueva en la época de Altamira.
No importa que ahora las condiciones hayan cambiado. Las tendencias biológicas siguen con nosotros y no podemos desembarazarnos de ellas así como así. Los Pease sostienen que aceptar este hecho nos ayudará a mejorar nuestras relaciones aumentando nuestro margen de tolerancia ante las 'rarezas' del otro. "Los estereotipos no son la causa de la conducta. Nuestra naturaleza y la estructura cerebral de ambos sexos es la culpable".
Si Miguel no escucha es porque Eva habla demasiado, pero ella no puede evitarlo ("cuando una mujer habla sobre los problemas del día, su propósito no es encontrar soluciones o llegar a conclusiones, sino deshacerse de ellos"). Si Eva fracasa al guiar a Miguel por una ciudad desconocida usando un mapa, no es porque no quiera, sino porque su cerebro se lo impide.
Se subraya que 'diferencia' no es antónimo de 'igualdad'. Conviene decirlo porque es fácil caer en esa peligrosa confusión.
Aunque proclaman, una y otra vez, que sus declaraciones se encuentran amparadas por la ciencia moderna, hay hechos falsos, como que las mujeres son más inteligentes que los hombres. Sabemos que no es así.
Pero están en lo correcto al afirmar que los padres suelen buscar remedios a los problemas de los chicos con el lenguaje, pero ignoran los problemas de las chicas con el espacio.
Con el ánimo de que la lectura sea entretenida muestran datos como que los más inteligentes desean menos el sexo, o que quienes gustan del jazz son más marchosos en la cama que los que escuchan pop. Dicen, sin empacho, que el hombre se enamora a través del sexo, pero que la mujer necesita emoción antes de meterse en la cama.
El epílogo es un dechado de incorrecciones políticas. Por ejemplo, se hacen eco del hecho de que solamente el 20% de las mujeres dicen estar interesadas en su futuro profesional, prefiriendo mayoritariamente ser madres y amas de casa. "Descubrimos que el 98% de los hombres y el 94% de las mujeres consideraba que lo políticamente correcto se había convertido en un concepto opresivo que les arrebataba la libertad para decir lo que creían sin ser censurados".
Aunque la obra tiene ya más de una década, su lectura sigue siendo estimulante.
Eva está deseando que le expliques en persona eso de que "habla demasiado"... ;)
ResponderEliminarAbrazos
M
Es la otra Eva...
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